La socia mayor del Gobierno que inventó y sostiene, administra con dificultad el impacto de sus acciones. Cuándo apoyar, cuándo objetar y cuándo callar.
No es Alberto Fernández el único que hace equilibrio en el gobierno del Frente de Todos. También lo hace, aunque no parezca, su socia principal. Eso dicen los incondicionales de Cristina Fernández de Kirchner, aunque no lo crea nadie al otro lado de la polarización y pocos en el ancho oficialismo. La vicepresidenta volvió a sorprender el martes último con su mensaje a través de Twitter, esta vez en respaldo del cuestionado Martín Guzmán. Excepcionalidad pura, alguien logró que la expresidenta viera las imágenes de TN y la entrevista que el ministro de Economía le dio al programa “Verdad/Consecuencia”. Unas horas después, CFK le pidió a la productora Sucesos Argentinos que armara un video con los 58 segundos que consideraba esenciales de la charla de 20 minutos. El resultado se viralizó al día siguiente con la negativa de Guzmán a seguir mejorando la oferta a los grandes fondos porque eso implicaría aumentar el desempleo y ajustar -más- sobre las jubilaciones. “Clarito como el agua”, Cristina hizo su pronunciamiento sin que nadie se lo pidiera y sin avisarle a nadie, según dijeron a Letra P en la Casa Rosada. Así dio muestras, una vez más, de su sentido de la oportunidad y de su poder indisimulable en el esquema oficial.
El apoyo al ministro que busca desde hace meses cerrar la reestructuración de la deuda llegó en momentos en que los bonistas liderados por BlackRock le corren el arco y apuran para conseguir una nueva concesión: pese a las restricciones y a la crisis, el Gobierno ya mejoró en 16.000 millones de dólares la oferta inicial que se hizo en abril, de acuerdo a los datos de la consultora ACM. Pero, además, CFK apareció en un contexto en el que el Círculo Rojo presiona por un cambio de gabinete y un sector del Frente de Todos agita versiones de que puede haber un reemplazo de Guzmán que sintonice con “el plan” que reclama el establishment. “Ella está diciendo ‘no se confundan y hasta acá llegamos’. Es un mensaje para los fondos y también para los que le están serruchando el piso a Martin desde adentro”, interpretó ante Letra P un empresario de los que suele visitar a Cristina y hablar sobre el tema de la deuda.
Contra lo que se dice y más allá de la afinidad de la vicepresidenta con Joseph Stiglitz, CFK no conocía a Guzmán ni lo recomendó para su cargo. Fue el Presidente el que lo eligió a último momento, después de que ella vetara al candidato Martín Redrado y naufragaran otros market friendly como Guillermo Nielsen y Emmanuel Alvarez Agis. Sin embargo, en el entorno de Cristina hoy reconocen que ella después “compró” al ministro y que lo ve como “el único” que está haciendo las cosas relativamente bien, en el contexto general de malas noticias que se combinan con las debilidades que exhibe el gobierno.
EL DRAMA DE LA DOCTORA. La señal de la socia mayoritaria en el paquete accionario del peronismo busca contrarrestar el conglomerado de fuerzas que apuran a la Argentina a ceder más para evitar el default a cualquier precio y para beneficio principal de las grandes empresas del sector privado. Además, pone sobre la mesa la dificultad que un eventual reemplazante de Guzmán debería afrontar para no ser sinónimo de claudicación: pasar el filtro de los dos, presentar un certificado único a prueba de nuevas frustraciones y generar un consenso mínimo entre los votantes del FDT.
Según afirman en el oficialismo, la advertencia de la Cristina que llamó a su socio en público a “no equivocarse” llegó en un momento de comunicación no tan fluida entre AF y CFK.
Por ser un apoyo y no una daga envenenada, el nuevo mensaje de Cristina no tuvo ni de cerca la repercusión que consiguió la nota de Alfredo Zaiat que viralizó en las redes sociales la semana pasada, con críticas al contrato social que Fernández puso en escena el 9 de julio y a la derecha empresaria Clarín y Techint. Sin embargo, todo indica que deben leerse como parte de la misma composición. La vicepresidenta busca un equilibrio en el peor de los contextos, con un gobierno tan abrumado por el doble frente de la deuda y la peste como condicionado por un frente social-empresario que no le permite avanzar en casi nada.
Dada la particularidad de una alianza donde el mayor caudal de votos responde a la vicepresidenta y gran electora, no le resulta fácil. Sólo el grupo pequeño de sus colaboradores más íntimos conoce el drama de la doctora: cuando critica, lastima la autoridad del Presidente y da pasto a las fieras que buscan quebrar ese vínculo; cuando respalda por demás, puede delatar la debilidad que se advierte en Fernández; cuando calla, permite el avance de los buitres que operan dentro y fuera del oficialismo para arrinconar al cristinismo y condicionar al profesor de Derecho Penal.
“A diferencia de otros, ella se cuida y mucho. Sabe que si tira del mantel, vuela todo por los aires”, asegura uno de sus incondicionales.
Ansiedades al margen, con la obsesión -de ella y de sus enemigos- por la batalla judicial, CFK apoya el rumbo general del Presidente ante al avance de la pandemia y frente a los bonistas. Discute sobre todo la política con respecto a los vengadores de Comodoro Py y lo más difícil de resolver: cómo y con quién salir del estancamiento. Es un aspecto en el que la exsenadora parece no desviarse de aquel libreto que la acompañó hasta el final de su gestión, con restricciones de todo tipo.
Según afirman en el oficialismo, la advertencia de la Cristina que llamó a su socio en público a “no equivocarse” llegó en un momento de comunicación no tan fluida entre AF y CFK, pero parece haber quedado atrás. Eso dicen a un lado y a otro. “Ya pasó la calentura. No era un jueves cualquiera y los dos interpretaron el tema distinto. Alberto quería contrarrestar el acto de la oposición rabiosa y sumar al campo. Y a ella le pareció mal que no la invitaran y pusieran a los empresarios en primera fila”, le dijo a Letra P uno de los miembros del gobierno que mantiene el raro privilegio de hablar con los dos. Lo cierto es que la vicepresidenta no acepta casi nunca la invitación a los actos en Olivos, salvo honrosas excepciones como -precisamente- la del día en que Fernández, Guzmán y los gobernadores presentaron la primera oferta por la deuda. Cerca del Presidente algunos hacen autocrítica y dicen que Cristina merece estar al tanto de los actos oficiales, pero otros deslizan con ironía que quiere que la inviten para poder decir que no. A los efectos prácticos, las partes acuerdan. Se supone que no se volverá a repetir para evitar que cuestiones menores detonen tensiones mayores, antes de tiempo.
¿SON LO MISMO? Cuando CFK compartió la nota de Zaiat, al lado de Fernández comenzaron a responder que el acto del 9 de Julio iba en la misma línea que el acercamiento que Máximo Kirchner inició vía Sergio Massa con altos exponentes del establishment como Jorge Brito, Marcos Bulgheroni y Marcelo Mindlin. Verosímil o no, los leales a Cristina no se asustan tampoco con esa contradicción. La vicepresidenta y el jefe de la Cámara de Diputados cumplen roles específicos en la alianza de gobierno, tienen miradas diferentes sobre algunos temas y, sobre todo, están en tiempos distintos: en lo personal y en lo político. La madre está de regreso después de haber llegado a lo más alto, con la preocupación de defender en el presente lo que considera su legado, un ejercicio que intenta volver compatible a este ensayo del Frente de Todos con la experiencia pasada del Frente para la Victoria. El hijo está iniciando un camino, crece en relación con el poder real y apunta a probarse en el futuro el traje de heredero con un libreto que muchos asimilan al de aquel Kirchner del diálogo radial. “Los que piensan que respalda todo lo que hace Máximo no la conocen. ¿O ella no discutía con Néstor?”, preguntan al lado de la vice.
Garante de aquel pasado que todavía hoy encarna en votos, Cristina también hace un equilibrio difícil. Aunque se muestra más firme que un Fernández por momentos inestable y contradictorio, hace un esfuerzo -que no se ve- para aprender el rol de la moderación en el contexto más complicado para el país y para su gobierno.
Por Diego Genoud – Letra P