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El error de entregar a La Doctora

Comodoro Py era un Stradivarius que emitía murmullos de ángeles. Por Jorge Asís

El error de entregar a La Doctora

“¿Y yo soy la chorra?”

El máximo error del sistema político fue entregar a La Doctora.
Javier Milei, El C-Boy, lo define, con relativo acierto, como «la casta» (ver al respecto “Casa Casta”, Sudamericana, 2013).
Sistema estructuralmente corrupto que de ningún modo se depura -o se purga- por entregar un valioso protagonista.
Menos aún un protagonista femenino. Cuestiones selectivas de género.
Porque cuando se abren las puertas del infierno, se abren para todos.
Y cuando los corruptos naturales (los que abundan y aún no fueron desenmascarados) critican por los medios la corrupción, a la “delincuente condenada”, se arriesgan a las devoluciones.
Las réplicas. Aunque no sean registradas por los grandes medios. Trascienden por los efectos de los populares modos de comunicación.
El fenómeno va más allá del caso específico de La Doctora. Quien -con todo su derecho- dispone de información detallada acerca de lo que roban las primeras figuras. O robaron.
Podría, perfectamente, indagarse:
“¿Y yo soy la chorra?, entre todos estos hijos de p… que se la llevan y se hacen los honorables”.

La Doble J

El venerable mamotreto de 1.600 folios que fundamenta la condena a La Doctora es infinitamente menos entretenido que la cantidad de libros especializados en tratar la corrupción del ciclo kirchnerista.
(Ver Hugo Alconada Mon, Nicolás Wiñaski, Luis Majul, etc.)
En su primer tramo, Néstor Kirchner, El Furia, supo desplegar su concepción recaudatoria de la política para inspirar los grandes desatinos que hoy se juzgan. Y condenan a su heredera.
Pero mientras El Furia (para “la política”) recaudaba a bolsos llenos, los jueces espiritualmente controlados se mantenían felices como abuelitas en Navidad.
Y los grandes medios -radiales, gráficos, televisivos- “colaboraban” con el insumo valioso del silencio.
Por entonces, La Doble J dirigía la orquesta y Comodoro Py era un Stradivarius que emitía murmullos de ángeles.
El Furia mantenía contentos a los directivos de medios. Con museos humanitarios o con pautas conmovedoras.
Llevaba de la mano a los directivos del Gran Diario con la zanahoria de la histórica megafusión. Consumían en Olivos los horribles “churrasquitos hervidos”.
Pero antes de resolver los desbarajustes que había generado, El Furia comete la insolencia de morirse.

Es cuando entra a tallar la influencia moral de El Bolivariano, que también pronto iba a morir (para acelerar la declinación de Venezuela, gran país convertido en chicana).
«Se comieron la estrategia de los gringos», dijo El Bolivariano.
“La demonización de Irán, que nada tuvo que ver con el estallido de la AMIA. Lo clavaron por decisión de la CIA y el Mossad”.
Es el origen del Pacto (Trucho) con Irán. Deriva en la Tragedia de Nisman. Antesala, en efecto, del final.
La Doble J fue desmantelada.
Después de una amena comida social, intentaron asesinar al J2. Fue ametrallado en una esquina porteña mientras circulaba en automóvil. El Fercho lo salvó por su pericia.
Otra partida de cruzados profesionales fue dirigida para eliminar a J1.
Pero los brutales volvieron con un muerto equivocado.
Al contrario de lo interpretado por los distraídos esquemáticos, El Furia rendía pleitesía geopolítica a Estados Unidos.
Mientras pacientemente recaudaba (para “la política”), utilizaba para insultar a Irán durante los primeros minutos de su mensaje en la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Una manera elegante de acariciarle la rodilla al imperio. Como lo hizo con George Bush junior, en la visita de estado que La Doctora nunca pudo, como presidenta, conseguir.

La política explica lo que la Justicia condena

Munidos de una pasión estremecedora por la obviedad, los jueces sentencian que Lázaro Báez, El Resucitado, era el industrial preferido. «Del comisario».
“Configura -consignan- un cuadro de certidumbre».
Pero Néstor y Lázaro facturaron juntos desde que El Furia era el gobernador de Santa Cruz.
Usufructuaban la hegemónica decadencia de la Constructora Gotti, verdadero antecedente de Austral Construcciones.
Empresa -Austral- obsequiada gratuitamente a Lázaro por El Porteñito (ver “Inverness, Escocia”).
Y aluden, como eje condenatorio, a un decreto dirigido de 2009. Cuando El Muerto se ocupaba, sin rendir cuentas, de Santa Cruz. Y aún no había cometido la insolencia de morirse. Y cuando mandaba él.
La Política explica lo que la Justicia condena.
A la vertiente patológica –acaso delictiva- del kirchnerismo, se la ataca tardíamente y mal. Pero el kirchnerismo se defiende peor.
Es un juego de equívocos que termina con La Doctora entregada. En vísperas de la apertura de las puertas del infierno.
Los informados saben que los negocios ocurrieron. Pero saben también que La Doctora no tuvo un pepino que ver. Aunque «tenía la obligación de saber».
Como conocen de memoria el festival de negocios que persisten y se silencian.
Mantienen, como beneficiarios exclusivos, a los políticos honorables que son miembros del elenco estable del Canal Uganda.
Señores asustados por las tecnologías que circulan y no se pueden detener. Incapacitados para justificar la contabilidad blanca. No resisten siquiera una investigación visual.
Condenadores de la corrupción, pero de la que se benefician. Y que aceptan, en privado, que dejar caer a La Doctora fue el peor error.
Compartido, acaso, por los denunciadores vocacionales de hechos de corrupción que persisten gracias a la onda de la transparencia.
Pero con una selectiva aplicación de sus dogmas.
Son quienes se desorientan ante las irregularidades que se conocen y que aquí (por concepción editorial) no se van a tratar.
Pertenecen a su propio palo político. O a los asociados en “la coalición electoral”.
“Tené cuidado con los tuyos”, se le advirtió al honorable porteño que no alcanza a ocultar la fortuna acumulada.
“Estás asociado a denunciadores que ya no encuentran a quién denunciar de la oposición. En defensa propia, te miran a vos”.
La anticorrupción selectiva atraviesa una situación incómoda.
“Son caros, y necesitan renovar”.

Embocados

El amplio abanico del kirchnerismo se moviliza con más bronca que ideas. Contra la “la proscripción”, es la consigna.
Imponen el tema judicial en el primer plano. Se embocan solos. Se introducen en la red.
Asumen, con hidalguía, el riesgo de extinguirse.
Sin La Doctora como candidata, la fuerza propia interesa menos.
Eduardo de Pedro, El Wado, es la aceptable apuesta habilitada por La Doctora para seducir al centro.
Las algaradas de Andrés Larroque, Palomita Blanca, resultan útiles para mantener sesgos artificiales de entusiasmo entre los cuarentones tardíos de La (Agencia de Colocaciones) Cámpora.
Y Máximo, El Influencer, presidente del Partido Justicialista de La Provincia Inviable, mantiene el aspecto duro -y el discurso inflamado- de un militante del Partido Obrero.
Para el cierre, con La Doctora candidata ingresan, en efecto, en la trampera.
Embocados. Para defender a “la delincuente”. Contra la hipocresía conjunta del sistema político que no paga aún el error de entregarla al «matadero de Echeverría”.