La Nueva York anti-Trump consagró a un inmigrante musulmán y socialista. ¿El auge de las nuevas derechas deja espacio para un rebrote progresista en Argentina?
El desafío de escala internacional que las derechas ultras y extremas les plantean a los progresismos –a un sector del peronismo en Argentina, por ejemplo– y a la propia noción de democracia invita a buscar respuestas nacionales en base a ejercicios de política comparada.
Esa tentación se hizo irresistible tras la ola demócrata que arrasó en el primer test electoral parcial que debió enfrentar Donald Trump en los Estados Unidos, que contó con el interesantísimo capítulo neoyorquino protagonizado por Zohran Mamdani.
Ese conjunto de acontecimientos contrastó con el triunfo de Javier Milei en las recientes elecciones legislativas, frente al cual poco pudieron hacer el peronismo, la izquierda y el disperso el progresismo. Eso genera un debate intenso en medios políticos e intelectuales sobre cómo debería encarar su reconstrucción el movimiento que fundó Perón, principal sector de la oposición real, de cara a 2027.
El reflejo del boom Mamdani en Argentina
La proeza de Mamdani, alcalde electo de Nueva York con más del 50% de los votos emitidos, fue leída en Argentina como una lección sobre la necesidad de espejar a la extrema derecha, confrontando con ella en todos los terrenos: perfiles, ideología, narrativa y radicalidad programática.
No es para menos. El hombre, de sólo 34 años, no esquivó el cuerpo a cuerpo que le planteó el presidente republicano, quien amenazó con desfinanciar a la ciudad si elegía a "un comunista".
Además, es inmigrante –nació en Uganda de padres indios–, se declara musulmán chiita, califica de "genocidio" lo hecho por Israel en Gaza y defiende la causa palestina en la ciudad que es cuna de lo más poderoso y conservador del lobby proisraelí.
Asimismo, milita en el ala más izquierdista del Partido Demócrata. "Soy un socialista democrático", se define, a la vez que reivindica como su mentor al veterano senador Bernie Sanders, un hombre que ha logrado convertirse en animador de las últimas primarias presidenciales, pero sin quedar nunca ni cerca de dar un batacazo.
Mamdani representa todo lo que la ultraderecha estadounidense detesta, estigmatiza y pretende expulsar del "cuerpo" social.
Más que Nueva York, una ola anti Donald Trump
Sin embargo, el dato curioso de su ascenso no oculta que los demócratas se llevaron casi todo lo que estuvo en juego a lo largo y a lo ancho de los Estados Unidos.
Mikie Sherrill, una expiloto de combate de la Marina, se convirtió en gobernadora electa de Nueva Jersey. Otra mujer, Abigail Spanberger, una exagente de la CIA, hizo lo propio en Virginia, hasta ahora territorio republicano, donde dijo que se impuso "el pragmatismo sobre el partidismo".
Además, candidatos demócratas ganaron o retuvieron alcaldías importantes como las de Detroit, Cincinnati, Pittsburgh y Atlanta y se quedaron con cargos de fiscal general, jueces y hasta una consulta promovida por el gobernador de California, el combativo antitrumpista Gavin Newsom, para vengar –así, literalmente– en su estado el rediseño de los distritos electorales que los republicanos de Texas hicieron en su propio beneficio. ¿Qué tiene todo eso en común?
Razones de un voto castigo contra Donald Trump
"Que Trump no haya estado en las boletas y el shutdown fueron las dos razones por las que los republicanos perdieron las elecciones", posteó, ni bien se conocieron los resultados el martes a la noche, el presidente en su red social, Truth (Verdad).

Es indudable la centralidad política del jefe de la Casa Blanca, conquistada en base a frases rimbombantes, insultos, decisiones polémicas, audacias, amenazas y cambios de rumbo desconcertantes. Nada que extrañe en la Argentina.
Sin embargo, las encuestas no le vienen dando bien. El promedio de sondeos que realiza el sitio RealClearPolitics arroja un 54,5% de desaprobación a su gestión, más de 11 puntos porcentuales por encima de los respaldos. Estudios puntuales han elevado ese rechazo hasta al 63%.

Una causa de ese deterioro –pronunciado en los últimos días– puede radicar en los agotadores factores mencionados, pero en lo profundo cuenta con causas muy tangibles.
Una, la guerra arancelaria contra China, que va y viene y ha provocado tensiones en precios sensibles como los de algunos alimentos; otra, el cierre de la administración pública por falta de acuerdo presupuestario en el Congreso, que mantiene sin trabajo y sin ingresos a unos 670.000 empleados federales y a 730.000 con la obligación de atender sus tareas esenciales, pero sin cobrar.
Un dato conocido pero impactante que queda iluminado por esa situación es el peligro de suspensión de la ayuda alimentaria que reciben nada menos que 42 millones de personas, 12% de la población del país más rico y poderoso del mundo.
El shutdown que comenzó el 1 de octubre no es el primero, pero ya es el más largo de la historia. Trump culpa a los demócratas, que no prestan su consentimiento a planes presupuestarios lesivos para el gasto social, en especial en lo que hace a las partidas necesarias para el mantenimiento de los subsidios al programa de salud conocido como Obamacare, lo que se está traduciendo en incrementos explosivos de las primas de todos los seguros sanitarios. Sin embargo, los republicanos fueron los castigados: es natural, ya que no sólo controlan la Casa Blanca, sino también las dos cámaras del Congreso.
Entre vencedores que son nativos e inmigrantes, protestantes y musulmanes, exagentes de la CIA y socialistas, surgen algunos elementos comunes. Lo del martes se inscribió en una ola nacional de voto castigo a Trump y una apuesta de diversos electorados locales a programas que repudian realidades como el cierre de la administración, la desigualdad de ingresos, los recortes presupuestarios y el costo de vida.
La intervención de la Guardia Nacional en diversas ciudades en redadas antiinmigrantes, cuya violencia y hasta separaciones de familias son registradas cada día en las redes sociales, influyó también en el ánimo del electorado más progresista y el perteneciente a minorías étnicas, dato especialmente relevante para el éxito de Mamdani.
Así las cosas, conviene optar por la prudencia cuando se traslada automática y acríticamente a la situación argentina el caso de Nueva York. Primero, porque Mamdani fue el único demócrata realmente de izquierda en imponerse, mientras que otros vencedores fueron demócratas más bien centristas y hasta miembros del establishment de seguridad. Segundo, porque la agenda socioeconómica local, en la que se coló llamativamente el salvataje de 40.000 millones de dólares a Milei, es muy particular. Tercero, porque hay realidades que, simplemente, son demasiado diferentes.
La vía Mamdani al progresismo y el puente con Argentina
Lo anterior puede constatarse analizando incluso el caso más llamativo, el de Mamdani, tomado por quienes aseguran en Argentina que una estrategia opositora frente a la extrema derecha gobernante debería replicar la radicaldad del alcalde electo.
Su narrativa fue efectivamente confrontativa. Al celebrar su victoria en Brooklyn, dijo en TV: "Donald Trump, sé que me estás mirando. Sólo tengo cuatro palabras para vos: ¡subí más el volumen!". Y siguió. "Nueva York seguirá siendo una ciudad de inmigrantes, una ciudad construida por inmigrantes, impulsada por inmigrantes y, a partir de esta noche, liderada por un inmigrante", arengó.
Su estrategia de campaña fue innovadora por haber constituido una reivindicación de la militancia territorial en la era de las redes sociales y el microtargeting. Mamdani, un legislador local prácticamente desconocido al inicio de la campaña para las primarias, trabajó con una base leal de 100.000 militantes que llevaron a cabo un enorme trabajo puerta a puerta y de llamados telefónicos, inteligentemente enfocado en ir a buscar a ciudadanos que no suelen votar. Se concentraron en distritos especialmente progresistas, en los habitados por musulmanes y electores de origen en el sur de Asia especialmente afectados por la crisis del costo delos alquileres.
Con esas herramientas, a las que siguió el trabajo de redes, más el voto demócrata tradicional, presentó un programa muy audaz para motivar a esos ciudadanos habitualmente indiferentes: creación de un programa universal de cuidado infantil, expansión de la red de transporte público, pasajes de colectivo totalmente gratuitos, congelamiento de los alquileres y construcción de una red de comercios de alimentos estadual con precios bajos, entre otras rarezas en la era del mercado libérrimo y el odio al Estado.
"Comunismo", denunció Trump y difundieron sus repetidoras en Estados Unidos y también en la Argentina mileísta. En tanto, otros se entusiasmaron con "el populismo que le gusta a la gente" y salieron a proponer una mayor radicalidad de propuestas.
Mamdani sabe que debe financiar esos proyectos y para eso prometió aplicar un impuesto extra a los neoyorquinos que ganen más de un millón de dólares por año. Es el 0,1% de los privilegiados en los que Bernie Sanders ha puesto la mira por años o, como dijo Mamdani, "como mucho el 0,2%".
Beneficiar de ese modo a las mayorías, con recursos aportados por minorías largamente privilegiadas, y sin que eso suponga matar la inversión y la actividad es progresismo. Distribuir inflación tiene otros nombres.
Nueva York no es cualquier ciudad. Es la capital mundial de las finanzas y cuenta con una concentración de personas ricas sin paralelos globales. ¿Es asimilable esa agenda en un país frágil, sin reservas y endeudado y condicionado por el FMI y, ahora, por los Estados Unidos de Trump?
¿Lo es por parte de una oposición local que todavía no atina a diseñar políticas públicas que se financien en base a impuestos justos y razonables, y no sobre el supuesto conservador de un gasto inflacionario que socializa los costos justamente entre quienes se promete beneficiar?
Si la gobernadora demócrata del estado, Kathy Hochul, quien apoyó a Mamdani pero teme sufrir un descreme de contribuyentes ricos, vence sus dudas, Nueva York marcaría un camino para otras ciudades, estados y países, pero en cada caso en la medida correspondiente.
La Argentina empobrecida, sometida a un modelo de desguace y desorganización nacional, sigue lidiando con la necesidad de una estabilización que se prueba difícil y que, aunque poca gente lo vea, podría desmoronarse por la base inequitativa sobre la que se la intenta construir. Sus problemas son, a la vez, más acuciantes y complejos de resolver, lo que dificulta el copy and paste del fenómeno neoyorquino.

Por Marcelo Falak-Letra P

