La Argentina siempre ha tenido un aprecio especial por la educación universitaria pública. Ya no es solamente la clase media burguesa la que va a la universidad. La clase media baja también lo hace. Y esas familias que eran de clase media y hoy están por debajo de su situación habitual, entienden que la educación superior para sus hijos es lo único que las va a salvar de la pobreza.
Una gran movilización que tiene que ver con dos planos de la realidad, la que se produjo hoy en Buenos Aires, en relación con la situación presupuestaria de las universidades públicas y, sobre todo, de la Universidad de Buenos Aires.
¿Cuáles son esos dos planos? Un plano tiene que ver con números, objetivos, tiene que ver con el progreso o la regresión presupuestaria del sistema universitario y de la educación terciaria en general y específicamente de la UBA.
El presupuesto de la Universidad de Buenos Aires ha ido cayendo en los últimos años. Pero, sobre todo, ¿cuál es el escalón actual? Ha ido con altibajos, 2019-2020 más o menos parecido, un incremento del 2020 al 2021 de 10%. Después, una caída del 22% en 2022, se mantiene en el 2023 y, ahora, una caída entre 2023 y 2024, de 72% en las transferencias del Gobierno nacional a la Universidad de Buenos Aires.
Esto va de la mano con la situación de toda la universidad pública. Si uno mira los últimos años, el presupuesto que el Gobierno nacional le dedica al sistema universitario va desde el 0,6% al 0,8% del PBI. Paradójicamente, más allá de los prejuicios que existen respecto del PRO, el pico de ingresos al sistema en los últimos años, o el pico de participación en el Producto Bruto, lo tuvo con Mauricio Macri, 0,8 en el 2018. Ahora, cayó de 0,6 a 0,2.
Los números de la UBA se proyectan de la misma manera en el sistema universitario general. Esto es lo que moviliza a los que están metidos en el tema, a la dirigencia universitaria, a las organizaciones políticas estudiantiles ligadas a la vida universitaria.
Ahora, pareciera que hay otro fenómeno, mucho más general, que requiere atención y probablemente esté detrás de la movilización de hoy. Estas novedades y estas tradiciones. Las dos cosas. ¿Cuál es la tradición? Un aprecio especial que tiene la Argentina por la educación pública universitaria desde siempre: “Mi hijo el doctor”, es decir, el sueño argentino de ascenso social a través de los estudios y a través de la obtención de un título universitario. Eso atraviesa todas las generaciones. Y a todos los gobiernos que se metieron con la universidad, en ese campo les fue mal, aunque en otros campos hubieran sido exitosos. Esto es lo tradicional.
¿Cuáles son las novedades? Primera novedad: hay más universidades. Y sobre todo, en el conurbano bonaerense. Se ha plagado el conurbano de universidades. Se puede discutir si tiene que haber tantas o no, pero hay mucho más compromiso de la vida de la gente, sobre todo en el conurbano bonaerense, con la universidad. La toca más de cerca.
En un segundo gráfico, desarrollado por el director de Planificación Productiva de Fundar, Daniel Schteingart, se indica la cantidad de gente en relación con la población del país que estudia en el nivel terciario, según datos de la UNESCO. Hoy, estamos en 8%; en 1994, estábamos en el 3%. Es decir, más de el doble de la cantidad de argentinos, en relación con la población, participa de la vida de la universidad. Es decir, toca mucho más gente.
Segundo tema. Tiene que ver con lo dicho anteriormente sobre el conurbano. Ya no es solamente la clase media burguesa la que va a la universidad. La clase media baja, podríamos decir, también está conectada con la universidad. Y acá nos encontramos con un fenómeno muy de época, que es que desde hace 20, 25 años, la clase media cae a la clase baja, y cae con un vértigo dolorosísimo, con una gran frustración. Y muy probablemente, esas familias que eran de clase media y hoy están por debajo de su situación habitual, entienden que la universidad para sus hijos es lo único que las va a salvar de ese destino.
¿Qué estoy diciendo? Que, probablemente, el gobierno esté mirando en la universidad algo que existe: las cajas, los curros, una dirigencia casi sindical muy entreverada con negocios. Con una casta. Pero puede ser que detrás de eso haya otra cosa, un sueño argentino, que el Gobierno debería conectar con él. Puede que haya la posibilidad de revertir una frustración que tiene que ver con el estancamiento económico de las familias argentinas de hace muchísimo tiempo. Cuidado, Javier Milei, con eso, porque de ese ambiente sí puede salir una ola en contra que, inclusive, supere a los que hoy quisieron politizar la marcha. Tal vez la vea, tal vez no la vea, según los códigos del Gobierno.
Por Carlos Pagni-TN