El periodista Alberto Dearriba rememoró las jornadas del 23 y 24 de marzo de 1976 y recordó que la presidenta constitucional María Estela Martínez de Perón pensaba que “haciéndole ofrendas a los militares” tenía controlada la situación.
El periodista Alberto Dearriba rememoró las jornadas del 23 y 24 de marzo de 1976 en vísperas de un nuevo aniversario del golpe de Estado, recordó detalles que investigó para un libro y reflexionó sobre el rol del poder judicial en los días previos y posteriores al inicio de la dictadura, cuya irrupción, dijo, coincidió con la primacía en el país de “los organismos financieros internacionales”.
A 47 años del derrocamiento de la presidenta constitucional María Estela Martínez de Perón, Dearriba aseguró que el asalto a las instituciones por parte de las FFAA no tuvo “resistencia” en la sociedad argentina y señaló además que la propia ‘Isabelita’ pensaba que para la jerarquía militar y sus aliados el golpe era inncesario porque su ministro de Economía de entonces, Emilio Mondelli, ya “les había dado todo lo que querían”.
El 24 de marzo
Al revivir los acontecimientos anteriores al 24 de marzo, que recopiló y estudió para su libro “El Golpe, crónica del último asalto militar al poder”, Dearriba observó que la jefa de Estado pensaba que “haciéndole ofrendas a los militares” tenía controlada la situación, un diagnóstico que resultó a todas luces fallido pero que ‘Isabelita’ mantuvo hasta las horas finales.
En diálogo con Télam, el periodista recordó incluso que el intendente de Avellaneda en aquel momento, Herminio Iglesias, visitó a la mandataria en fechas cercanas al 24 de marzo para alertarla sobre los rumores de golpe de Estado pero ella, siguió Dearriba, desoyó la advertencia y le respondió haciendo alarde de seguridad: “No va a haber ningún golpe porque el plan Mondelli les ha dado todo lo que querían”.
Dearriba reconstruyó esa anécdota para ilustrar el final del tercer gobierno peronista y en paralelo mencionó las mutaciones del poder económico que se apropió del Estado de la mano de la junta de comandantes conformada por Jorge Rafael Videla (Ejército), Emilio Massera (Armada) y Orlando Ramón Agosti (Fuerza Aérea).
En su libro sobre el golpe de 1976, cuya primera edición se lanzó en 2001, el periodista y escritor recoge testimonios, documentos y diarios de la época para reconstruir los meses previos al asalto militar y especialmente las jornadas del 23 y 24 de marzo, porque quería “esclarecer cómo se habían desarrollado los hechos para llegar al golpe”, confió.
El autor, que trabajó en las redacciones de diarios como La Voz, Página/12 y El Cronista y fue también presidente de la agencia Télam, resaltó que el 23 de marzo de 1976 “los ministros de ‘Isabel’ estuvieron hasta tarde en la Casa de Gobierno esperando para ver si había un golpe esa misma noche o cuándo iba a ser”.
“En realidad, (el golpe) se desarrolló el 23 de marzo pero se habla del 24 porque la concreción está dada por el apresamiento de la Presidenta, que se hizo después de las 12 de la noche”, precisó el periodista al referirse a la jornada que perduraría en la historia como el inicio de la última dictadura cívico-militar, un día que en 1976 cayó miércoles.
Sobre aquella noche del 23 al 24 de marzo, Dearriba contó que la mandataria inició un viaje en helicóptero hacia la Quinta Presidencial de Olivos que sin su conocimiento fue desviado hacia el Aeroparque Metropolitano.
“Los pilotos estaban confabulados. Aeroparque estaba a oscuras, con francotiradores dispuestos en distintos puntos de la pista”, relató, y explicó que tras tocar tierra ‘Isabel’ fue secundada por oficiales “hasta las oficinas de la base militar en Aeroparque”, donde a las 3.10 de la madrugada el general del Ejército José Rogelio Villarreal “le informó que las Fuerzas Armadas habían decidido tomar el control del país”.
El periodista destacó que se trató de “una noche muy tensa” en la que “mientras se sucedían reuniones desembarcaban tropas de la Marina en el Apostadero Naval Buenos Aires”.
“Pero no tuvieron muchas necesidades, ni siquiera de tirar un tiro, porque nadie salió a defender a ese Gobierno”, evaluó, y en ese sentido juzgó que “no hubo en la sociedad argentina una resistencia al golpe, que caía solo, y era algo cantado que iba a ocurrir”.
Por otro lado, Dearriba calificó al último asalto castrense a la conducción del Estado como “el golpe de todos los golpes” y luego advirtió que en la Argentina “ya no veremos” ese tipo de interrupción de los gobiernos democráticos, porque ya no resulta necesaria.
Dearriba analizó que hoy “sería ridículo, absurdo e impensado que una columna de tanques avance por la Avenida de Mayo hacia la Casa de Gobierno”, pues, sostuvo, “el poder ya no está allí”.
En esa línea, consideró que “el poder hoy son los organismos financieros internacionales”, cuya influencia creció desde fines de los ’70 como parte de un proceso continuo de consolidación del sector financiero dentro del empresariado, y destacó que “ese poder comenzó a cernirse sobre Argentina” justamente a partir del 24 de marzo de 1976.
El periodista también recordó una conversación que mantuvo en el año 2000, poco antes de la fecha de publicación de su libro, con el genocida Emilio Eduardo Massera, a quien visitó en una quinta ubicada en General Pacheco, donde el exjefe de la Armada se encontraba cumpliendo prisión domiciliaria.
“En el libro no figura ningún reportaje porque yo no le iba a hacer un reportaje a un dictador. Yo, lo que quería, era sacarle información”, explicó sobre aquel encuentro.
Dearriba describió a Massera como “el más político” de los tres jefes que integraban la junta de comandantes, ya que, acotó, “tenía la pretensión de constituir un movimiento y llegar al gobierno democráticamente”.
“Él (por Massera) me dijo que en esa época (por los meses previos al 24 de marzo), cuando iba al hipódromo, se encontraba con mucha gente que le decía: ‘¿Cuándo van a salir ustedes al final?'”, agregó, para referirse al apoyo implícito de sectores civiles del que las FFAA se valieron para consumar el golpe.
En cuanto al rol de jueces y fiscales a partir de 1976, el autor consideró que la Justicia “miraba para otro lado” y subrayó que “al no hacer nada, convalidó” lo que hacía la dictadura.
“Ellos huelen la situación política y actúan en ese sentido. El cambio se da automáticamente en la medida en que se modifica el Ejecutivo”, sentenció Dearriba sobre el accionar de los magistrados, y recordó que la mayoría de los juzgados “no atendían los hábeas corpus de los desaparecidos, que era lo que tenían que hacer para apoyar al gobierno militar”.
Por Marina Jimenez Conde – Telam