Los ataques sexuales, en su gran mayoría, ocurrieron en un edificio de la calle Cuba al 2900, entre los años 1995 y 2019. El acusado, de 63 años y nacionalidad paraguaya, fue detenido hace una semana por la Policía de la Ciudad de Buenos Aires. Entre las víctimas hay hijas de familiares del acusado, amigas de su propia hija y hasta menores que cuidaba su mujer en la portería del noveno piso. Algunas de ellas fueron encerradas en el cuarto donde el encargado guardaba sus elementos de trabajo.
Natalia (su verdadera identidad fue preservada para proteger su intimidad) no aguantó más. Tenía 29 años y estaba viviendo en el interior del país, cuando finalmente decidió denunciar por abuso al portero del edificio del barrio porteño de Núñez en el que vivió hasta 2019. Habían pasado veinte años del primer ataque, pero las heridas seguían abiertas. Poco después de vomitar toda su verdad, una de sus mejores amigas y también víctima de la misma persona, tomó coraje y contó su calvario. Dos años más tarde, con una abrumadora cantidad de pruebas reunidas y cinco víctimas más, el hombre al que había denunciado con tanto miedo fue finalmente detenido por la Policía de la Ciudad de Buenos Aires.
Isidro Álvarez (63) es el nombre del abusador. Nació en Paraguay, pero hace 33 años que vive en Argentina y 43 que está en pareja con María Antonia Vega Méndez, concubina y testigo de muchos de los abusos ocurridos entre los años 1995 y 2019. Fue arrestado la semana pasada en un operativo de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires. Desde 1992 vivía en el noveno piso de una torre ubicada en la calle Cuba 2986.
Natalia, como las otras seis víctimas del portero, encaró el duro proceso judicial con el patrocinio gratuito de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA). María de los Ángeles Giménez y Walter Reinoso, a cargo de la comisión 1309, acompañaron estos años a las víctimas desde que se abrió la causa con dos denuncias, y en pocos meses se sumaron otras cinco más.
Las abusadas en su mayoría tenían entre 7 y 11 años cuando fueron atacadas en la portería del edificio, el cuarto donde guardaba sus elementos de trabajo o el ascensor del edificio. Entre ellas hay hijas de sus familiares, amigas de su propia hija y hasta menores que cuidaba su mujer en el noveno piso.
“Nosotros estamos dando asesoramiento jurídico, pero sobre todo acompañándolas. Se armó un equipo interdisciplinario a la vez. Se trata de coordinar con la gente de la facultad de Psicología también a través del programa del hospital de Clínicas de Tratamiento Psicológico. Estamos trabajando conjuntamente en un tema que nos costó dos años de investigación”, cuenta a PERFIL Giménez, del equipo jurídico de la UBA.
En las últimas horas, el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional N° 34 de la Ciudad de Buenos Aires dispuso el procesamiento del portero por el “abuso agravado” de siete víctimas y el delito de “corrupción de menores agravada”.
Para la Justicia, de los relatos obtenidos en la causa “se advierte un patrón de conducta” del acusado, “quien en conocimiento pleno de todos los sitios del edificio donde vive y además trabaja como encargado”, cometió los abusos.
“Para ello –según se detalla el dictamen– utilizó el ascensor del inmueble, el cuarto donde guarda los elementos de trabajo de acuerdo con su oficio de encargado del edificio, como su propia vivienda, para perpetrar los múltiples actos abusivos que se le endilgan y que afectaron la integridad sexual” de sus víctimas.
Dos años de investigación
La causa contra el portero se inició en mayo de 2021, cuando Natalia hizo una exposición en una comisaría de la ciudad a la que se había mudado. Allí contó todo por primera vez. Más tarde amplió su declaración. Dijo que cuando tenía entre 8 y 11 años vivía en un departamento del edificio de la calle Cuba 2986. “Cada vez que iba a comprar o realizar mandados, el portero me abría la puerta y luego se metía conmigo en el ascensor donde me bajaba la bombacha y me tocaba con sus manos. Esto sucedió en reiteradas oportunidades en el mismo lugar. Jamás me animé a contar lo que sucedía por miedo a que no me crean como también por la reacción de mi familia”, señaló la joven.
Luego de un tiempo, según recordó, el encargado del edificio desistió de su acción. “Desconozco el motivo –aclaró ella–, igualmente seguí cruzándomelo hasta los 26 años. Al verme murmuraba o decía cosas en voz baja, siempre provocando que me sienta incómoda y me vaya cuanto antes del lugar”.
“Cuando me mudé de la Ciudad de Buenos Aires, me mantuve un tiempo yendo a terapias para hablar de esto. Con el transcurrir de los días fui soltándome y contando lo que había vivido. Asimismo hablé con una amiga de la infancia, quien además es pariente de Isidro, y a quien le pasó lo mismo que a mí, así como a varias chicas más. Por ello tuve la iniciativa de denunciar la situación que sufrí, ya que actualmente este muchacho (por el portero) tiene nietos y se encuentra en un entorno donde hay menores y sería desafortunado que le suceda esto a alguien más”.
Natalia aseguró que los acosos continuaron hasta marzo de 2019. “Me decía que era hermosa y que me amaba. Todas las veces que me lo cruzaba, murmuraba esas palabras. Yo lo ignoraba. Ni lo miraba”, amplió.
Valeria, de 28 años, es otra de las víctimas del portero. Tampoco es su nombre real. En su declaración aseguró que el portero abusó de ella durante la infancia y adolescencia. “Este señor es primo hermano de mi mamá y los hechos sucedieron en el edificio en el que reside y donde trabaja como encargado”, explicó.
La joven contó que cuando tenía 11 años vivió unos meses con su mamá en la casa del portero. “La vivienda era muy pequeña, típica residencia de encargado. Era un departamento de dos ambientes. En el living había una cama cucheta y ahí dormíamos todas”.
Fueron seis meses de terror. “Creo que entre fines de 2006 y principios de 2007, abusó de mí. Yo estaba durmiendo en la cama cucheta de abajo y recuerdo que me desperté, porque sentí que alguien me estaba tocando. Al abrir los ojos, vi que él me estaba sacando el pantalón y la bombacha, para hacerme sexo oral. Cuando se dio cuenta que estaba despierta, me dijo: ‘Callate, hacé silencio’. Luego de eso, se fue como si nada”, apuntó.
“Otra situación que recuerdo –señaló en su testimonio– fue un día donde no había nadie en el departamento; yo estaba en la computadora y él entró, me sacó el pantalón, la bombacha y me tocó metiéndome los dedos, mientras se masturbaba. Luego terminaba y se iba, sin decir nada”.
Al igual que la otra víctima, Valeria contó que después de los abusos fue acosada por el portero de la misma manera que su amiga. “Me decía cosas, que me amaba o lo murmuraba con sus labios. Me decía que era hermosa. Yo lo ignoraba. No respondía nada. Todavía recuerdo su mirada morbosa, cómo se apretaba los labios, me daba mucha vergüenza y asco. Yo pensaba que nadie me iba a creer. Él siempre me daba plata y me decía: ‘No digas nada’. Yo me sentía muy triste”.
Desde que comenzó la investigación contra Isidro, siete jóvenes en total dieron detalles de los abusos. Los relatos coinciden en la mecánica y la descripción del lugar. El acusado, hasta el momento, solo respondió las acusaciones por escrito. Negó todo. “Ninguno de los hechos denunciados sucedieron o, al menos, no he sido yo quien los cometió, por lo que, desde ya, sostengo mi inocencia”, aseguró. Desde el viernes 27 de octubre permanece detenido. Esta semana apeló el procesamiento, pero continuará encerrado.
Por Leonardo Nieva-Perfil