Misiones Para Todos

El loco de Dios

Antes, durante y después de Francisco. Su legado, los candidatos a sucederlo y el contexto global. Miscelánea sobre las elecciones en la Ciudad de Buenos Aires.

El destino — o el azar — decidieron que el papa Francisco falleciera tras el Domingo de Resurrección después de exigirse al máximo para aparecer y estar presente ante más de 35 mil fieles en el día más importante del cristianismo. Su último mensaje preparado, que no alcanzó a leer en persona, estuvo dedicado a la paz y a las personas que sufren. Denunció los asesinatos, la violencia y el desprecio contra los vulnerables; especialmente, los migrantes. Mencionó, como hizo — con una conmovedora cercanía — a lo largo de meses de conflicto, a las víctimas de Gaza, donde la muerte y destrucción han creado “una situación humanitaria dramática y deplorable”. Recordó a los cristianos del enclave, a los que acompañó con llamados diarios mientras su salud se lo permitió. Nada de esto le impidió una condena contundente al antisemitismo ni un nuevo pedido por la libertad de los rehenes. Evocó a las comunidades de Líbano y Siria, la crisis humanitaria en Yemen, y pidió por la paz en Armenia, Ucrania y ante los conflictos brutales y olvidados en la República Democrática del Congo, Sudán y Sudán del Sur, así como en el Sahel y los Grandes Lagos. Y tuvo, también, palabras para las víctimas del terremoto y del conflicto en Myanmar.

Francisco terminó su papado tal como lo empezó. El Papa de las periferias, el de los postergados y de los que sufren. Constructor de una Iglesia pobre, para los pobres, de acuerdo a la prédica de San Francisco de Asís — de quien Jorge Mario Bergoglio tomó el nombre — y al consejo que recibió de su amigo el brasileño Claudio Hummes, exarzobispo de San Pablo, quien falleció en 2022: “No se olvide de los pobres”. Su primer gran gesto como pontífice fue revelador: en 2013 eligió la isla de Lampedusa, símbolo de las tragedias migratorias, como destino de su primer viaje fuera de Roma. Allí, en la frontera entre Europa y África, rindió homenaje a los migrantes fallecidos en el mar y denunció la “globalización de la indiferencia”. Al final, este mismo fin de semana, eligió denunciar el desprecio a los migrantes no sólo en su mensaje Urbi et Orbi, sino en los encuentros que el mismo fin de semana mantuvo su segundo, el secretario de Estado de la Santa Sede, Pietro Parolin, con JD Vance, el vicepresidente católico de Donald Trump. Probablemente haya pasado desapercibido, pero la nota oficial del Vaticano refiere a un “intercambio de opiniones” sobre las cuestiones migratorias y de asistencia internacional en las que el gobierno de Trump hizo bandera de la crueldad y Francisco, de voz de las víctimas. Francisco recibió a Vance luego de eso, el último líder en verlo en audiencia.

El Papa deja un recorrido de doce años de austeridad y cercanía, alejado de las solemnidades rimbombantes que eran propias del cargo. Su expresión de voluntad de ser llamado como “padre Jorge”, al comienzo de su papado, es una pequeña muestra de su visión pastoral, de “pastores con olor a oveja” enfocados en la vida concreta de los fieles. Una definición que aparece relevante frente a las preferencias de los sectores tradicionalistas, acaso mucho más cómodos con su predecesor, Benedicto XVI. La nota de la Oficina del Presidente de la Nación, con sus énfasis y expresiones en latín, fue un buen reflejo de la tensión — no resuelta — entre estos sectores y las miradas reformistas del pontificado de Francisco.

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La impronta del Papa argentino no fue de rupturas, pero sí de reformas y actualizaciones destinadas a una apertura mucho mayor. Donde no hubo cambios en el dogma de fondo, se permitió abrir espacios de comunión y de participación efectiva. No avaló la carrera clerical a mujeres en igualdad de condiciones con los hombres, ni habilitó — aunque avanzó en ese sentido — su diaconazgo, pero sí les dio el mayor protagonismo en la vida eclesiástica del que haya registro. Los nombramientos de Raffaella Petrini, al frente de la administración de la Ciudad del Vaticano, y de Simona Brambilla en la supervisión de las órdenes religiosas, son elocuentes sobre la importancia del rol de las mujeres en la Iglesia, a pesar de la falta de cambios normativos.

La renovación, antes que la revolución, marcó una impronta que no logró atemperar ni impactos ni resistencias. La apertura a las diversidades sexuales, a las personas divorciadas — aún sin alterar los dogmas — evidencia una vocación inclusiva que generó ruidosas discusiones internas en el seno de la Iglesia. En particular, las modificaciones en el tratamiento a las personas LGBT y algunas encendidas defensas políticas que la acompañaron fueron ruidosas hacia adentro del clero y muy importantes frente a los debates políticos en el mundo. Fue el primer Papa en denunciar la criminalización de la homosexualidad frente a leyes en África y normas persecutorias en los Estados Unidos. Definió también las condiciones para que personas trans puedan cumplir roles en bautismos y ceremonias y, a pesar de la oposición que se mantiene a las uniones entre personas del mismo sexo, en diciembre del 2023, un documento oficial de declaración permitió expresamente la bendición de las parejas homosexuales: la declaración, que fue uno de los mayores motores de oposición interna en el seno de la Iglesia, permitió también un gesto concreto de una institución que no excluye a los fieles por sus elecciones o por sus opiniones. “Nadie se escandaliza si se da la bendición a un empresario que explota gente y ese es un pecado más grave”, dijo en su momento. Una postura que mantuvo también ante la exclusión de la Comunión para figuras de alto perfil que defienden la interrupción voluntaria del embarazo, como el expresidente de los Estados Unidos Joseph Biden y la antigua titular de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi: “Cuando los obispos no actúan como pastores, terminan por politizarse (…) Yo siempre di la Comunión a todo el mundo”.

Su opción por los más pobres se expresó también en sus posturas en el plano económico. Bergoglio no fue, como creen sus detractores, un socialista vinculado a la Teología de la Liberación sino un exponente de la Doctrina Social de la Iglesia. En sus discursos y encíclicas no cambió el fondo sino los énfasis. Cuestionó con fuerza las lógicas de exclusión del capitalismo contemporáneo y denunció la idea de que la riqueza de unos pocos garantizará el bienestar de las mayorías. Innovó incorporando a su visión pastoral una postura activa de defensa del ambiente. Laudato Si’, su encíclica sobre el cuidado de la “casa común”, unió su crítica al modelo económico con el enfrentamiento al negacionismo climático y la vocación por la preservación de los ecosistemas de un modo que difícilmente tenga antecedentes en las grandes instituciones religiosas.

La sucesión va a decidir la dirección y continuidad de su legado de acuerdo a dos trazos rectos y divisorias que se cruzan entre sí. La dimensión periférica — la división entre Europa y las demás regiones — y la dimensión ideológica — con la separación entre reformistas y conservadores. La continuidad, radicalización o reversa del rumbo trazado por Francisco va a reflejarse en la interacción de esas dimensiones.

Está abierta la discusión sobre si el próximo Papa volverá a ser europeo, como lo fueron todos hasta Francisco en el último milenio. El sucesor podría, tras Juan Pablo II, Benedicto XVI y el propio Francisco, volver a ser italiano. El secretario de Estado, Pietro Parolin; el enviado del Papa para Ucrania y titular de la conferencia episcopal italiana, Matteo Zuppi, y Pierbattista Pizzaballa –el joven (60 años) Patriarca de Jerusalén– aparecen en varias listas cortas. No es conveniente tomarlas demasiado en serio. Bergoglio no figuraba en la nómina de casi nadie en 2013 y aparecía más fuerte antes, cuando el elegido fue Joseph Ratzinger. Pero las listas dan ideas de posibles perfiles. Si los nombrados son cercanos –con sus particularidades– al liderazgo y prédica de Francisco, el húngaro Péter Erdö representa a los sectores más conservadores. Más atrás aparecen otros europeos: de mirada progresista como el portugués Tolentino de Mendonça; o moderada, como el sueco Anders Arborelius. También figuran en listados, que pueden incluir o excluir, el francés Jean-Marc Aveline y el jesuita Jean-Claude Hollerich, nacido en Luxemburgo.

Hay que ojear, también, fuera de Europa. Esta vez, los europeos no serán mayoría en el cónclave: pasarán del 57% en la última definición, a alrededor del 40%. El Papa de las periferias nombró un récord de cardenales procedentes de otras regiones. Suena con fuerza el nombre de Luis Antonio Tagle, de Filipinas. Asia es la región más poblada del mundo, la de mayor crecimiento del catolicismo y el centro económico más dinámico. Los católicos son históricamente muy minoritarios en un continente en el que pesan, entre otros, el islam, el hinduísmo y el budismo, pero no lo son en Filipinas, donde casi el 80% de la población de 110 millones de personas se considera católica. Tagle, de 67 años, es una figura muy carismática, que representa a los sectores más progresistas de la Iglesia, y fue nombrado cardenal en 2012, con apenas 55 años. Charles Maung Bo, arzobispo de Yangon, Myanmar, también aparece entre los candidatos.

Si la mayoría desestima que tras la elección de Francisco vuelva a ser posible un Papa del continente americano, hay argumentos para mirar a África, la región de mayor crecimiento demográfico del mundo, donde la religión mantiene un lugar protagónico en la vida diaria de las personas y en la que los católicos constituyen casi el 20% de la población. África es también el hogar de uno de los referentes conservadores más importantes, el guineano Robert Sarah, coautor junto con Ratzinger de un libro de defensa del celibato que fue percibido como un ejercicio de oposición a la conducción de Francisco. Otros candidatos, como el arzobispo de Kinshasa, Fridolin Ambongo, aparecían más cercanos a Francisco, pero enfrentan el problema que aqueja a la casi totalidad de los referentes africanos: son mucho más conservadores, particularmente en materia de género y minorías sexuales, que la media de los representantes europeos y americanos.

La lista, como fue dicho, no es definitiva, y muy pocas veces quien llega papable se retira Papa. Pero valen algunas definiciones. Cerca del 80% de los cardenales con derecho a voto en el Cónclave que elegirá al próximo Papa habrán sido nombrados por Francisco. Sería una enorme sorpresa que la sucesión consagre a un religioso cuyas miradas sean radicalmente opuestas a las del argentino, por lo que, al menos en la previa, resultaría extraño que un conservador como Erdö o Sarah fuera ungido, con las mayorías agravadas que aquello requiere. El camino de la definición probablemente transite entonces entre un perfil moderado, que busque consolidar las reformas realizadas por Francisco, y uno que tome un camino de profundización. Perfiles como el de Parolin o Pizzaballa, europeos, pero con largas carreras fuera del continente, destacan entre los moderados, mientras Tagle reluce entre los más reformistas.

También definirá el cónclave si desea un papado largo y elegirá un candidato más joven, o uno de transición, que consagre a alguien de más edad. Si la elección fuera a transcurrir por los caminos trazados por Francisco a la hora de preparar su sucesión, y se privilegiara la continuidad, quien le suceda deberá enfrentar el desafío de la extrema derecha, una constante en el mapa político global. No es casual que el último líder en reunirse con el Papa haya sido Vance, un conservador social, convertido de adulto al catolicismo que es la rama del cristianismo preferida por el movimiento neo reaccionario que constituye uno de los núcleos ideológicos más dinámicos del trumpismo y tiene referentes no sólo entre la dirigencia política –como el propio Vance y otros católicos prominentes del gobierno como Marco Rubio o el zar fronterizo Tom Homan–, sino entre los ideólogos como Steve Bannon y, en el mundo empresario, como Peter Thiel, capitalista de riesgo, CEO de Palantir, y acaso el más denso conceptualmente entre los referentes de la derecha tech estadounidense. Todos ellos aparecen en oposición frontal a las ideas y la prédica de Francisco, tanto en la obvia materia migratoria, como en la aproximación al capitalismo contemporáneo, al diálogo interreligioso y las relaciones con el islam y a la concepción medieval, expansiva, de la vida religiosa.

Este sector probablemente lidere una facción restauracionista ruidosa en el seno de la Iglesia, que será uno de los grandes desafíos del próximo pontífice. Podría ser una buena noticia para el gobierno argentino, que ya sin la incomodidad de tener que colocarse de la vereda de enfrente de un Papa nacido en el país, podría dar más lugar a las inclinaciones ideológicas que se manifestaron en el discurso del presidente en Davos y que animan las miradas de quienes, dentro del oficialismo, dan importancia a las cuestiones religiosas, incluyendo al secretario de Culto, Nahuel Sotelo, o al batallador cultural Agustín Laje.

En el plano local, los focos están puestos en las elecciones en la Ciudad de Buenos Aires. En el último muestreo al que le prestó atención la oposición, Leandro Santoro está ubicado en el primer lugar, a casi cinco puntos de diferencia de Manuel Adorni. El podio lo completa Silvia Lospennato, muy cerca del vocero presidencial. Horacio Rodríguez Larreta orillaría los nueve puntos, mientras que Ramiro Marra rondaría los cuatro que podrían ser la diferencia entre un triunfo y un segundo lugar para La Libertad Avanza. Lucille “Lula” Levy, la cara nueva de la elección, es una incógnita respecto a los resultados, pero se especula con números en la mitad de lo que hubiera obtenido Martín Lousteau. Dentro de las reivindicaciones peronistas, Juan Manuel Abal Medina supera, con una diferencia mínima, a un Alejandro Kim que recibió el apoyo de Agustín Romo, diputado provincial y hombre del primer anillo de Santiago Caputo. “De verdad, espero que a Kim le vaya muy bien”, le tuiteó Romo a un candidato a legislador de Guillermo Moreno que había agredido a Mario Pergolini luego de la viralización de un video en el que el empresario recordaba que el exsecretario de Comercio — y economista recibido en la UADE — le había pedido “hacer la Play Station en Argentina” o “exportar algo” para permitirle el ingreso de seis cámaras robóticas. Misceláneas de una economía ordenada.

El Gobierno trabaja con sus propios números. En diciembre fue el pico de popularidad de un Javier Milei que, desde ahí, se fue deteriorando por el caso $LIBRA y el frente económico. Antes de la salida del cepo, Casa Rosada trabajaba con Santoro primero con 26, seguido de cerca por Adorni con 23 y Lospennato, lejos, en 14. Después del anuncio del acuerdo con el FMI y la flexibilización del mercado cambiario, el oficialismo nacional asegura que el candidato del peronismo y el vocero presidencial están en un empate técnico, orbitando los 27 puntos, mientras que la candidata del PRO habitaría la zona de los 14. “El voto antikirchnerista en la Ciudad es más grande que el anti-Milei, pero la derecha está más fragmentada”, razona un protolibertario con #OffTheRecord.

La dificultad para capitalizar ese descontento es la municipalización de la campaña de Santoro, que tiene un gap para crecer entre intención de voto e imagen positiva, que, de aprovecharlo, podría dejarlo en una situación favorable en una dinámica que el gobierno pretende polarizar con el lema “kirchnerismo o libertad” para apelar al voto útil del electorado del PRO. Frente a un Adorni que no termina de aceptar el destino que le tocó y un comando de campaña fragmentado y sin conducción, La Libertad Avanza podría estar desperdiciando la potencia de la figura de Milei para entronizarse a sí mismo a través de su vocero en la disputa porteña.

Las encuestas en el entorno de Jorge Macri también lo dan a Santoro como ganador, pero presenta un escenario de empate técnico entre el PRO y LLA. “Si ellos estuvieran tan arriba como dicen no lo jugarían a Milei tan rápido”, sostienen cerca de un Mauricio Macri que asegura, en privado, que se enteró del desdoblamiento por la televisión mientras estaba en Europa. En función de los sondeos de la semana que viene, el gobierno nacional podría acelerar o ralentizar algunos anuncios que tiene in pectore, como el decreto de Federico Sturzenegger sobre la fusión de organismos — incluso se habla, en una segunda etapa, de unificar el INTA y el INTI, una coincidencia, a priori, solo fonética que debe haber confundido al gobierno — y la disolución de, por ejemplo, el Instituto Eva Perón para mantener viva la llama del antiperonismo que siempre está tentada de volver al redil macrista. En observación está el decreto migratorio que podría ver la luz, también, en el marco de la campaña: el dato de inflación de abril -probablemente igual o peor que el de marzo- se va a conocer tres o cuatro días antes de las elecciones porteñas.

Por Iván Schargrodsky-Cenital