Es un tiempo turbulento para la industria, con los gigantes perdiendo suscriptores y un recién llegado que sigue imparable, TikTok
Las nuevas tecnologías son disruptivas porque no es posible prever con qué van a salir. Así que, en este instante, tratándose de Elon Musk, uno se imagina que los responsables de las otras compañías que participan del negocio de las redes sociales estarán preguntándose qué va a pasar con ellas. Es decir, con Facebook, Google, Snapchat y Tik Tok, entre otras. No porque sí el anuncio de la compra de Twitter por parte del magnate de Tesla y SpaceX se hizo después del cierre de las operaciones bursátiles.
Pero el fantasma esta vez no viene de Sudáfrica (Musk nació en Pretoria), sino de China, y se llama TikTok. La plataforma está acaparando las pantallas y se posicionó como la tercera red social más popular del momento, después de Facebook (primera lejos, pero estancada por primera vez desde su fundación) y de Instagram, que le pertenece a Facebook. TikTok ya superó a Snapchat, por ejemplo.
La estrella del momento no es Twitter –ni siquiera tras las apasionadas declaraciones de Musk–, sino TikTok. En números, Facebook tiene más de 2000 millones de usuarios; Instagram, casi 1300 millones; TikTok anda en los 750 millones, y allá lejos, atrás de todo, se arrastra Twitter, en el cuarto lugar, con poco mas de 345 millones de usuarios; está detrás incluso de Snapchat.
Hace demasiado tiempo que Twitter se quedó en la zona de los 300 millones de usuarios. Es un hecho consumado. Nadie sabe bien por qué, pero todos los índices apuntan al brutal, impiadoso y descarnado ecosistema de Twitter. Los niveles de agresión se van de escala en la red del pajarito azul (incluso para los parámetros de Instagram, donde el acoso también es demencial), y, al mismo tiempo, ese es su principal encanto. “¡Oiga, el presidente de la nación publica en la misma red que yo, que soy un simple troll enojado con el mundo!”
Twitter tardó en encontrar su rumbo como servicio, pero cuando lo hizo fue el más contundente de todos. ¿Qué eran 140 caracteres? Un título y una bajada. Nada podía con eso. Después aumentaron ese límite y llegaron los hilos y demás. Pero para entonces Twitter ya había quedado establecida como la marca de la libertad de expresión, de estar al tanto, de opinar, de decir lo que queremos decir y, con eso, llegaba la desaparición de las barreras que separan al poderoso de la persona de a pie.
Después, obviamente, resultó que de ninguna manera era así. Pero hazte fama y échate a tuitear. El fuerte carácter político de Twitter (en parte, resultado aluvial de sus mensajes telegramáticos) lo volvió también un ambiente que no todo el mundo soporta. Más aún: la inmensa mayoría de los tweets son publicados por una minoría de usuarios. Al parecer, las diferencias entre los que se hacen oír y los que no vienen de mucho antes que nacieran internet y sus servicios.
El caso es que TikTok pateó el tablero con comida todavía más rápida. Y sigue trepando, a medida que las redes que nacieron en el primer lustro de este siglo (Facebook, en 2004, aunque salió para el resto del mundo en 2006; Twitter, también en 2006; YouTube, de 2005, pero adquirida por Google en 2006) empiezan a sonarles a las nuevas generaciones como cosas de antes, de la gente grande, de mamá y papá. Dato: TikTok es de 2016.
El gran mapa
Así que el tablero queda de este modo (con mucha turbulencia, para decirlo simple): en el streaming, YouTube sigue siendo el rey (sería largo explicar todos los porqués, pero el principal es que le pertenece a Google). A Netflix le va bien, pero perdió 200.000 suscriptores en el primer trimestre de este año; es la primera vez que le pasa algo así en una década. Las causas son también múltiples: competidores con contenidos exclusivos y los juegos online, entre otros. Netflix le echa la culpa a que sus suscriptores comparten contraseñas. Si fuera cierto, sería un diagnóstico que habla más de la compañía que de sus suscriptores. Pero de todos modos, no es así. En esta clase de servicios el único rey es, fue y seguirá siendo el contenido. Pasa en el cine, pasa en la vida real.
En las redes sociales, Facebook sigue muy lejos, allá adelante, y, además, es la dueña de Instagram y de WhatsApp, con lo que por el momento no tiene demasiado de que preocuparse; pero su acción se desplomó un 25% hace poco, cuando se supo que su crecimiento de suscriptores se estancó. Zuckerberg se quedó con todo y ahora disfruta de las mieles del éxito, pero es un éxito agridulce. Y además están esos muchachos de TikTok, que no paran de acertar con el gusto de las nuevas generaciones.
Nada nuevo. Esto ya pasó. Una y otra vez. Yahoo! desapareció por no comprender esta dinámica. Google nunca la pegó con las redes sociales, porque su cultura corporativa hunde sus raíces en una internet muy diferente de la de hoy. En todo caso, la buena noticia para Google y Facebook es que sus productos hoy son necesarios. TikTok todavía no es necesario. Es entretenido (para el que le gusta), es pasatista e incluso tiene cosas muy buenas. Pero la economía, de momento, depende de Google y Facebook. Cuando las pyme empiecen a tener solo una cuenta de TikTok eso habrá cambiado. Si es que tal cosa llega a ocurrir y no ocurre alguna otra cosa inesperada en el medio.
En ese mapa en el que algunos se quedan con todo sin salir en los diarios (el gaming fue lo que más se consumió en pandemia; sí, más que las series); otros se quedan con todo y por eso son noticia (TikTok, digamos), y están los que salen en los diarios porque las noticias acontecen ahí (Google, dueña de Android; Facebook, dueña de Instagram y WhatsApp, y las sempiternas Apple y Amazon), en ese mapa Twitter es el único que realmente tiene significación política; lo que no necesariamente significa que tenga peso político. Y, como admitió Musk, no es una forma de ganar plata.
Cierto, Elon Musk parece Midas. Convierte en oro todo lo que toca. Hasta los viajes al espacio y los autos eléctricos, que eran poco más que una excentricidad antes de que fundara Tesla. O PayPal, que se anticipó 23 años a las billeteras electrónicas y otras cosas que hoy son aceptadas sin chistar.
Pero Twitter no se ha convertido en una máquina de hacer dinero en sus 16 años de existencia. Salió a la Bolsa hace nueve. Ahora dejará de depender del humor de Wall Street, pero pasará a depender del humor de Elon Musk. No estoy seguro de qué puede ser peor para el futuro de la red de los trinos. Lo que parece cierto es que, excepto que cambie por completo su naturaleza, Twitter seguirá siendo difícil de monetizar. Y si cambia su naturaleza, dejará de ser Twitter. Tanto es así que, hasta ahora, todos los esfuerzos de sus fundadores originales (sobre todo los de Jack Dorsey) para sacarla del estancamiento no han hecho sino empoderar a los más poderosos. Y lo que ocurrió hoy es, precisamente, que un poderoso acaba de comprarse esta rara avis, costosa y difícil de mantener, llamada Twitter.
Desde el punto de vista de los negocios da la impresión de ser una movida tardía. Ahora, ¿qué puede ser más cool que decirles a los presidentes y ministros con los que hacés negocios que Twitter es tuyo? Ese parece ser el valor que Musk le encontró a la red del pajarito azul; después de todo, hace un tiempo ya había manifestado su intención de crear su propia red social, porque no estaba de acuerdo con la supuesta censura que impone Twitter; como Trump, digamos. Bueno, se la compró hecha, llave en mano. Mañana hablarán los mercados. Y los tuiteros, por supuesto. Y entonces quizá empecemos a ver si con esta para nada inesperada movida de Musk algo va a cambiar realmente para Twitter y todos los demás.
Por Ariel Torres – La Nación