Sam Sheppard era un neurocirujano exitoso. Cuando su esposa fue masacrada a golpes lo hallaron culpable del crimen. Diez años después, nuevas pruebas lograron su absolución. Pero su vida ya estaba destrozada. La aparición de un asesino serial y la lucha de su hijo medio siglo después para limpiar el nombre del padre
Casi todos los que pasamos los 50 seguramente hayamos visto la serie El Fugitivo, un éxito de los años 60 con David Janssen, que terminó convertida en película en los 90 con Harrison Ford como protagonista. La inspiración de esta trama, con algunas variaciones, provino de un caso real, por lo que podríamos considerarlas parte del género true crime.
En 1954 la esposa embarazada del neurocirujano Sam Sheppard fue asesinada en su mansión mientras ambos dormían en distintos ambientes. El reconocido profesional terminó siendo acusado del homicidio y enviado a la cárcel. Si bien en la ficción el supuesto asesino, el dr Richard Kimble, se fuga de un tren en el que es trasladado y evade la ley mientras busca al verdadero criminal, la vida del médico real fue muchísimo más trágica. Y, por supuesto, absolutamente alejada de los aplausos de Hollywood y de las coloridas marquesinas de neón.
Madrugada feroz
Samuel “Sam” Holmes Sheppard nació el 29 de diciembre de 1923 en Cleveland, Ohio, y era el menor de los tres hijos del doctor Richard Allen Sheppard. Durante el secundario Sam fue un excelente alumno y se destacó tanto en fútbol americano como en básquet y atletismo. En esos años conoció a quien sería su esposa, Marilyn Reese, un año mayor que él. Al graduarse, por su buen desempeño en los deportes, obtuvo varias becas deportivas para estudiar y terminó por escoger el mismo camino de su padre y sus hermanos mayores: el mundo de la medicina. Terminó su carrera en la Escuela de Médicos y Cirujanos Osteopáticos de Los Ángeles (hoy conocida como la Universidad de California Irvine) donde consiguió el título de doctor en Medicina Osteopática. Siguió formándose y realizó su residencia en neurocirugía en el Hospital de los Ángeles.
El 21 de febrero de 1945, con 22 años, se casó con Marilyn, su novia de siempre. Marilyn acarreaba un miedo desmedido a los embarazos y partos debido a que su madre había muerto durante el nacimiento de una de sus hermanas cuando ella tenía solamente seis años. Por desgracia, el primer embarazo de la pareja terminó mal: ella perdió al bebé. Dos años después lograron tener a su primer hijo, Sam Junior. El trabajo de parto duró dieciséis horas y Marilyn quedó traumada por la experiencia.
Al tiempo, Sam comenzó a trabajar con su padre en el Hospital Bay View. El éxito en su profesión y la estabilidad familiar prometían sólidos ladrillos de felicidad. Sin embargo, el esqueleto de esta historia perfecta iba a convertirse en polvo.
La casa de Sam Sheppard donde sucedió el crimen
La noche del sábado 3 de julio de 1954, en Bay Village, Cleveland, Estados Unidos, Marilyn Reese (31 años, embarazada de cuatro meses de su segundo hijo) y Sam Sheppard reciben a un matrimonio vecino para comer en su mansión frente al lago. La cena termina alrededor de las 20.30. Los Houk (Spencer y Esther) se despiden y se marchan. Marilyn acuesta a su hijo Sam Junior (7) y se queda con Sam mirando una película en televisión: Strange Holiday (Extrañas vacaciones en inglés, pero que fue traducida como Extraño despertar). Premonitorio lo del despertar. Porque mientras la ven, Sam se queda profundamente dormido en el sofá. Marilyn opta por dejarlo allí y subir a su cuarto, ubicado en el primer piso y al lado del de su hijo, para dormir. Durante la madrugada del domingo 4, el sueño de Sam se quiebra cerca de las 4.30 con los gritos de su esposa que llegan desde la planta superior. Sube corriendo las escaleras y al entrar al dormitorio ve una “forma bípeda blanca”, pero enseguida un golpe lo deja inconsciente. Instantes después se recobra, se acerca a su mujer ensangrentada y le toma el pulso. Marilyn está muerta. Siente ruidos provenientes del piso inferior y se asoma por las escaleras. Observa la silueta de un sujeto peludo que escapa por la puerta principal. Desesperado lo persigue hasta una caseta que hay en la playa. En la pelea cuerpo a cuerpo pierde su remera y otro golpe lo deja inconsciente por segunda vez. El atacante escapa. Sam se despierta desorientado, pero se las ingenia para volver a su casa. Llama primero a sus vecinos. Son las 5.40 cuando les ruega que vayan hasta su casa. El matrimonio vecino acude con rapidez y encuentra a Sheppard sin camisa, con sus pantalones mojados y con algunas manchas de sangre en las rodillas. Está en shock, como perdido. Llaman a la policía.
Cuando las autoridades inspeccionan la escena del crimen quedan impactados por la cantidad de sangre que riega toda la casa. La víctima está en la cama, con sus piernas separadas, el pantalón del pijama bajado hasta los muslos y la parte superior levantada hacia el cuello. El dormitorio (en el que hay dos camas individuales) está enteramente salpicado de rojo. Hay gotas de sangre por las paredes, en la puerta del vestidor, en la escalera y hasta el techo. El arma asesina con la que golpearon a Marilyn no está por ningún lado.
Sam nota que faltan algunas cosas suyas: su reloj pulsera, las llaves, su anillo de su fraternidad universitaria. Estas pertenencias serían encontradas más tarde dentro de una bolsa de lona detrás de unos arbustos en la parte trasera de la casa.
Manchas de sangre en las almohadas de los Sheppard
Los detectives de homicidios descubren que no están forzadas ni puertas ni ventanas. Nada parece estar demasiado revuelto para ser un robo. Hay otras inconsistencias que les llaman la atención. Los vecinos aseguran que no han escuchado ladrar al perro de la familia frente al intruso y Sam Junior, aunque duerme a pocos metros de su madre, tampoco se ha despertado durante el feroz ataque y el griterío. Además, ¿dónde está la remera que usaba el doctor Sheppard? ¿por qué Sam llamó primero a sus amigos antes que a la policía? Estos detalles, a los oficiales de homicidios, no les gustan.
A las 10.30 el médico forense Corner Gerber se lleva el cuerpo de Marilyn y la autopsia comienza a las 12.30 del mediodía. El resto de los peritos empieza a estudiar los patrones del reguero de sangre. Los policías ya tienen sus primeras conclusiones: no pueden tragarse el cuento del “bípedo” “peludo” y, a medida que transcurren las horas, se convencen de que todo es un gran invento del cirujano. Que en realidad él ha asesinado a su mujer por algún motivo que todavía desconocen.
Quince fracturas de cráneo
El 7 de julio se lleva a cabo el funeral de Marilyn. Sam decide no llevar a su hijo porque el asedio de la prensa es agobiante. El 10 de julio declara voluntariamente ante la policía. El único sospechoso es él, el neurocirujano exitoso y joven, que tiene una vida envidiable, una casa de lujo y despierta la admiración de sus pares. Su mujer ha sido brutalmente apaleada hasta morir y nada de valor fue robado; él ha peleado con un fantasma que no puede describir; hay un perro que jamás ladró y una remera que nunca apareció.
Sam Sheppard estaba, como diríamos hoy, hasta las manos.
La autopsia encontró 35 heridas en el cuerpo de Marilyn incluyendo 15 fracturas de cráneo. Sus manos estaban lastimadas seriamente lo que indicaba que había luchado con su atacante. También tenía los dientes rotos. La conclusión que sacaron fue que el asesinato no había sido un ataque sexual sino producto de la rabia.
Poco después se descubrió que Sam Sheppard había tenido una amante. Pensaron que ese podía ser un buen móvil. Los medios de prensa olfateaban una buena historia y no se equivocaron. Se ensañaron con el exitoso neurocirujano. Presionaron con sus editoriales para que fuera encarcelado.
Tres semanas después, el 30 de julio, el doctor Sheppard fue arrestado y el 2 de agosto le sacaron la típica foto del detenido con el número 79132.
Sam Sheppard durante el juicio
El doctor asesino
El juicio contra Sam Sheppard comenzó el 18 de octubre de ese mismo año. Duró nueve semanas y generó un gran revuelo mediático.
La fiscalía introdujo sus dudas: ¿Era esa vida de pareja tan feliz como parecía? ¿Alguno de los dos quería divorciarse? ¿Amaba Sam a Marilyn?
Apuntaron a que el cirujano era un tipo frío, que no amaba a su esposa y que se la había querido sacar de encima. La fiscalía reconstruyó esa última noche con amigos. El resultado, para ellos, es que no había sido una velada maravillosa como había contado Sam. Marilyn había fumado y eso lo había enfurecido. Además, él había bebido demasiado, lo que hizo que se quedara dormido en el sillón. Para el fiscal, Sam se había despertado un rato después y había subido para tener sexo con su mujer. Ella molesta se habría negado y él, en un ciego ataque de rabia, la había golpeado hasta matarla con algún elemento metálico que podría ser un instrumento quirúrgico. Luego, según la fiscalía, Sam se habría dirigido hasta el borde del lago donde se habría deshecho de la evidencia que lo incriminaba: la remera manchada y el arma, que jamás fueron halladas. Luego habría vuelto a su casa para preparar la escena como si hubiese ocurrido un robo. Sus propias heridas serían, en parte, producto de la pelea con Marilyn y, también, autoinflingidas. Ante todas las preguntas específicas que le habían hecho los oficiales, Sam había dicho que no sabía, que no recordaba.
El fiscal John Mahon señaló al acusado y dio una estocada: reveló que el médico había tenido un romance con Susan Hayes, una técnica de laboratorio de 24 años del Hospital Bayview. El profesional quería sacar del medio a su esposa para estar con su amante.
Susan Hayes fue una de las testigos de la acusación y la prueba crucial para demostrar que Sam era un mentiroso patológico. Ella reconoció que habían mantenido relaciones sexuales en un auto y dijo que Sam le había confesado que quería mucho a Marilyn, pero no como esposa, y que pensaba divorciarse.
Las serias heridas de Sam y el hecho de que algunos testigos mencionaran haber visto a un hombre peludo cerca de la casa de los Sheppard en esos días del crimen no alcanzaron para que el jurado tuviera una duda razonable. Luego de deliberar durante cinco días, el 21 de diciembre de 1954, lo declaró culpable.
En medio de lo que se etiquetó como un juicio carnavalesco, Sam Sheppard fue condenado a cadena perpetua por homicidio en segundo grado, sin premeditación. Eso lo salvó de la silla eléctrica.
Sam Sheppard detenido por la policía
Diez años tras los barrotes
Diecisiete días después de ser condenado, Ethel, la madre de Sam Sheppard, se pegó un tiro. No toleró la desgracia en la que había caído su hijo. Once días después de que ella se quitara la vida, el padre de Sam, quien también era médico, murió de una hemorragia intestinal producto del estrés atravesado y de un cáncer de estómago que arrastraba. Sam tuvo permiso para asistir a los dos funerales. En solo siete meses había perdido la maravillosa vida que había tenido hasta entonces.
Una a una, todas sus apelaciones fueron rechazadas. La familia de Sheppard contrató entonces al mejor experto en el país en ciencias forenses, el doctor Paul Kirk. Estaban dispuestos a escuchar lo que pensaba luego de investigar. Era enero de 1955 cuando Kirk entró en la casa de los Sheppard para reconstruir la escena desde la óptica de la ciencia y no desde las especulaciones. Encontró una escena casi intacta. Experto en patrones de sangre, examinó la forma y el tamaño de las gotas, cómo estaban distribuidas en el cuarto de Marilyn y Sam. Con su equipo descubrió que había un patrón radial en los golpes. Unió los puntos hemáticos de las cuatro paredes de la habitación y determinó que los más pequeños provenían del arma que se había utilizado para golpear a la dueña de casa. Eso demostraba que el asesino también debería haber estado enteramente cubierto de sangre. Un detalle: al doctor Sheppard no le habían encontrado casi sangre en su cuerpo, salvo en las rodillas.
Lo más importante: Kirk determinó con certeza que el asesino era zurdo. Sheppard era diestro. Se concentró también en la gran mancha de sangre en la puerta del placard y dedujo que provenía del atacante herido. Unió esto al hecho de que los dientes de Marilyn se habían quebrado durante el ataque de una forma que delataba que había mordido con mucha fuerza a su agresor. El doctor Sheppard no tenía heridas sangrantes. También cuestionó que se hubiera dictaminado que el arma era un elemento quirúrgico: para él era un cilindro metálico.
La historia de los eventos de esa noche fue contada por Kirk de otra manera y, en esta versión, parecía que Sam Sheppard había dicho la verdad. Mientras Sam dormía en el sillón, el atacante entró al cuarto donde descansaba Marilyn y la agredió sexualmente. Ella gritó y el sujeto la golpeó con un objeto contundente como una linterna. Cuando entró Sam al dormitorio fue también agredido y luego lo persiguió hasta la caseta de la playa. Había sido un homicidio de índole sexual.
Sam recobró la esperanza de ser juzgado nuevamente.
El croquis de las marcas del ataque que sufrió Marilyn Sheppard
La tevé revive el caso
En 1963 el caso revivió con la serie El Fugitivo (en su momento vista por unos 80 millones de personas). Contaba la historia de un médico, sentenciado equivocadamente por el crimen de su esposa. Se convirtió en la serie más popular de su época y puso el caso bajo la lupa. Era el momento para lograr algún avance y sacarlo de prisión.
El abogado de Sam tuvo un infarto y murió. Tuvieron que buscar otro letrado. De la mano del abogado Francis Lee Bailey (quien luego se haría famoso con el caso de O.J.Simpson) lograron avanzar. Bailey cuestionó cómo se había manejado el juez prejuzgando a Sam y nuevos especialistas forenses criticaron cómo se había manejado la escena del crimen. No se habían recogido muestras orales y anales de la víctima. Adujo que Sam Sheppard no había tenido un juicio justo y logró convencerlos. El 16 de julio de 1964 Sam Sheppard fue liberado hasta que se celebrara el nuevo juicio. Había pasado diez años en la cárcel. Ante la prensa dijo que no había dinero suficiente en el mundo para “pagar” la muerte de su madre, de su padre, de su suegro… Curiosamente no mencionó a su esposa.
Tres días después de salir en libertad se casó con Ariane Tebbenjohanns, una mujer alemana con quien había intercambiado correspondencia desde su confinamiento. Esto generó un escándalo colateral porque Ariane era media hermana de Magda Ritschel, la mujer del siniestro nazi Joseph Goebbles, ministro de propaganda de Hitler.
El segundo juicio se llevó a cabo ese mismo año. Esta vez el abogado Bailey se atrevió a sugerir que el crimen podría haber sido obra de la pareja amiga que cenó con ellos esa noche, Spencer y Esther Houk, y que el móvil podía ser que Esther pensara que Marilyn tenía un romance con su marido. Entre los personajes que citó para avalar distintas teorías, Bailey llamó como testigo a un hombre llamado Richard Eberling, un limpiador de vidrios que había trabajado en la casa de los Sheppard (no olviden este nombre). El día en que declaró, Eberling estuvo parado a pocos metros del acusado Sam Sheppard quien no pareció reconocerlo.
En este nuevo juicio se presentó toda la evidencia recolectada por Kirk que apuntaba a la idea de que había una tercera persona en la escena. Esa persona sería zurda y la dueña de la mancha extraña en la puerta del placard. El 16 de noviembre, luego de 16 horas de deliberación, Sam Sheppard fue absuelto por el jurado. Era ahora un hombre libre e inocente. Aunque no para todos.
Luego de su absolución Sam trabajó con el escritor y periodista Bill Levy, quien había cubierto el caso, para escribir su libro Endure and Conquer (algo así como Persevera y triunfarás). Se reunió con él durante 40 horas y el libro fue un best seller. Levy dijo: “Sexo, gente linda, asesinato, mentiras. El caso tenía todo lo que se necesitaba…” aunque, con el tiempo, reconoció que había sido una tarea muy difícil porque él creía que Sam sí había cometido el crimen.
La reconstrucción del crimen con la presencia de Sam Sheppard
Dos muertes en quirófano y… adiós
Una vez fuera de la cárcel Sam Sheppard intentó retomar su profesión como médico. Pero los años de prisión habían dejado huellas severas en su conducta. Una de ellas era el alcoholismo. Tomaba demasiado vodka. En su reingreso a la medicina cometió dos negligencias mortales: dos mujeres murieron luego de que accidentalmente les cortara una arteria. Una de ellas era una joven de 29 años. Las familias entablaron juicios y él tuvo que renunciar al hospital Youngstown Osteopathic. Ya no podría practicar la medicina jamás.
En octubre de 1968 se divorció de Ariane quien lo acusó de violento y reveló que él le arrojaba por la cabeza botellas de alcohol.
En 1969, a instancias de un amigo y pariente, decidió convertirse en luchador profesional para poder sobrevivir. Escogió un nombre provocador: The Killer (El asesino). Debutó con 45 años y llevó a cabo unas 40 luchas. Durante este período usó sus conocimientos médicos para desarrollar una llave para someter al contrincante a la que bautizó Mandibular nerve pinch (pellizco del nervio mandibular) y que luego se popularizó entre los luchadores. Se casó por tercera vez con Colleen Strickland. Pero era tarde para una nueva vida, su existencia ya era un desastre a causa del alcoholismo.
Seis años después de ser liberado, el 6 de abril de 1970, Sam fue hallado muerto en su casa en Columbus, Ohio. Pensaron primero que había muerto por una falla hepática, pero en realidad la causa oficial de su muerte fue encefalopatía de Wernicke, un tipo de daño que provoca el alcohol en el cerebro. Tenía 46 años.
A diferencia del personaje de la serie, Sam nunca huyó ni se dedicó a buscar al asesino de su esposa.
Su hijo Sam Junior vivió bajo la sombra del drama familiar y fue diagnosticado con Síndrome de estrés post traumático. El joven optó por estudiar odontología y se resignó a mantener un bajo perfil. Su padre había sido liberado antes de morir, pero la duda sobre si era culpable o no, persistía. Sam Junior sentía que su apellido lo perseguía.
El Dr. Lester Adelson investiga con rayos X las heridas que sufrió Marilyn, la esposa de Sam Sheppard
El limpiador de vidrios
Richard Eberling nació en 1929 como Ricardo Lenardic. Era hijo de una madre soltera que lo abandonó y tuvo una infancia espantosa girando de orfanato en orfanato. A los diez años fue adoptado por una pareja mayor que trabajaba en Bay Village, Ohio: George y Christina Eberling quienes ya tenían varios hijos adoptados a los que, según algunos vecinos, los hacían trabajar en su granja como mano de obra barata. Siete años después de la adopción George murió envenenado. Muchos creen que fue obra de su hijo adoptivo, Richard Eberling.
Richard terminó el secundario y armó su propia empresa de limpieza de vidrios y decoración. Le fue tan bien que terminó comprando la granja en la que se crió. Por esa época ya había desarrollado la habilidad de incrementar sus ingresos empresarios robando en las casas para las que trabajaba. En 1959 fue detenido por distintos hurtos y se le encontró un anillo de Marilyn Sheppard. Las autoridades lo confrontaron y él admitió el robo y haber trabajado en la mansión Sheppard. Incluso dijo algo más: que dos días antes del asesinato había dejado una gran mancha de sangre en esa casa porque se había cortado las manos colocando los vidrios para tormentas. La policía lo sometió a un test de polígrafo del que salió airoso. Eberling, además, no era “peludo” como había descripto Sam al atacante de su esposa. Como el caso de Marilyn estaba cerrado y su marido preso, nadie investigó y Richard Eberling siguió su camino sin problemas.
Carismático, Eberling sabía hacer buenos amigos. Una fue Lucille Perk, mujer del alcalde de Cleveland. En esos mismos años se acercó a la rica viuda sin hijos, Ehel May Durkin, quien lo contrató para que le decorara su casa. No dejó pasar la oportunidad y se convirtió en su fiel confidente y enfermero. En 1981, él mismo comentó que la había ayudado a hacer su testamento. El 15 de noviembre de 1983 los paramédicos llegaron a la casa de Durkin y la encontraron boca abajo sobre el piso. Junto a ella estaba Eberling, quien se presentó como “el sobrino” y mencionó que su tía parecía haber tenido un ataque al corazón. La naturaleza de las heridas de la mujer sugería otra cosa. En el hospital detectaron que tenía una vértebra del cuello rota. Terminó muriendo el 3 de enero de 1984. Cuando tiempo después investigaron su testamento encontraron que había sido alterado por Eberling para heredar gran parte de su fortuna: unos tres millones y medio de dólares actuales.
La investigación por la muerte de Ethel Durkin avanzó. Kathy Wagner (una asistente contratada por Eberling para atender a Ethel Durkin) declaró que había tenido con este hombre Eberling una charla escalofriante. Él le había dicho que cortarle la garganta a una persona y verla morir era algo sumamente emocionante y que él había sido el asesino de Marilyn Sheppard. ¿Podría ser cierto?
Tres hermanas, tres muertes
En julio de 1989 Eberling y sus cómplices fueron declarados culpables del asesinato de Ethel Durkin y condenados. Pero había mucho más por descubrir. Porque la policía revisando su legajo policial halló otras muertes extrañas. La hermana mayor de Ethel, Sarah Belle Farrow, había muerto en la misma casa luego de caer por las escaleras del sótano. En la aparatosa caída se había quebrado los dos brazos y las dos piernas. Fue considerado un accidente. Eberling por esos años ya manejaba dinero de las hermanas y podía extraerlo de sus cuentas bancarias. La policía indagó hacia atrás en el tiempo y encontró a otra hermana muerta: Myrtle Frey. Esta mujer había sido asesinada en forma violenta, en la cama de su departamento, el 20 de mayo de 1962. Cuando vieron las imágenes del antiguo caso los detectives recordaron inmediatamente a Marilyn Sheppard. ¡Dos escenas tan similares! Myrtle había muerto golpeada con salvajismo en la cabeza y estrangulada en su cama y había quedado en una posición muy similar a la de Marilyn.
Eberling, en la cárcel, volvió a jactarse de haber asesinado a Marilyn Sheppard ante sus compañeros de celda. Al momento del crimen de Marilyn, tenía 25 años y su empresa se llamaba Dic Window Cleaning. Teniendo en cuenta que había trabajado para los Sheppard no era algo muy difícil de creer. De hecho, había estado en su casa 48 horas antes del homicidio. Eberling se pavoneó diciendo que la dueña de casa solía convidarlo con brownies o un vaso de leche y demostró estar obsesionado con ella con sus detalladas descripciones: “Tenía un estilo californiano. Usaba shorts pequeños y ajustados y blusas mínimas. Era inmaculada, siempre toda de blanco”.
Cuando la policía fue a confrontarlo con el caso de Marilyn Sheppard, él negó todo.
El abogado Lee Bailey en el juicio contra el estado de Ohio en el año 2000 (REUTERS)
Lo que el ADN podría probar
Los amigos de Sam Sheppard y sus familiares, especialmente su hijo, pretendieron impulsar distintas investigaciones para limpiar su nombre definitivamente. Para 1990 Sam Junior tenía 43 años, jamás había creído que el homicida fuera su padre y ya había perdido todas las esperanzas de encontrar al misterioso asesino de su madre. Fue ese año que un periodista de Nueva York lo llamó diciendo que había novedades en el caso: habían detenido por asesinato a un hombre que alguna vez había trabajado en la casa de los Sheppard. Hablaba de Richard Eberling, quien había sido arrestado meses antes por el crimen de Ethel Durkin. Sam junior esta vez se involucró de lleno en el tema, sentía que estaba cerca de lograr lo que siempre había querido. Se compararon las muestras del caso Sheppard con la sangre de Eberling. Encontraron algunos marcadores genéticos clave que coincidían, pero no se pudo afirmar con precisión que el convicto Eberling hubiera sido el asesino.
La mansión Sheppard fue demolida en 1993, a pesar de ello la historia siguió dando que hablar. Sam Junior decidió apuntar sus cañones contra el Estado de Ohio que se había comportado tan injustamente con su padre y lo había privado de una vida junto a él. Lo demandó por la suma de dos millones de dólares. Corría el año 1997 y ahora sí tenían disponibles técnicas forenses modernas y precisas para estudiar los ADN. Sam Junior tenía esperanzas de que las cuatro décadas pasadas no hubieran arruinado las pruebas recolectadas en 1954. El perito forense que había hecho la primera autopsia de Marilyn había muerto, pero tuvieron suerte porque su familia había guardado las muestras de la víctima en una caja fuerte. Era maravilloso porque un sitio seco conserva mejor un ADN.
En septiembre de 1997, Sam Junior hizo exhumar el cadáver de su madre y contrató a un reconocido experto en perfiles genéticos llamado Mohamad Tahir, jefe del Servicio Forense de Indianápolis. Así pudo establecer que la teoría del fiscal que acusó a su padre en aquellos años -que decía que las huellas de sangre desperdigadas por la casa eran de un cuchillo usado por Sheppard- era equivocada. Porque según Tahir un cuchillo no podría provocar sesenta manchas de sangre a tanta distancia, en el piso, en las puertas y en las escaleras. Además, el especialista descubrió que las muestras vaginales de Marilyn contenían dos espermas y no uno solo. Había otro ADN además del de su marido Sam (ante los jueces, en el primer juicio, Sam Sheppard había afirmado que había mantenido relaciones sexuales con su esposa una noche antes del crimen). Analizó esos perfiles y el de la gran mancha de sangre en la puerta del placard. Concluyó advirtiendo que su análisis no dirimía quién había asesinado o quien no había asesinado a Marilyn, pero sí había podido probar que esas muestras (la de semen y la del ropero) no pertenecían ni a Marilyn ni a Sam Sheppard. ¿Podían encajar con la sangre de Eberling? Podía ser, dijo, pero no podía probarlo al cien por ciento. Además, aseguró que la sangre del pantalón que llevaba Sam aquella madrugada tampoco era de él ni de su esposa. ¿Pertenecía a Eberling? No podía asegurarlo, pero tampoco excluirlo. Tahir sostuvo ante el jurado que Marilyn había sido violada, algo que no se le dijo al jurado en 1954. Esto ahora para Tahir quedaba comprobado. Marilyn se había defendido con fiereza mordiendo la mano de su violador y asesino. Esa era la causa, siguió Tahir, de sus dientes rotos y de la gran cantidad de sangre de una tercera persona en la escena. El experto también analizó una vez más al bebé que se estaba gestando en el cuerpo de Marilyn cuando murió. Quería corroborar la paternidad del feto. Lamentablemente, por el tiempo transcurrido, no pudo hacerlo.
Los nuevos testeos parecían darle, post mortem, la razón a Sam Sheppard: él no había sido el asesino de su mujer. Pero la fiscal Stephanie Tubbs no acusó a Eberling porque la evidencia física tenía 44 años de antigüedad y no quedaban testigos creíbles con vida.
Everling murió en prisión al año siguiente, el 25 de julio de 1998.
La hipótesis del hijo
La última hipótesis elaborada por el hijo del matrimonio con los peritos aportados fue la siguiente.
Esa noche Eberling manejó su auto hacia la casa de los Sheppard y lo estacionó a dos cuadras de distancia. Luego se escabulló por la costa de la playa del lago y se introdujo en la casa por la madrugada. Estaba obsesionado con Marilyn y conocía muy bien la propiedad porque había trabajado allí con frecuencia. Una vez dentro, asaltó sexualmente a Marilyn quien estaba durmiendo sola. Ella gritó, peleó, pateó y lo mordió en la mano. Él la golpeó con la linterna de metal que llevaba. Eberling iba vestido de blanco y con una peluca, por eso Sam había dicho que vio una sombra blanca y peluda antes de caer desmayado por el golpe. Cuando se recuperó, persiguió al sujeto hasta la playa donde continuaron luchando. Eberling lo golpeó en la cabeza, lo arrastró hasta el agua, le quitó la remera y se limpió la sangre con ella antes de fugarse. Sam junior estaba convencido de que Eberling era el verdadero asesino de su madre.
En enero del año 2000 comenzó el tercer juicio sobre el caso. El demandado era esta vez el mismísimo estado de Ohio. Los defensores del estado sostuvieron que las muestras, luego de 50 años, estaban contaminadas y que no podía llegarse a ninguna conclusión porque habían sido mal manejadas. Insistieron en su teoría de que el rechazo sexual de Marilyn a su marido aquella noche había sido determinante para que él la golpeara de manera salvaje en medio de un ataque de furia.
Si bien uno de los forenses dijo que las heridas de Sam no podrían haber sido autoinfligidas, la contraparte que actuaba en nombre del estado, tuvo otro argumento: las radiografías de Sam Sheppard que se habían mostrado en el primer juicio y donde se veía que tenía una fractura en el cuello producto de la supuesta pelea con su atacante, no eran de él. Para sostener esta idea es importante recordar que Sam Sheppard y su padre eran miembros renombrados del hospital donde estuvo internado. ¿Habían manipulado las imágenes? El mismo doctor Gerber, el médico encargado de la autopsia en la época del crimen, dudó que fueran radiografías de Sam Sheppard y alegó que el médico internado simulaba sus lesiones.
Mientras Sam Junior quería convencer al jurado que el psicótico y asesino múltiple Richard Eberling era el verdadero homicida de su madre, la defensa del estado de Ohio aseguró todo lo contrario. Para los abogados de Sam Junior la prueba más sólida de que había un intruso era la gran mancha de sangre en el ropero que no pertenecía al matrimonio Sheppard y era compatible con el sospechoso Eberling. Esa evidencia no alcanzó para hacer dudar a los jurados y el veredicto fue demoledor. El jurado dictaminó que Sam Shepard había sido el asesino de su mujer. El fiscal argumentó, para los que todavía dudaban, que este era el único caso que había tenido tres juicios.
No había nada más que hacer.
Sam Sheppard junior, el hijo del médico acusado por asesinar a su madre. Hoy tiene 75 y aún clama por la inocencia del neurocirujano
69 años después
Cincuenta años después del crimen, en 2004, Stephen Sheppard, el hermano también médico de Sam, reveló que la sentencia contra su hermano había destrozado por completo a la familia. Su madre se había suicidado en su cuarto, después de la condena, usando un arma de Stephen; su padre había muerto por una hemorragia gástrica debido a que el estrés vivido empeoró su cáncer de estómago y el padre de Marilyn, Thomas Reese, también se había pegado un tiro unos años después. Stephen dijo apretando los dientes: “(…) La profundidad de mi rabia no tiene límites”.
Hoy Sam Junior tiene 75 años y vive en Oakland porque cree que con su nombre no podría hacerlo en Ohio. Escribió un par de libros y, en lo personal, no pudo nunca superar el drama familiar. Muy activo en Facebook, Sam Junior posteó en octubre de 2023 esta frase de Confucio: “Antes de embarcarte en un viaje de venganza, cava dos tumbas”. Mirando en su web se nota su cercanía al budismo, al mundo animal y sus críticas a la justicia y al sistema que nunca absolvió a su padre.
Por más que la justicia lo señaló como culpable, Sam Junior sigue defendiendo la inocencia de su progenitor. Para el resto de los mortales, la duda seguirá flotando en el limbo de las probabilidades. Lamentablemente, la precisión de la ciencia forense llegó, en este caso, demasiadas décadas después.
Por Carolina Balbiani-Infobae