La misericordia de Francisco con Milei –el político, hoy presidente electo, que más lo insultó— abre un nuevo escenario. Cómo son los primeros movimientos de los llamados obispos en el gobierno que está por nacer.
La voz del pueblo es la voz de Dios. Jorge Bergoglio lo sabe. Javier Milei fue votado por 14.476.462 personas, mientras que Sergio Massa, por 11.516.142. El economista, hoy presidente electo, es la figura política que más insultó al Papa Francisco. Lo hizo en sus redes sociales, reportajes a medios locales e internacionales, ya como candidato presidencial, y antes como figura mediática, a su figura personal y a la justicia social. Fueron tan escandalosas sus definiciones que recorrieron las redacciones del mundo.
De allí que el llamado telefónico desde Santa Marta, la residencia comunitaria del Papa, el pasado 21 de noviembre hacia el flamante presidente de los argentinos fue un rayo inesperado. Descolocó a propios y extraños de la política y la iglesia. Sin embargo, no pudo haber ocurrido en mejor momento, ya que interrumpió el reportaje que estaban grabando tres periodistas del canal La Nación + quienes repitieron frases grandilocuentes: “momento histórico, se lo vamos a contar a nuestros nietos, estamos conmovidos”. Para luego dar paso al presidente electo: “(El Papa Francisco) es el argentino más importante de nuestra historia”, levantaba las cejas y sonreía Javier Milei. Estaba encantando. Luego hizo gala de que “Su Santidad”, así llama al Papa, “me felicitó por mi elección, me felicitó enfáticamente por mi coraje, y le hablé del ministerio de capital humano. También lo invité a la Argentina, que lo íbamos a recibir con los honores propios de jefe de Estado” y se animó a otra calificación que ya había escuchado de su contrincante del balotaje, Massa: “Es el jefe espiritual de los argentinos, porque argentina es católica”.
Milei se sintió gratificado porque el Papa le aseguró que rezaría por él. Justo quien más lo había insultado sentía la misericordia del Vicario de Cristo. Entonces todos caíamos en la cuenta de que Bergoglio se acercó y con el gesto de comunicarse puso la otra mejilla. Nada más y nada menos que el líder más importante de la humanidad. Una enseñanza concreta sobre la reconciliación tanto para católicos, como para no creyentes y para quienes profesan otras religiones o filosofías.
Mauricio Macri y Alberto Fernández ninguno de ellos recibió un llamado papal cuando fueron ungidos por el voto popular. Bergoglio podría haber enviado una carta o telegrama a Milei, pero prefirió un gesto misericordioso contundente. Quería que la Argentina entera supiera de la magnanimidad que nos convoca Jesucristo y así llegar al corazón del flamante presidente. La fe no es una idea es el encuentro con otra persona, un testimonio vivo de carne y hueso. Se gana por atracción, no por proselitismo. Así lo repite Francisco y antes sus sucesores, el alemán Benedicto XVI y el polaco San Juan Pablo II. Nadie pensaba que el Papa iba a primerear. Pero demuestra una vez más la vigencia del Evangelio y que es su guía para intervenir en asuntos mundanos. Fe y política unidos más que nunca por el Papa nacido en el periférico barrio de Flores.
Después, llegarían los Rosarios papales para Milei y su vicepresidenta, Claudia Villarruel. El puente para la conexión fue el oftalmólogo personal del Santo Padre. Otro mensaje para el poder eclesial, político y todos los bautizados. Una persona que no es funcionario vaticano, tampoco un clérigo argentino, sólo un laico de la salud, con un rol de unión demostrando que todos los bautizados somos protagonistas. Así lo evidencia el Papa, no sólo lo dice.
La experiencia enseña
En la Alemania dominada por Adolfo Hitler la conferencia episcopal local confrontó. Esa actitud les valió la condena del líder mesiánico que los ubicó en el bando opositor y les licuó el poder de negociación para salvar vidas humanas.
Aproximadamente 11 millones de personas fueron asesinadas por los nazis. Cinco millones de los fallecidos no eran judíos. Entre ellos se estima que entre 250 y 500 mil fueron romaníes, los llamados gitanos de origen católico. Estas víctimas permanecen casi olvidadas. Para Bergoglio no. Esta experiencia de la iglesia frente a un dictador elegido por el voto popular. Tampoco se olvida la posición del Papa Pío XII, Eugenio Pacelli, quien entre 1939 y 1958 ocupó el trono de San Pedro y aún sigue siendo cuestionado por su actuación pública durante la II Guerra Mundial.
Nuestro Papa hizo un discernimiento, primero a la luz de esa experiencia del pasado en Alemania, luego escuchando la voz del pueblo de su patria que votó y mirando la posición de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA). En la última asamblea plenaria los gobernadores eclesiales, la familia de los monseñores y cardenales, pusieron en debate el balotaje entre Massa y Milei. De ese encuentro a puertas cerradas y durante varios días surgió que el 60 por ciento de los jerarcas de la iglesia católica, distribuidos en todo el país, apoyaron la fórmula de Milei/Villarruel que había sumado el respaldo de Juntos por el Cambio encabezados por Patricia Bullrich y Macri.
Tras la asamblea plenaria de obispos no hubo comunicación pública, sólo una convocatoria a rezar por la patria. Sin embargo, se fue escuchando en las parroquias el mensaje de los jefes eclesiales. La frase repetida en distintos puntos del país que sintetizó el 60 por ciento de los obispos con Milei y Villarruel provoca pavor en no pocos laicos: “El silencio es profético”.
Ese 60 por ciento por Libertad Avanza no es uniforme. Algunos obispos, sobre todo uno, está trabajando hace tiempo, por su propia tarea pastoral, sobre la vicepresidente y próxima jefa del Senado nacional. Le acerca uniformados, le recomienda ubicaciones de poder porque piensa en lo que puede llegar a venir si a Milei le ocurre la gran “Bobby Fischer”, el ajedrecista norteamericano.
Otros obispos son anti-Francisco. No lo quieren (menos su regreso a la Argentina). Tampoco al Concilio Vaticano II, famosos por “vivir de arriba no de las cosas del cielo”. Están esperando que el Papa muera pronto para subirse a la palestra del próximo. Es algo que en Roma la iglesia latinoamerica lo experimenta de cerca, el poder eclesial mundano que está pendiente del próximo Sucesor de Pedro. Son los “Caretitutti”, caretas todos. También están los monseñores antiperonistas desde la cuna que se rodean de las élites en sus diócesis y conviven con otra porción de obispos “compañeros” pero que nunca le creyeron a Massa ni al peronismo de Alberto ni de Cristina Fernández. Los indigna ver un pueblo con el 40 por ciento por debajo de la línea de pobreza y una inflación imparable, “el impuesto a los pobres”. Asimismo no coinciden con la conducción de las minorías en el peronismo que abonan la cultura de la cancelación con la etiqueta de «fachos” a las personas de fe, como a quienes enfrentan la inseguridad por ser un tema de la “derecha”.
El tiempo es superior al espacio. Por eso debemos ver qué pasa a partir del domingo 10 de diciembre cuando empiece el gobierno del primer presidente de la historia argentina que viaja a los Estados Unidos con el embajador yanqui en el país al fin del mundo.
Por Lucas Schaerer