El Fenómeno Milei se diluye en la dinámica de la trolocracia. Por Jorge Asís
Teoría temeraria
«La elección de octubre se gana».
Lo confirma temerariamente el experimentado dirigente peronista que dista de percibir el panorama tan favorable para el libertarismo de Javier Milei, el Panelista de Intratables.
Conclusión audaz, pero avalada por cierta argumentación inapelable.
«Con el lastre del más flojo gobierno peronista de la historia, y con el ministro de Economía Massa como candidato, nos faltaron dos miserables puntos para ganar en la primera ronda».
Aunque Milei se haya convertido en el Fenómeno de atracción internacional, la categórica evaluación del peronista contrasta severamente con la interpretación usual que alude al efecto contrario.
Explica que Milei se encuentra en la antesala incómoda del fortalecimiento.
La Libertad Avanza es la entelequia institucional que conduce la señora Karina Milei, La Pastelera del Tarot.
Vigorosamente secundada por Eduardo Menem, El Lule, “amigo operador” que supo endurecerse en el oficio con la guía inteligente del tío homónimo, senador histórico de la superstición del menemismo.
Con el tío senador Eduardo Menem, Amanecer, el sobrino crecidito Eduardo conquistó las bases humanamente territoriales del poder.
Para transferirlas a la construcción del poder libertario que justamente encabeza Javier, hermano imantado de Karina.
Consta que las patanerías de Javier reflejan un estilo de conducción transversal que no debe ser cuestionado.
Lo que para cualquier ser racional es una mera disrupción, acaso un acto riguroso de barbarie, para Los Milei es un objetivo.
La cuestión escandalosa aquí emerge, en efecto, como virtud.
La idea planteada del fortalecimiento implica aceptar el próximo avance legislativo que deje de costado el raquitismo legislativo de la actualidad. Aunque se las ingeniaron para consagrar las medidas emanadas de los delirios del poder ejecutivo.
Desde aquel decreto descuartizado de Federico Sturzenegger, El Desregulador, redactado por profesionales para la utopía presidencial de Patricia, La Montonera del Bien (ya libertaria de vanguardia).
Hasta la pedantería insostenible de celebrar como un gol la suspensión de las (inútiles) PASO, en la Pajarera de los Diputados.
Las PASO tienen que ser necesariamente eliminadas.
Calificadas por el Portal de «inútiles» desde hace lustros, y sin contar siquiera con esbozos de gramos de mileismo en sangre.
Trolocracia
En trazo grueso, el bosquejo es simplón, esquemático y casi ingenuo por la portación perversa de transparencia.
Una ristra de lineamientos ideales para espantarse o coincidir durante los recitales cotidianos de Adorni, Manolito.
Los éxitos se computan a favor del temperamento del Panelista.
Como las disparatadas ocurrencias que animaron la peripecia electoral, aunque sirvieron para cargarse los restos fósiles del radicalismo que venía a los porrazos desde la Alianza progresista con Fernando De la Rúa, Radical Traicionable.
Pero con la explícita teatralidad de la motosierra, el Panelista demolió también lo que queda del peronismo pasionalmente fragmentado.
Para arrasar con la tibieza centro derechista de la Mutual PRO, que legó para la posteridad la cultura del terno complementado con zapatillas blancas, sin cordones.
Como el sublime endeudamiento con el Fondo Monetario que Néstor Kirchner, El Furia, jamás hubiera consentido.
Ante el éxito que hegemoniza el Fenómeno, todo aquello que registre la calificación de desastre o de decadencia se le adjudica al populismo de los peronistas legitimado por los radicales fascinados con las zapatillas blancas y la prescindencia moral de la corbata.
Gradualismo moderado destinado también al colapso de Mauricio, El Ángel Exterminador, afectado principal por las innovaciones del libertario que signaron la clausura de la opacidad.
De la «política vieja» que procedía del cultivo romántico de la democracia que envejecía y abandonaba la perdonable instancia juvenil.
A los 41 años, la pobre es una dama casi adulta.
Nadie supo interpretar la magnitud de la pesadumbre de la sociedad como Milei.
Tampoco sus contemporáneos supieron captar las claves de la nueva cultura que hoy sofoca al señor Héctor Magnetto, El Beto, hasta sospechar que vivió, en el fondo, en vano.
O a los proscriptores hermanitos Saguier, que excepcionalmente suelen sentarse con algún exégeta de menor nivel.
Las dichosas redes -en fin- sociales.
Efectos del streaming o del podcast. Instrumentaciones modernas de la jerga cultural que los reaccionarios clásicos de la opacidad no alcanzan todavía a entender y prefieren simplificar con la comodidad del calificativo troll.
Como si el Fenómeno Milei se diluyera en la dinámica administrativa de la «trolocracia».
O mejor: gobierno de los trolls.
Final con logros y desmanes
Basta con mantener el apoyo del ejército de comunicadores espiritualmente rentados para instalar los logros libertarios y condenar los desmanes de la política del fracaso generada por los políticos crucificados conscientemente con el hallazgo de casta.
Basta con los trolls de estado anti casta para exagerar la aniquilación de la plaga inflacionaria que imposibilitaba la vida.
Y con ponerle punto final a los piquetes que socialmente obturan el desplazamiento por las ciudades.
Al arrasar con la inflación, el Panelista devolvió a la sociedad cierta calma económica, aunque la idea del consumo caiga como un piano y se eleve el índice de pobreza como si fuera el barrilete más liviano.
Resultó también fundamental acabar con los piquetes para ponerle un Valium a la impaciencia urbana del argentino ambicioso que aún pretende desplazarse libremente. Como si tuviera, en efecto, algún destino.
“Todo lo que quieras, Rocamora, pero a Milei le sobra astucia y le faltan dólares. Corresponde entonces que use los dólares de la gente, total transcurre otro año más de cepo. Y mientras daba cátedra en Davos y se picaba el boleto con las teorías homofóbicas, el Toto Caputo debía decepcionarse aquí con los enviados del Fondo, un conjunto de auditores infinitamente más frío que la comisión de enlace que le propuso el Ángel Exterminador, aunque el demente ni le dé b…”.