La segunda vuelta lleva a una reconfiguración de las campañas para atraer a esa incógnita que es el votante del centro.
En una sociedad donde la mayor parte de la gente se agolpa políticamente en el centro, es fácil concluir que el candidato que más se acerque a ese centro ganará las elecciones. El problema es identificar ese centro, que siempre estuvo asociado a la moderación. Pero en la Argentina, se dio siempre un fenómeno peculiar: los moderados no son una categoría homogénea, sino ellos mismos estuvieron signados por esos polos que han animado por décadas la política del país: un polo peronista y un polo no peronista.
Esos “moderados” si estaban decepcionados con su fuerza política, podían votar a un tercero, con la condición de que no estuviera asociado con alguno de los polos, ya sea por ser un outsider, ya sea por romper con su fuerza originaria. En 1994 José Octavio Bordón obtuvo casi un tercio de los votos, aprovechando el malestar que produjo el Pacto de Olivos, entre los que lo consideraron un “contubernio de la partidocracia”. En el 2015, Sergio Massa obtuvo casi 20 puntos en las PASO, y para sorpresa de muchos, le agregó algunos puntitos en la primera vuelta. Sin embargo, sus votantes se repartieron mitad y mitad entre Scioli y Macrisegún el predictor del voto más robusto: el nivel socioeconómico.
Cuando la polarización política se intensificaba, o bien lo contrario, cuando se desdibujaba la división gobierno/oposición, se daba la posibilidad de que emergiera ese polo de centro. Javier Milei impuso entre muchos una interpretación novedosa en la construcción de un nuevo centro: que la grieta era un truco que disfrazaba el acuerdo de los políticos malignos en hacer primar sus intereses personales contra la gente: la política en la Argentina constituía una “casta”. Imagen que prendió, especialmente en el aliado fundamental de Milei en sus orígenes y después también: los medios. El personaje medía otorgaba rating con su presencia exuberante y disruptiva. De más está decir, que si había una casta estrictamente, Milei ni sus compañeros hubieran podido entrar en el Congreso de la Nación, Pero esa es una sofisticación que solo le interesa a la especie en extinción de los logócratas.
En el 2021, muchos indicios de un estado alterado en el sistema político: el peronismo perdió millones de votos, especialmente en las PASO, y esos votos no habíanalimentado a Juntos por el Cambio, que ganó por el solo hecho de perder menos. Paradójicamente, Milei en persona, no lastimó como era de esperar en CABA sino que hasta subió un punto.
Los libertarios se hacían fuertes en las zonas desangeladas del sur de la ciudad: Villa Soldati, Mataderos, Villa Lugano. Pero, como buena paradoja no afectó la “doxa” periodística, que como se sabe es la fuente de la que se nutren los consultores para de allí generar las ideas discursivas y los cursos de acción político a los que precisamente debieran ser los especialistas en esas cuestiones. Me refiero a los políticos. Hoy muchos se parecen a actores de reparto, y no es de extrañar que cuando algún programa de televisión llama a actores profesionales a imitar a los políticos, estos se desempeñan mucho mejor que los protagonistas imitados. Y tampoco es de extrañar que alguien nacido y criado en los medios como Milei pudiera crecer tan intempestivamente como lo hizo.
De todas maneras, las estrategias y las explicaciones que dieron los políticos, calcadas de los periodistas y reafirmadas una vez realizadas las PASO, y todavía con más razón en la primera vuelta y después de ella, deja la sospecha de si los perdedores todavía no saben porque perdieron y los ganadores no saben por qué ganaron, salvo aparentemente, Sergio Massa.
Dado que se descontó que la victoria del oficialismo fue considerada imposible, dada la decadencia del kirchnerismo y la horrible situación económica, permitió que en la ausencia de la loba feroz, los mismos cambiemitas se convirtieran en los lobos de los cambiemitas. Sin embargo, la grieta si algo genera es la suspensión de cualquier evolución racional de la eficacia y efectividad gubernativa. Lo llevo al fútbol, si Racing le gana a Independiente, yo por eso, que soy del rojo de Avellaneda, me voy a hacer de Racing, sino todo lo contrario.
Pese a la evidencia electoral a contrario, la aparición de Milei llenó de pánico a Juntos por el Cambio, autoubicándose en la derecha, y colocando a Milei en una amenaza desde la ultra derecha. En realidad, esa fue la excusa que tuvo Mauricio Macri, para retirar su apoyo a quien era el candidato cantado hasta ese momento, Horacio Rodriguez Larreta, y después conla victoria de la candidata “halcona”, Patricia Bullrich, pregonar que en realidad, ambos candidato opositores representaban el cambio.
Lo trágico de todo esto es que por un lado, llevo a Javier Mileique entrara en una competencia con Patricia Bullrich, cuando él había logrado el milagro de sacarle en las PASO el doble de votos al peronismo de los que le resto a untos por el Cambio, especialemente localizados en el interior del país y en el tercer cordón del conurbano.
O sea, comiendo de los dos lados Milei ocupaba un estratégico centro geométrico, pero que no tenía nada de moderado, sino que era un centro extremo. La trifulca interna en la oposición dio en términos de demostrar que fuerza era más antikirchnerista, cuando esa fuerza había renunciado antes a ser considerada parte del NO Gobierno de Alberto Fernández, quien en la única medida más o menos relevante que decidió, el acuerdo con el FMI, tuvo que ser apoyado por la oposición.
Dislate que le sirvió para un velociraptor oportunista como lo es Massa para, como la teoría de juegos lo ejemplifica, reagrupar al peronismo en el ataque. EL cisne negro era en realidad el elefante de siempre que salía de terapia intensiva gracias al ataque de ambos opositores, que en realidad era una pelea entre ellos antes que con el peronismo mismo.
A esto se le sumó, la acción disciplinadora de Massa, devenido en un cuasi Presidente y Alberto Fernández en un Prescindente, de punteros, intendentes y gobernadores, que suelen trabajar a reglamento en las PASO, para que sea valorado y recompensado su trabajo en las generales. Por supuesto, también repartió pesos para esos sectores populares que no habían ido a votar, con el consecuente impacto inflacionario. Pero prioridades son prioridades. El peronismo obtuvo los mismos votos que Daniel Scioli en la primera vuelta de 2015, y Milei dejo de ser el centro para pasar a dividir especialmente a la oposición, aunque ganando su pase al balotaje.
Naturalmente el radicalismo, quien soportó en el limite la alianza on el PRO, no podía sino rechazar el acuerdo inconsulto de apoyar a Milei de los candidatos de Juntos por el Cambio, liderado obviamente por el creador del PRO y su destructor, Mauricio Macri. Recuérdese el escándalo que armaron el expresidente y Cia. ante el intento de Larreta de sumar a Juan Schiaretti, que se llevó un porcentaje de votos de Juntos por el Cambio cuando todo punto vale oro.
Conclusión, Milei creó y enterró, con la ayuda poderosa de Mauricio Macri, su invención tan eficaz para las PASO de contrarrestar la grieta contra la grieta, alineándose con la grieta original. Dividió así el polo no peronista, generando una discordia que le dificultará juntar esa mayoría de votos que necesita para ganarle a un peronismo que, será un desastre gobernando, pero tiene incorporado hasta en su marchita eso de “todos unidos triunfaremos”.
Por Luis Tonelli-El Estadista