El Presidente también predicó y reconoció deuda de gestión. Poli volvió a apelar a un lenguaje compasivo, pero con palabras fuerza: unidad, diálogo y consensos.
El presidente Alberto Fernández y arzobispo Mario Poli no volverán a cruzarse en un tedeum por el 25 de Mayo en la catedral porteña; al menos en esos roles. Mientras el primer mandatario decidió bajarse de la competencia electoral en medio de la convulsionada interna del Frente de Todos; el cardenal espera que Jorge Bergoglio designe a su sucesor para dejar la arquidiócesis de Buenos Aires, que gobernó pastoralmente por una década. El arzobispo, además, terminó investigado por el Vaticano por inconsistencias en la administración y venta de inmuebles eclesiásticos.
En los casi cuatro años de gestión, el jefe de Estado participó de cuatro ceremonias religiosas por la fecha patria presididas por el purpurado en el templo porteño: dos de manera virtual, por las restricciones de la emergencia sanitaria por la pandemia del covid; y dos presenciales. La ceremonia de acción de gracias de este jueves fue la última para ambos como representantes de los poderes políticos y eclesiásticos, por lo que tuvo particularidades excepcionales. El primer mandatario se acercó al altar para cantar el Himno Nacional junto con el cardenal Poli, los obispos auxiliares, el nuncio Miroslaw Adamczyk y quienes representan a otras creencias religiosas, y al finalizar clamar: “Viva la Patria”.
A su término, y fuera del protocolo habitual, el Presidente pidió la palabra para despedirse de la comunidad religiosa y con la intención, recalcó, de “poner en valor” la predicación del “querido cardenal” Poli. Fue entonces cuando, tomando parte de reflexión del purpurado y también las exhortaciones del papa, sorprendió con una afirmación a modo de deuda de su gestión. “Tenemos que ser capaces de construir una convivencia democrática que nos falta, que no hemos sabido construir en todo este tiempo. Está claro que en la diversidad pensamos distinto y que en la diversidad tenemos miradas y aspiraciones de país distintas”, aseveró al asumir la crítica habitual que le hacen las autoridades eclesiásticas por las peleas internas y la grieta con la oposición.
Fernández también aprovechó el momento para reprocharle a Poli el diagnóstico social que trazó en su homilía, especialmente cuando se refirió a las infancias empobrecidas, alertó sobre las falencias educativas y responsabilizó de esta situación a la confrontación permanente de la dirigencia política. “Tenemos todos los compromisos que usted nos ha marcado: el compromiso con los que menos tienen; primero los últimos nos enseña el papa Francisco”, refutó despegando a la coalición gobernante de ese cuestionamiento.
Lenguaje misericordioso y palabras fuerza
Como lo hizo en sus tres tedeums anteriores, Poli volvió a utilizar una narrativa misericordiosa para no cargar las tintas sobre lo que definió como un clima de confrontación política que “siembra desconfianza y alimenta más enfrentamientos”; y apeló a palabras de fuerza para desarrollar la idea central de su predicación: unidad, diálogo y consensos. También citó el Preámbulo de la Constitución y el Martín Fierro, de José Hernández, y terminó su reflexión con un llamado a modo de oración a Dios: “Haz que no abandonemos nunca el ideal de construir una Nación fraterna, donde la amistad social supere toda división, para que podamos convivir en justicia y solidaridad”.
En el tedeum del año pasado, después de que el Presidente amagó con faltar por su intención de celebrar la fecha patria en la Antártida, Poli ya había buscado bajar el nivel de confrontación entre el oficialismo y la oposición, y hacer una exhortación al diálogo político. El mismo hilo discusivo que el primado utilizó en sus dos homilías durante el tiempo de pandemia, con la catedral vacía y con Alberto Fernández mirándolo por TV, y en los que sumó la palabra clave “fraternidad” y lema que Bergoglio impuso durante la emergencia sanitaria: “Nadie se salva solo”.
La novela de los Kirchner
Hasta la llegada del kirchnerismo al poder, el tedeum siempre tuvo como escenario natural a la catedral de Buenos Aires. Néstor Kirchner estuvo por primera vez delante de Bergoglio en mayo de 2003, el día que tomó posesión del cargo. En aquella oportunidad, el dirigente patagónico coincidió con Bergoglio en la necesidad de poner el hombro sin “mezquindades e internismos”. Un año después, Kirchner se retiró contrariado de la catedral porque el arzobispo refirió a “componendas de poder” que absorben las instituciones y al cansancio del pueblo por los “anuncios estridentes”.
En 2005, Kirchner viajó a Santiago del Estero para escuchar una homilía sin sobresaltos del obispo Juan Carlos Maccarone, considerado “amigo” y quien renunció envuelto en un escándalo sexual. El entonces presidente regresó en 2006 al templo porteño y soportó más críticas a su forma de gobernar de parte de Bergoglio, quien lo exhortó a construir un país sin prepotencias ni exclusiones y le dijo que el poder no necesita sustentarse en propaganda, encuestas o aplauso de masas.
Desde 2007, el matrimonio Kirchner esquivó lo que evaluaba como “homilías críticas” de Bergoglio llevando la celebración oficial a Mendoza, Salta, Puerto Iguazú, Luján y Resistencia, con la justificación de “federalizar” la fecha patria. También le otorgó un sentido más ecuménico e interreligioso al dar cabida a referentes de otras creencias. Recién el 25 de mayo de 2015, en el último año de su mandato presidencial y con Francisco en el Vaticano, CFK volvió a la catedral porteña y escuchó la predicación del cardenal Poli. Mauricio Macri asistió regularmente al tedeum por la Revolución de Mayo en el templo primado.
Por Guillermo Villarreal-Letra P