Martín Menem y la “princesita” Karina estarán este martes con el gobernador Torres. Será después del voto positivo de las senadoras locales Edith Terenzi y Andrea Cristina, ambas estrechamente vinculadas con el mandatario, y que respaldaron los proyectos del gobierno. Van para agradecer, pero el objetivo es cerrar el armado del partido La Libertad Avanza en esa provincia.
Ante la diversidad que dispersa voluntades, el oficialismo insiste en el sueño del partido propio. El demonio del sueño de crear un partido desde el gobierno es recurrente en las democracias no liberales (“Illiberal democracies”, como las llama el analista Fareed Zakaria). Son aquellas que respetan la formalidad republicana, pero buscan trampear los controles que requiere la sustentabilidad del sistema. Son democracias a reglamento.
El modelo del peronismo ha alimentado la fantasía de que un partido se puede crear de arriba para abajo, con plata del Estado. La tumultuosa gestión de Juan Perón entre 1946 y 1955 incluyó la creación de lo que después fue el Partido Justicialista, en realidad una simulación institucional sin construcción genuina, que es la de abajo hacia arriba. Esa simulación adornó una construcción caudillista clásica, propia de otro turno autoritario con rasgos dictatoriales.
La misma ilusión sedujo a los turnos militares, desde el brigadier Martínez, que sacó en 1973 el 2,91% de los votos con la Alianza Republicana Federal -hermoso nombre-. Algo mejor le fue a Francisco Manrique en esa elección, 16%. Manrique había creado el PAMI y el PRODE, cajas que han alimentado la fantasía de que quien las administre tiene futuro político. No le sirvió tampoco a Sergio Massa, que desde que administró la ANSES, entró en picada hasta terminar en su casa en diciembre pasado. El crimen no paga.
Por Ignacio Zuleta-Zuleta Sin Techo