Misiones Para Todos

El triángulo (isósceles) de hierro

Los Milei al gobierno. ¿Qué pasará con Santiago Caputo?

Además de un tabique a alguna posible propuesta de Mauricio Macri, el nombramiento de Diego Santilli es una señal de que la salida de Guillermo Francos del gabinete no debería interpretarse como un rechazo a la estrategia de reformas radicales basadas en diálogos y acuerdos legislativos y territoriales. Al respecto, deberían señalarse dos cuestiones de importancia. La primera es la propia trayectoria de Santilli, acostumbrado en la Ciudad de Buenos Aires a la negociación constante. Como ministro de Ambiente de Mauricio Macri –donde estuvo a cargo de cuestiones como los contratos de recolección de basura y las tensiones sindicales que los acompañan– y luego como vicejefe de Gobierno de Horacio Rodríguez Larreta, administró un aceitado esquema de convivencia política del que participa incluso, de forma protagónica, el peronismo. Es fácil imaginarlo buscando diálogos y negociaciones en el Congreso y con los gobernadores. El periodista Roberto García, ante un Carlos Pagni que toleró estoico el estallido que le proponía su propio organismo, dijo: “¿Más negociador que el Colorado Santilli que dice que sí a todo? Toda su vida dijo que sí a todo. Si fuera una mujer tendría 19 hijos”. 

La segunda cuestión de importancia es que la agenda de concertación con gobernadores y opositores blandos no viene sólo del presidente –que fue muchas veces refractario sin importar las preferencias de su elenco– sino de los Estados Unidos, cuya preeminencia en la determinación de las decisiones oficiales está respaldada por miles de millones de motivos. En Washington, Francos estaba lejos de ser un activo. Allí se le factura su enfrentamiento con el Enviado Especial de los Estados Unidos para América Latina, Mauricio Claver-Carone –una de las manos derechas de Marco Rubio– que lo acusa de haber estado detrás de su salida del BID por una investigación interna sobre una conducta impropia con una trabajadora del organismo, cuando Francos fungía como representante ante el BID del gobierno de Alberto Fernández. “Representa lo peor de la casta política argentina. Nunca he visto tanta hipocresía en un político de ningún país”, dijo Claver sobre Francos cuando se conoció su nombramiento en el gobierno de Milei en diciembre de 2023. Además de haber construido una buena relación con Santiago Caputo, que viene siendo interlocutor privilegiado de los estadounidenses a través de Barry Bennet y la organización del Comité de Acción Política Conservadora (CPAC), no pesan sobre Santilli ninguno de los señalamientos que afectaban al saliente jefe de Gabinete.

Caputo fue por todo, pero —atípicamente en situaciones como estas— no se quedó sin nada, sino con lo mismo que tenía hasta el momento. Si bien su demanda era el monopolio de la interlocución política, su posición preelectoral lo situaba —lo sitúa— en un mejor lugar que la propuesta del presidente y la hermanísima. En parte, podría suponerse, porque ese Ministerio del Interior con —pocos— esteroides no terminaba de resolver la interna.

En este contexto, Milei eligió que saliera Karina fortalecida y, consecuentemente, su principal asesor debilitado; fundamentalmente en términos gestuales, porque formalmente maneja las mismas áreas que antes. Milei intentó que todo volviera a ser como al comienzo, pero eso es imposible. Aun así, se impone una pregunta: ¿por qué Caputo no está afuera del gobierno si le rechazó una oferta a los Milei? ¿Los hermanos le temen? Es una incógnita. Lo cierto es que Karina ganó, pero ni ella ni su ecosistema cercano salieron —aún— a celebrar y patear en el piso.

Por otra parte, antes del resultado, Milei le había comunicado a su círculo cercano que el jefe de Gabinete iba a ser Adorni. Esto constituye una enorme singularidad, porque significa que la decisión no estaba atada al resultado electoral: Milei quería fortalecer a Karina, no reconducir el gobierno. Tras la negativa de Caputo, Milei le pide una recomendación para el Ministerio del Interior, y él responde que tiene que tener un gesto con alguien del PRO: mejor Santilli que Ritondo. Milei acepta.

Finalmente, en la reunión con Milei, Macri entró sabiendo que Francos se iba, porque se lo contó el propio Francos cuando salió del encuentro con el presidente a las 15:30. Macri entró a las 21. En el medio hablaron. Durante las milanesas, Macri le sugirió el nombre de Horacio Marín. Una recomendación particular: Argentina atraviesa un juicio en el que niega que YPF es un apéndice del Estado argentino; sacar al CEO de la compañía para que conduzca el gabinete no parece la mejor opción.

Santilli será el encargado de ejecutar la estrategia de concertación favorecida desde Washington. El último acto relevante de Francos como jefe de Gabinete fue la organización de la reunión del presidente con un arco variado de veinte gobernadores, del que sólo no participaron quienes fueron excluidos por voluntad oficial –una lista que incluye estruendosamente a Axel Kicillof– pero también al formoseño Gildo Insfrán, el riojano Ricardo Quintela y el fueguino Gustavo Melella. El encuentro, destinado a discutir la aprobación del presupuesto 2026 y una agenda de reformas cuyo emblema sería la de flexibilización laboral que, rudimentariamente, filtró el ministro Federico Sturzenegger. 

Fue significativa la fuerte presencia de gobernadores peronistas y aliados que ganaron con comodidad la elección en sus provincias como Raúl Jalil, Osvaldo Jaldo y, más inesperadamente, el pampeano Sergio Ziliotto. También estuvo el santiagueño Gerardo Zamora, que hegemonizó la totalidad de los cargos electivos por su provincia. Ni bien se conoció la asistencia estadounidense, en este mismo espacio nos preguntábamos por la posibilidad de que la intervención actuara como un łímite efectivo de la virulencia de la parte más pragmática de la oposición. A esto debe sumarse, ahora también, la tendencia de los dirigentes provinciales a acudir presurosos en auxilio del vencedor.

Para los gobernadores –y en esto hay diferencias escasas entre los peronistas y los de otros espacios–, además del instinto acuerdista en un esquema donde muchos recursos están centralizados, la discusión de la próxima etapa política supone garantizarse una cantidad de recursos para obra pública hoy ausentes y atraer inversión, preferiblemente extranjera, para desarrollar algún recurso natural. En este marco de discusión, las internas en el seno de la principal oposición probablemente se profundicen durante los próximos meses.

Es de esperar que los gobernadores del interior que prestaron votos o ausencias para la aprobación de la Ley Bases, con un apoyo incrementado para un esquema de promoción de excepción como el RIGI, aumenten su vocación cooperativa. Con economías donde los sectores de mayor potencial son los extractivos, alta informalidad en el sector privado y mucho peso del empleo público provincial y municipal en su estructura, las objeciones habituales a una reforma laboral tienen un peso menor que en el centro del país, donde también golpea de manera privilegiada la desindustrialización que acompaña el modelo económico que propone el presidente. Que Kicillof sea el más intransigente de los gobernadores no es sólo una cuestión de contrastes ideológicos. El conurbano bonaerense, el área en la que viven uno de cada cuatro argentinos, es la región más perjudicada por la política económica oficial.

A ese conflicto estructural se suma la diversidad de miradas sobre las herramientas que necesita el país para enfrentar las dificultades de la presente coyuntura. En la larga entrevista de balance postelectoral que concedió el domingo a este medio, el diputado Máximo Kirchner insistió en el endurecimiento del discurso económico como forma de apelar a los heridos del modelo. La mirada articulada por el líder de La Cámpora supone un enfoque fuertemente distributivo, insistiendo en las virtudes de impuestos como las grandes fortunas, con una presencia protagónica del Estado como actor en la estrategia de crecimiento a partir de las empresas públicas –se adivina a YPF como el actor casi excluyente–, una estrategia monetaria expansiva combinada con fuertes restricciones en el mercado de divisas, el movimiento de capitales y la gestión de las ganancias empresarias como modo de “cuidar” los dólares que el país produce. Una estrategia que choca frontalmente con las que privilegian la atracción de grandes capitales. 

Last but not least, en estos días se hizo pública la irrupción de Popurrí, un nuevo espacio político porteño, joven y sin terminales en las estructuras tradicionales de la política. Un colectivo diverso en trayectorias y orígenes, que busca reabrir la conversación pública en una Ciudad atravesada por la crisis de representación. Algunos de los referentes que lo integran vienen de experiencias en gobiernos anteriores, organizaciones del tercer sector y la Iglesia vinculada al papa Francisco como María Migliore, Bruno Rodríguez, Juan Maquyeira y Mercedes Pombo.

Por Iván Schargrodsky-Cenital