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Empezó desde cero en la mitad de la vida y alienta a los más jóvenes: “A los 48, conseguí el laburo soñado”

Muma dejó su vida en de porteña para radicarse en medio de las montañas de Bariloche y está a punto de recibirse. Reivindica constantemente que “la vida no termina a los 30″ y pelea contra los prejuicios de tener VIH.

Mariana Jaroslavsky tiene 49 años y hace 12 que decidió hacer un cambio radical en su vida y mudarse al sur para poder darle rienda suelta a sus sueños. Con un poco de miedo, pero confiada en que estaba siguiendo lo que su corazón dictaba, agarró un par de valijas, a sus hijos pequeños y dejó el barrio porteño de Once para instalarse en Bariloche. Hoy, a nada de terminar la carrera de sociología y más que instalada, comenzó a escalar montañas, esquiar y alienta a los más jóvenes a no temerle al fracaso de un nuevo rumbo.

“¡Sigan, que la vida no termina a los 30!”, repite como mantra y asegura que los momentos que hoy vive llegaron en el momento justo, ni antes ni después. “Lo soñé cuando tenía 17 y lo pude cumplir 20 años después”, dijo en diálogo con TN.

A Mariana todos la conocen como Muma. Tiene un hijastro, que menciona como uno más de su clan y tres hijos. Hace 12 años se instaló en el sur y trabaja en el municipio de Bariloche. Es activista por la visibilidad del VIH luego de que un diagnóstico dijo que debía convivir con ello y se topara con el prejuicio social.

Muma vive en Bariloche e incentiva a otros a que se animen a cambiar. (Foto: gentileza Mariana Jaroslavsky)
Muma vive en Bariloche e incentiva a otros a que se animen a cambiar. (Foto: gentileza Mariana Jaroslavsky)
Una nueva vida en el sur

Para Muma cambiar de vida no fue fácil, pero, “ya no soportaba el calor de Buenos Aires”. Entre risas, explicó que uno de los motivos que la llevó a cambiar de ciudad fue porque le gusta mucho el frío. Sin embargo, el trasfondo es mayor y se puede ver en las fotos que comparte en sus redes sociales. “Salís a la calle, vas a comprar el pan y hay flores por todos lados, es hermoso”, contó.

La casi socióloga aseguró que “el gran cambio está en la naturaleza” y que vivir tan cerca de ella le fue la gran modificación en su vida.

Hace algunos días un tuit de ella se viralizó y a partir de allí no paró de recibir mensajes. “Si creen que son muy grandes para arrancar de nuevo, les cuento que me vine a vivir a Bariloche a los 38, conocí a mis amigas y amigos a los 40, conseguí el laburo soñado a los 48 y me estoy recibiendo a los 49. ¡Sigan! Que la vida no termina a los 30!”, posteó.

(Foto: gentileza Mariana Jaroslovsky)
(Foto: gentileza Mariana Jaroslovsky)

“Me escribieron más de 200 personas diciéndome que no saben qué hacer de su vida, que sienten que desperdiciaron tiempo. Hay una presión social espantosa, tengo conocidos que la pasan muy mal y está la típica frase de ‘perdí el año’, ¿quién a los 18 años está con la cabeza puesta en qué va a estudiar para hacer hasta los 60?, ¿cuál es el problema del fracaso?”, comentó a este medio.

En el mismo sentido, remarcó que nunca es una cuestión de edad, sino de pensamiento. “Yo subo a todas las montañas porque es algo que me gusta y a fuerza de voluntad”, aclaró y remarcó: “La vida no termina a los 20 o a los 30, la vida sigue, es larguísima y podés irte de donde no te guste”.

Aunque hoy tiene clara esta situación, aseguró que en un primer momento cambiar radicalmente su vida fue difícil. “Cuando me mude acá me costó muchísimo porque no conocía a nadie y extrañaba”, reconoció y sumó: “Yo me veía con mis amigas todo el tiempo y los primeros dos años viviendo en esta ciudad me hacía amiga de cualquier persona con tal de tener más contactos”, comentó divertida.

(Foto: gentileza Mariana Jaroslovsky)
(Foto: gentileza Mariana Jaroslovsky)

Con el tiempo, finalmente, encontró su grupo de protección. “Lo más difícil es decidir lo que no querés, pero una vez que lo decidiste tenés que trabajar para eso”, sostuvo.

Por eso, recomienda rodearse de amigos. “Con los años me di cuenta que el amor real viene de las amistades, no siempre de las parejas las cuales muchas veces terminan siendo relaciones con mucho de mandatos impuestos”, reconoce.

La edad, una cuestión de actitud

Muma insiste en que nada es condicionante para cambiar de rumbo. “Subí a mi primer refugio a los 48, esquié también por primera vez a los 48 y también caminé por el glaciar más alto de la provincia”, escribió.

Es por eso que ella remarca que el cambio “se dio cuando se tenía que dar”.

“El año pasado terminé una diplomatura en Educación Ambiental donde lo llamativo era que el 80 por ciento de los estudiantes eran mujeres y muchas éramos de más de 45″, explicó y agregó: “Para mí es lo más normal encontrarme con gente grande que es muy activa por eso me sorprendí que se viralizara tanto el tuit”.

Ante la vorágine que hoy envuelve a la juventud, recomienda “bajar un cambio, equivocarse”. “Si tomas malas decisiones podés aprender siempre de ello y seguir”, dijo.

Un diagnóstico difícil

Muma es madre de cuatro: Matías, Máximo, Manuel y Milo. Hoy, uno de ellos comenzó a recibir quimioterapia por un linfoma de Hodgkin. “Fue un baldazo de agua fría, otro más, yo hace años convivo con VIH y uno siempre cree que después de un diagnóstico así no viene nada peor y si vino algo peor. Entonces hay que sacudirse y seguir, tratar de estar lo mejor posible”, manifestó.

(Foto: gentileza Mariana Jaroslovsky)
(Foto: gentileza Mariana Jaroslovsky)

Hoy tiene en claro que convivir con este virus es más que normal en su vida y lucha contra los prejuicios. “Soy activista, hablo sobre el tema de las mujeres con VIH y me ha servido que se viralizara mi historia porque hay un montón de estigmatización a esta altura, mucha gente me dejó de hablar cuando se enteraron de mi diagnóstico y es una estupidez”, insistió. “Ponemos la cara y el cuerpo para que vean que seguimos una vida normal”, dijo.

Escuchar al corazón

La vida, que a veces da un golpe que te hace girar el cuerpo entero, también te permite rehacerte nuevamente. Por ello, Muma insiste en ser inspiración para aquellos que sufren de la presión social de tener la vida resuelta a los 30. “Escuchen a su corazón, por más trillado que suene. Yo a los 17 vine de viaje de estudio, me enamoré de este lugar y me mudé 20 años después”, contó y llamó a “observarse un poco más y darse cuenta de lo que uno realmente quiere”.

Es por eso que reivindica el “no tener miedo a equivocarse, a perder un poco de tiempo” y a “arrancar de nuevo”. “No es tiempo perdido, es tiempo de un proceso y a veces eso en la vida es un poco largo”, sostuvo.


Por Belén Vallejo-TN