Somos Perú. Este es el nombre de una fuerza política que creó el exalcalde de Lima Alberto Andrade. Pero no nos referimos a eso, sino a que la Argentina condenó con prisión incluida a una expresidenta (y su exvicepresidente), tiene un boom minero, estabilidad del dólar y, pese a que la política es un aquelarre, la macro luce envidiable. Muy semejante al país hermano. Por eso, cada tanto se pone de ejemplo al presidente de su Banco Central. Claro, también tienen un 72% de empleo informal, casi el doble que en estas pampas. En síntesis: mientras la macro ande bien, que la política haga lo que quiera, siempre y cuando no joda.
Como señalamos en la columna de la semana pasada, los liderazgos persisten o no más allá de las causas judiciales. Posfallo de la Corte, casi todos los sectores peronistas se proclamaron indignados por la condena. Incluso algunos que estaban pensando en competir por afuera de UxP este año, como Fernando Gray, Juanchi Zabaleta o Urtubey. Los gordos se hicieron un poco los fesas; sin embargo, la épica de la “proscripción” los unió (por ahora). Pero la variable clave se llama “las bases” (no las de Alberdi, claro). Porque si el electorado reclama el liderazgo de Cristina, los dirigentes pueden hacer lo que quieran, pero lo que mandará es el segmento de los propios votantes. Una reivindicación a Marcos Peña, quien sostenía que la demanda ordena a la oferta (hasta que ganaron Alberto y CFK, y entonces empezó a bajar de la montaña).
Adiós a la hipótesis de las “ocho elecciones distintas” en la PBA. Si ya estaba nacionalizada la discusión para septiembre (¿se mantendrá desdoblada?), ahora se potenció al cuadrado. A Kicillof lo perjudica porque la nueva situación le impide la diferenciación, aunque lo aliviará que no se debata sobre su política de seguridad, por ejemplo. Mirando a 2027, al menos se despejó un término de la ecuación –la jefa ya no puede volver– pero puede tener precandidato/a propio/a que le dé discusión. Todo eso además del siempre listo Sergio Tomás Copperfield.
Varios detalles para tener en cuenta en el medio del alboroto.
Primero, no hubo “17 de octubre”, las masas no salieron a la calle (salvo la militancia previsible), no hubo cacerolazos en contra del fallo, pero tampoco bocinazos a favor. La cabeza de los votantes está en otra cosa, mirando cómo cuidar su primer metro cuadrado. La crisis viene exigiendo mucha energía psíquica para sobrevivir.
Segundo, al haber unanimidad de los tres integrantes de la Corte en este caso –¿Lorenzetti se vengó porque Ella dio orden de tumbar a Lijo?– reverdecerá la discusión para llevar el máximo tribunal a siete miembros, proyecto del senador Romero (excandidato a vicepresidente de Menem en 2003). ¿Habría un plan canje para que el Gobierno negocie los cuatro nuevos nombres con el kirchnerismo y así licuar la mayoría actual?
Tercero, Cris va a tratar de usufructuar su papel de víctima al máximo, discutiendo todo al límite. Por eso circula el nombre de su hijo como reemplazo en la candidatura en la tercera sección electoral. ¿Lo logrará? Lo hace para sacar de las casillas a los disidentes y negociar un nombre políticamente potable y competitivo (Máximo no reúne ninguna de las dos condiciones, pese al apellido; para delegados ya estuvieron Alberto y Cámpora, y los dos terminaron mal).
La saga recién empieza. Lo más probable es que le den prisión domiciliaria y no le puedan impedir su libertad de expresión haciendo campaña. Ella estará omnipresente en todo el proceso, con o sin redes sociales. Pero claro, ¿el Gobierno se verá obligado a recalibrar su estrategia discursiva?, ¿habrá un desincentivo para ir a votar del electorado no K ahora que “la chorra” ya no estará en la boleta?, ¿logrará mantener viva la amenaza por la existencia de herederos? En 2016 el propio electorado macrista creía que el objetivo de “unir a los argentinos” ya se había cumplido porque CFK se había ido del poder. Son muchos interrogantes complejos de responder.
Esta fue una semana de muchos brindis para el oficialismo libertario, porque además de Cristina presa la inflación de mayo fue la más baja de los últimos cinco años, elemento psicológico clave para que a) la mayoría social le tenga más paciencia, y b) sirva como mensaje fundamental para la campaña electoral. Además, hubo recuperación en abril tanto de la industria como de la construcción, después del bajón de mayo. TMAP, diría el joven maravilla. Javo cantaría como Los Auténticos Decadentes: “Tanta alegría seguida me va a matar”.
Pero la buena onda no es eterna. A los gobernadores se les cayó la coparticipación y están más complicados para administrar el conflicto social. Por eso están reclamando de modo más insistente a la Casa Rosada para que abra la billetera. Por las dudas, el gobernador Pullaro se está embarcando en un crédito de 1.000 millones de dólares para poder hacer obras (que ya no hará el gobierno nacional, que además está decidiendo discrecionalmente cómo se utilizan los créditos de los organismos internacionales que tienen asignaciones específicas). Otro que está perdiendo la buena onda es el economista Arriazu, devoto del ancla nominal. Ya va por la tercera advertencia en pocas semanas. La última fue que sacar a circular el canuto del colchón podría generar una inflación en dólares.
Hablando de verdes, como Toto no quiere comprar divisas para acumular –para mantener inalterado el valor del dólar–, entonces toma deuda para mostrar músculo (como ya hizo con Macri). Cuando salen más dólares por viajes al exterior de los que entran por Vaca Muerta, la solución se llama maquillaje. Make up 1: pedimos papelitos verdes a varios bancos, entre ellos algunos chinos, lo cual enfureció al Departamento del Tesoro. Make up 2: se flexibilizó la salida de la inversión financiera de los extranjeros para mejorar el flujo (la exigencia de permanecer seis meses duró… dos meses).
Volviendo a Perú, hoy exporta frutas, lo que en 2010 casi no hacía, y le está pisando los talones a Chile. ¿Cómo lo hizo? Con un programa de apoyo a productores que financió… el Estado.
Por Carlos Fara