Articular al sur global para dar una respuesta contundente a los dueños del mundo
“Proletarios del mundo uníos” (*)
En el enfrentamiento desigual que libran los pueblos contra los dueños de todo, después de años de lucha, la Justicia ha dado la razón a una familia argentina: confirmó que los agroquímicos causan daño genético y frenó las fumigaciones en Piamonte. Estudios científicos demostraron alteraciones en el ADN, a raíz de glifosato, sobre todo en una nena de 9 años. Y la Corte Suprema de Santa Fe ordenó: Prohibir fumigaciones a menos de 1.000 metros de viviendas, promover agroecología en zonas de resguardo, controlar silos, galpones y maquinarias dentro del pueblo. Además, declaró inconstitucionales las leyes que permitían fumigar cerca de casas, escuelas y centros de salud. Todo ello comenzó en 2016, cuando la familia Córdoba denunció los efectos del glifosato en su salud. Las pruebas fueron contundentes: los agrotóxicos enferman. Este fallo sienta un precedente para la provincia, en el transcurso de un año en que Nuestra América se apresta a ser anfitriona de un cónclave encargado de afrontar la temática en cuestión.
Hasta ahora, las negociaciones de las Conferencias de las Partes frente a la emergencia ambiental nos están llevando cada vez más a falsas soluciones, donde priman los intereses financieros y corporativos por encima de los pueblos y la naturaleza. Ante la COP30, a celebrarse en Brasil durante el próximo mes de noviembre, se está organizando una Cumbre de los Pueblos, para debatir y articular luchas en pos de soluciones verdaderas. La oportunidad es propicia para repasar y ensayar todas las alternativas posibles a fin de que los pueblos del mundo se pronuncien con una sola voz.
Más allá de existir intereses comunes entre países emergentes - y no incidentes en la configuración que va tomando nuestro mundo -, resulta harto evidente que, tras la implosión del socialismo real, no existe un sólido nodo de articulación global capaz de fortalecer a las naciones débiles frente a las poderosas, como alguna vez lo fue el Movimiento de Países No Alineados, y lo cierto es que, a medida que se desarman los acuerdos de posguerra, se vienen ajustando las pinzas imperiales en torno a la soberanía de los estados nacionales.
El citado movimiento tuvo sus orígenes en 1955, en la conferencia de Bandung, Indonesia, donde alrededor de 30 líderes asiáticos y africanos se dieron cita con el propósito de estimular la cooperación y el comercio entre los nuevos países independientes para terminar definitivamente con el colonialismo del que habían sido víctimas. Asimismo, hicieron pública su decisión de apoyar a los movimientos de liberación que buscaban la independencia y distanciarse de las dos principales potencias de la época: Estados Unidos y la Unión Soviética, que habían originado una lucha por la hegemonía a través de lo que se dio en llamar la Guerra Fría.
En uno de los puntos de la declaración de entonces se pone de manifiesto que los firmantes deberían “abstenerse de participar en acuerdos de defensa colectiva”, es decir pactos militares, que favorecieran a alguna de aquellas potencias. Ya en 1961, tuvo lugar en Belgrado, entonces capital de la República Federativa Socialista de Yugoslavia, con 28 estados miembros, el movimiento en cuestión, proclamando la autodeterminación de los pueblos, la independencia, un nuevo orden económico internacional, el término de la doctrina del apartheid sudafricano, la no participación en pactos militares o el desarme, entre otros, lo cual robusteció aquella convergencia que, desde sus inicios, hizo sentir su voz a través del Grupo de los 77 (G-77), creado en 1964, que hoy agrupa a 134 países, respaldando el llamado y cumplimiento de “nosotros los pueblos”, es decir la Carta de Naciones Unidas. En nombre de Nuestra América solo Cuba participó en esa primera reunión.
Fue a mediados del siglo XX, en plena Guerra Fría, cuando el llamado Tercer Mundo se sumó masivamente al MPNA logrando una sólida presencia en Naciones Unidas e instancias multilaterales. De 28 países participantes en Belgrado en 1961, pasaron a 47 en la reunión de El Cairo en 1964, a 54 en Lusaka en 1970, a 75 en Argel en 1973, en 1976 en Colombo contó con 86 países, La Habana en 1979 reunió a 96 miembros. Antes de esta Cumbre, el Cdte. Fidel Castro Ruz intentó enarbolar la tesis de que los países socialistas eran los “aliados naturales” de los no alineados, lo cual fue rebatido categóricamente por uno de los fundadores del movimiento, ni más ni menos que el presidente yugoslavo, Josip Broz Tito, quien se plantó en favor de los principios fundadores como la “no pertenencia a ningún bloque y lejos de cualquier forma de hegemonía política o económica”.
Vale aclarar que la Yugoslavia de los años 70 contaba con uno de los ejércitos más fuertes de Europa y había exhibido voluntad política para enfrentar las ambiciones soviéticas de ponerla bajo su órbita, lo cual le otorgó legitimidad para transformarse en uno de los países líderes del movimiento. Desde la década de los 80, el MPNA comenzó a debilitarse, tal como se vio en las reuniones de Nueva Delhi y Harare en 1982 y 1989 respectivamente.
Mientras que creció en medio de guerras como las de Vietnam, la de Medio Oriente entre Israel y los países árabes, la invasión soviética a Checoslovaquia y a Afganistán, las luchas en África, la devastadora guerra entre Irán e Irak y muchos otros conflictos. Intervino decisivamente en Naciones Unidas en temas económicos, políticos, en la lucha contra el subdesarrollo en el Tercer Mundo y en apoyo al derecho a la autodeterminación de los países. Sobresalen entre sus logros el voto mayoritario en la asamblea de Naciones Unidas de la resolución que catalogó al sionismo como una forma de racismo equivalente al apartheid, u otras tantas vinculadas a la ocupación ilegal de Israel en Palestina.
La década de los 90 sería testigo de la caída del Muro de Berlín, la disolución de la Unión Soviética, del bloque socialista europeo y el fin de la Guerra Fría. La reconfiguración del escenario global y sobre todo la desaparición del Pacto de Varsovia como alianza militar, hizo que el MPNA perdiera impulso y gravitación internacional, pese a que la OTAN continuó sumando países y fomentando una agresiva política para enfrentar el poder de Moscú que derivó, en los hechos, en una guerra de la Federación Rusa contra dicha coalición, todavía vigente.
El fin del bipolarismo durante los 90s y la indudable hegemonía de Estados Unidos, junto al proceso ininterrumpido de globalización, el fortalecimiento de nuevos referentes políticos y económicos como la Unión Europea, la fuerza y presencia de la República Popular China, la irrupción de India y la flamante expansión de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), creados en 2010, procuran orientar el mundo hacia otra dirección.
Actualmente, el MPNA suma alrededor de 120 países. Se han efectuado reuniones cumbres en Teherán el 2012, en Isla Margarita en Venezuela durante 2016, en Bakú en 2019 y la última cumbre en 2024 en Kampala, Uganda. En realidad, el MPNA ha dejado de gravitar en el escenario internacional, convirtiéndose en una expresión política que fue válida en el siglo XX. Los países del otrora llamado Tercer Mundo actualmente se agrupan como “Sur Global. Existen fuerzas políticas y económicas que procuran alinear regiones ricas en recursos naturales y aislarlas de la competencia del mundo occidental, tal el caso de China.
Hasta ahora, el empeño puesto en remontar la política de no alineación cae en saco roto merced a que el siglo XXI enfrenta un mundo transformado que vertiginosamente se encuentra con realidades como el cambio climático, la inteligencia artificial, la disputa por la Big Data, o más grave aún, la deslegitimación del escenario natural para actuar de los países en vías de desarrollo, como Naciones Unidas, donde las resoluciones pasaron a ser letra muerta o caen en el vacío y continúan siendo ignoradas por los cinco grandes controladores del poder real centrado en su Consejo de Seguridad. El desarrollo tecnológico cada vez más sofisticado y demandante de mayores recursos financieros y profesionales calificados, la dependencia del mercado global, los flujos de dinero, las ayudas económicas para enfrentar crisis, entre otros muchos factores, tornan absolutamente dependientes a la gran mayoría de los países del llamado Sur Global, donde las diferencias políticas, de intereses y de desarrollo económico se manifiestan nítidamente.
A diferencia de la segunda mitad del siglo pasado, cuando se enfrentaban dos bloques militares, en este, pocos países pueden aspirar a ser realmente no alineados y practicar una política de autodeterminación, independiente frente a colosos como Estados Unidos o China. Incluso entre los estados con poder nuclear hay diferencias grandes de desarrollo económico como viene manifestándose por estas horas en Pakistán o la India, países que sostienen un conflicto originado en 1947, cuando la partición de la India británica creó dos Estados enemistados desde su nacimiento: la India, de mayoría hindú, y Pakistán, de mayoría musulmana. La disputa por Cachemira, una región de mayoría musulmana, pero bajo control de un maharajá hindú que optó por unirse a India, desencadenó la primera guerra indo-pakistaní (1947 - 48) Desde entonces, la región ha sido un polvorín, dividida por la Línea de Control, una frontera de facto que ninguno de los dos países reconoce como legítima. Este último país, que suma un creciente desarrollo científico y tecnológico junto a una economía en franco crecimiento, puede aspirar a un papel de no alineamiento real, siempre condicionado por los apoyos con que cuente y lo hagan sus rivales.
Otras potencias regionales como Irán, Turquía, Sudáfrica, Brasil o Indonesia poseen un aparato de defensa e industria militar fuerte, pero siguen siendo dependientes del mercado tecnológico en el área de la defensa, de los chips, concentrado en un puñado de países, así como de los flujos financieros.
Entre numerosos estados del hoy llamado Sur Global, existen diferencias políticas profundas, divergencia de intereses y asimetrías de desarrollo económico, dependencia tecnológica y militar por lo que carecen de poder propio para pararse en el escenario internacional de manera independiente y autónoma. Cuando lo hacen - salvo honrosas excepciones - son ignorados o hasta pueden ser castigados a la hora de los créditos o la cooperación. Tal es la dura e inocultable realidad, ya que los países continúan girando en torno al poder y éste se legitima con la fuerza militar y económica, principalmente.
No es casual que Estados Unidos, la mayor potencia del planeta, mantenga más de 600 bases militares alrededor del mundo y concentre la mayor industria y venta de armas con cifras que superan lo imaginable. En resumidas cuentas, resulta imperioso que en los cónclaves globales donde se dan cita los Estados del mundo periférico comience a irrumpir la voz de sus movimientos sociales sin mediación alguna, ya que tanto las mujeres de Kurdistán, como los hutíes de Yemen o las comunas que permanecen autoorganizadas en la Venezuela bolivariana, más allá de sus inquinas regionales, están amenazados por el enemigo principal de la humanidad, cuya sede está en Washington.
La esperanza no se delega
Como se sabe, a Javier Gerardo Milei lo sostiene una estructura económica extremadamente concentrada e ideologizada. En las últimas horas, el apuntalamiento llegó del Grupo Elsztain, el mismo que financió su llegada al poder y le brindó las fastuosas habitaciones del Hotel Libertador para la elaboración del DNU 70/23 y el plan de ajuste luego conocido como “motosierra”.
Dentro del sector agroexportador, quienes se están llevando la parte del león son los grandes grupos concentrados, vinculados tanto a la siembra, el acopio y la exportación (integrados verticalmente en muchos casos) Este sería el caso de la empresa Cresud, propiedad de Eduardo Elsztain, el dueño de IRSA y una vasta red de empresas financieras. Durante una exposición brindada en la Bolsa de Comercio de Córdoba, Alejandro Elsztain, CEO de Cresud, sostuvo que “el campo argentino vuelve a sentir la alegría de estar en un negocio tan trascendente”. “Creo que están contentos. Yo estoy muy contento”, afirmó, quizás, con una cuota de ironía.
En la vereda de enfrente del modelo, y bien lejos de levantar cabeza para enfrentarlo, el kirchnerismo despliega su principal peso electoral en Buenos Aires y prepara la candidatura de CFK, quien ha vuelto a ceder en la interna con Kicillof y acepta cerrar antes las listas para la elección provincial. La presidenta del PJ está cada vez más decidida a ser candidata a diputada provincial por la Tercera Sección Electoral, una región que nuclea 5 millones de electores. Así, La Cámpora continúa haciendo pie en municipios de peso y posa su lupa sobre La Matanza, evidenciando el imparable proceso de municipalización que viene experimentando el movimiento inspirado por Juan y Eva Perón.
A todo esto, la crisis se dispara en los municipios bonaerenses y los intendentes anuncian bajas de sueldos. En Guaminí y en Saavedra, por ejemplo, anunciaron medidas de emergencia económica reduciendo horas extras y revisando contratos, situación que se reproduce en otros distritos.
A este tren, todo parecería indicar que el campo popular enfrenta, entre otros desafíos, el de asimilar y trascender lo mejor de un peronismo cuya prioridad no parece ser la de conjurar el genocidio social en curso.
Con escasísimas excepciones, en casi todo el orbe la política se ha transformado en una profesión más, perdiendo de vista su otrora desinteresada vocación de servicio a la comunidad.
Tomando nuevamente distancia de nuestras acuciantes asignaturas pendientes, la institución más de dos veces milenaria cuyo reino “no es de este mundo” acaba de elegir un nuevo pontífice, que según los analistas prometería continuar - acaso con un estilo más moderado - el papado de Francisco. Cercano al jefe de la iglesia católica recientemente fallecido, misionó en el Perú profundo durante cuatro décadas, adoptó dicha nacionalidad (aunque Trump lo reivindique como “americano” … del Norte), y encarna un "puente" entre dos Iglesias. Considerado entre los candidatos a suceder a Bergoglio, el cardenal agustiniano Robert Francis Prevost ya es su sucesor. Ese nombre sonaba con fuerza, ya que representa el nuevo perfil de liderazgo eclesial promovido por el pontífice argentino: cercano a las periferias, políglota, y con experiencia pastoral fuera del eje tradicional europeo, que, a la vez, en el nombre que escogió - León XIV - recoge el legado del promotor de la encíclica Rerum Novarum, que sentó las bases de la Doctrina Social de la Iglesia. Aunque los antecedentes consignados resulten promisorios, habrá que seguir atentamente sus pasos.
No obstante, al cabo de los tópicos considerados hasta aquí, si algo es seguro, es que para redimir al mundo que nos toca no bastará contar con un nuevo representante de Dios en la tierra, y que la Justicia Social que se adeuda a lxs de abajo seguirá dependiendo de su propia imaginación y compromiso. -
(*): Frase proveniente de la filósofa socialista Flora Tristán, economista, escritora,
y pensadora feminista francesa de ascendencia peruana.
Por Jorge Falcone-La Gomera de David