Análisis de Jorge Asís sobre un día muy particular de Javier Milei y Axel Kicillof.
El presidente Javier Milei -el Menem Trucho- sabe que, si quiere ser transformador como Carlos Menem, el Emir, debe actuar con celeridad. Pero lleva ya 40 días de gobierno y el Legislativo aun no lo acompaña en la deliciosa fantasía del Decreto. Como tampoco no lo acompaña con la Ley Ómnibus (que contiene, a su vez, el Decreto). Con el cuento penetrante de la “emergencia”, Milei procura conseguir demasiado pronto el dictamen relativamente favorable.
La “emergencia” ficcional le sirve también para mantener a los diputados sofocados entre retóricas discusiones en la Pajarera de enero. Mientras tanto, por la ingratitud del universo, Milei extiende la aureola inapelable de la Celebridad que reproduce el fenómeno del cholulismo. Pudo constatarse en “la montaña mágica” de Davos, donde, con severas ínfulas, mantuvo la osada valentía de advertir, a los pragmáticos capitalistas, acerca de los riesgos derivados del “empobrecedor” colectivismo socialista. Pero lo más rescatable fue que la señora Gita Gopinath, La Indoamericana, como la señora Kristalina Georgieva, La Búlgara, dejaron el Fondo Monetario al costado para precipitarse en impulsar la sonrisa más sublime para las selfies históricas que las inmortalizaba con la estrella ascendente del pensamiento latinoamericano.
Pero mientras Milei, en Davos, confirma que el Estado es siempre el problema y nunca la solución, en Mar Chiquita, aquí nomás, de espaldas al mar, el gobernador Axel Kicillof, El Gótico, pregonaba exactamente la postura contraria. La defensa de la obra pública. Gracias a la vigorosa contundencia del Estado, Axel contó que durante su primer mandato construyó más de 200 escuelas. “No es cierto, Kato?”, preguntó. Y el ministro Gabriel Katopodis, Kato, asintió entre los aplausos.
Vuelve al primer plano la relación conflictiva entre la Nación y la Provincia Inviable. Situación agravada porque hoy ambos -Milei y Kicillof- representan bandas ideológicas que confrontan culturalmente. Como si se tratara, en versión argentina, de instalar el litigio entre Friedrich Hayek (ídolo austriaco de Milei) y John Maynard Keynes, economista británico estudiado por Kicillof.