Mientras la atención mundial está enfocada en las cruciales elecciones presidenciales de EEUU y en sendas guerras que se desarrollan en Medio Oriente y Ucrania, el dictador norcoreano Kim Jong-un ha tomado una serie de decisiones que resultan inquietantes por sus posibles motivaciones y consecuencias: Escalar la confrontación con Corea del Sur y profundizar la alianza militar con Rusia. Es momento para no perder de vista la evolución de los acontecimientos en la península de Corea, ante lo cual surge la siguiente pregunta: ¿En qué está pensando Kim Jong-un?
En primer lugar, Kim decidió romper todo vínculo remanente con Corea del Sur y elevar el tono de sus amenazas a niveles inusitados en los últimos años. La disuasión a través de la amenaza permanente ha sido el principal rasgo de este despiadado y enigmático líder, cuyo status en la escena internacional se basa en su arsenal nuclear y poderío misilístico. Pero conviene tomar nota de algunas novedades en el accionar de Kim, probablemente motivadas por la creciente inestabilidad del contexto global, lo que favorece sus intereses estratégicos.
En concreto, Corea del Norte cortó todas las conexiones terrestres con el Sur. Kim mandó a dinamitar todas las rutas y ferrocarriles que conectaban ambos lados de la península. A su vez, el dictador dijo que utilizará “todas sus fuerzas físicas sin vacilar y sin ceñirse a condiciones”, si Corea del Sur viola su soberanía. Desde ya, esto incluye la posibilidad de hacer uso de su vasto arsenal nuclear. Por su parte, su influyente hermana Kim Yo-jong previno a Seúl sobre un “terrible desastre”.
El líder supremo de Corea del Norte dijo que la decisión de volar carreteras y vías férreas que conducen al Sur significaba “no sólo el cierre físico sino también el fin de la mala relación con Seúl y la eliminación completa de la inútil conciencia sobre ser compatriotas y la idea irrazonable de la reunificación”. Muy lejos quedó el espíritu de aquel histórico acercamiento de 2018 entre Kim y su entonces par de Corea del Sur, Moon Jae-in, bajo el auspicio del entonces presidente Donald Trump.
En su última aparición pública, a Kim se lo vio analizando mapas de la península junto a un grupo de generales. El “supremo líder” describió a Corea del Sur como un país “extranjero” y “hostil”. Supuestamente, Kim reaccionó ante informes de drones de Corea del Sur que habrían sobrevolado su territorio lanzando panfletos. Pero lo cierto es que esta no sería la primera vez que algo así sucede. Aquí lo más relevante sería el “timing”. Kim advierte que este es un momento oportuno para escalar sus amenazas a Seúl, mientras profundiza su alineamiento militar con la Rusia de Vladimir Putin, apostando al triunfo de su aliado en la guerra con Ucrania.
Al mismo tiempo, el dictador está enviando un mensaje inequívoco a sus vecinos y al próximo presidente estadunidense: No más negociaciones, no más transacciones con la “mascota” de Washington. Así es como Kim ha calificado a Yoon Suk Yeol, el líder de Corea del Sur que ha hecho gala de su admiración por EEUU desde que asumió el poder en 2022.
Lo interesante es que Beijing también sigue con mucha atención y creciente preocupación los recientes movimientos de Kim. China es la principal línea de vida económica del régimen norcoreano, que representa una frontera física estratégica frente a las numerosas tropas estadounidenses estacionadas en el Sur.
Lo esperable es que China siga desplegando su estrategia de relacionamiento que combina apoyo económico y contención por la vía diplomática en términos de oposición a la proliferación nuclear del régimen y mantenimiento de la estabilidad en la península (interés compartido con EEUU). Al mismo tiempo Beijing seguirá esquivando la posibilidad de conformar una triple alianza militar con Kim y Putin.
La respuesta de Corea del Sur y la incertidumbre electoral en EEUU
Corea del Sur respondió a las demoliciones de Kim con disparos de advertencia en zonas cercanas a la frontera con el Norte. Al mismo tiempo, Seúl expresó “profundo pesar” por el apoyo de Moscú a las acusaciones y acciones de Kim. Consultado sobre si Rusia defendería a Corea del Norte en un conflicto contra el Sur, el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, dijo días atrás que un borrador de pacto de defensa firmado entre los dos países en julio “implica una profunda cooperación estratégica en todas las áreas, incluida la garantía de la seguridad”.
Algunos reportes que trascendieron en la prensa afirman que Kim habría enviado cerca de 2.8 millones de piezas de artillería y unos 3.000 soldados para combatir por Rusia en Ucrania, aunque esto no ha sido fehacientemente constatado. Como sea, Rusia y Corea del Norte nunca han estado tan alineadas como ahora.
Corea del Sur también ha estado aumentando su arsenal para responder a las crecientes amenazas del Norte. Yoon acaba de presentar el misil balístico Hyunmoo-5, que sería capaz de penetrar búnkeres subterráneos norcoreanos. “Si Corea del Norte intenta utilizar armas nucleares, se enfrentará a la respuesta resuelta y abrumadora de nuestro ejército y de la alianza con EEUU”, dijo Yoon.
A las amenazas de Kim se suma un problema adicional para Corea del Sur: la incertidumbre respecto a la política que seguirá el próximo presidente de EEUU. Trump ha demostrado ser un pragmático sin escrúpulos, dispuesto a negociar mano a mano con Kim. Y lo cierto es que el candidato republicano fue clave en el acercamiento de 2018, si bien ese logro se diluyó junto con su presidencia. Ahora, el contexto global ha cambiado drásticamente y Corea del Norte no pareciera figurar entre las prioridades de Trump. En el caso de Kamala Harris, la candidata demócrata sólo ha dicho vaguedades en campaña respecto a su posible política exterior, alimentando la preocupación de sus aliados más cercanos y dependientes, como es justamente el caso de Corea del Sur.
A pesar de la incertidumbre, la alianza entre Corea del Sur y EEUU luce sólida y seguramente no se verá sustancialmente comprometida por el resultado electoral. Tras la voladura de carreteras y vías, EEUU desplegó un bombardero durante una ceremonia del Día de las Fuerzas Armadas en Seongnam, cerca de Seúl, en una aparente muestra de solidaridad. Pero está por verse cómo seguirá la historia tras el 4 de noviembre. Seguramente, Kim también estará siguiendo con atención ese resultado, mientras calibra sus próximos movimientos, algo que siempre es tan difícil de anticipar. Lo peor que podrían hacer los principales líderes globales es dejar de prestarle la debida atención a este impredecible y siniestro dictador.
Por Patricio Giusto- Director del Observatorio Sino-Argentino. Master of China Studies. Profesor visitante en Zhejiang University y docente regular en UCA y UNDEF. Perfil