María, su hija y su marido, llegaron a nuestro país en diciembre último. “Veníamos en busca de libertad y de una educación internacional”, dijo.
María Mijailova quería salir de Rusia en 2019. No pudo por la pandemia. Logró irse en febrero de 2022, cuando la guerra recién estaba empezando. Junto a su marido y su hija de siete años, primero recorrieron otros países hasta llegar a Buenos Aires en diciembre último. “Elegimos Argentina principalmente por la educación que podía tener nuestra hija”, contó a TN.
La mujer es personal trainer y su marido trabaja para una empresa europea. Esperaron varios meses para salir de su país y cuado fue posible, fueron a Sri Lanka, donde permanecieron un tiempo antes de viajar a la Argentina. “Veníamos en busca de una educación internacional para nuestra hija”, expresó María, y explicó que en Rusia los estudiantes no pueden trabajar en otro país con la educación que reciben. “Si desean desempeñarse en otros lugares, tienen que volver a estudiar”, remarcó.
Para la familia, la educación y la libertad de elegir y expresar lo que sienten son valores innegociables, que en Rusia no podían ejercer plenamente. Actualmente, la hija de María va a una escuela privada. “Si bien acá hay educación pública, nosotros estamos en condiciones de pagar una escuela para nuestra hija, por eso decidimos enviarla a un colegio privado”, destacó. Sin embargo, señaló que una de las cuestiones que más valoran del país es que haya un sistema público de educación y de salud para que todas las personas puedan estudiar y tener atención.
Educación emocional y sexual
Antes de viajar a la Argentina, la familia estudió la forma de vida de varios lugares, pero este país los conquistó. “Vimos muchos videos y leímos, nos gustó porque tiene un sistema educativo muy similar al de Rusia”, relató María, aunque advirtió que en su país de origen los docentes son más estrictos. “Ellos no muestran sentimientos, acá las maestras de mi hija no solo enseñan el contenido, sino que le brindan una educación social y afectiva que en Rusia no existe”, aclaró.
Agatha llegó a la Argentina con seis años, pero a los pocos meses cumplió siete. Como en marzo debía comenzar el año escolar, enseguida buscaron una institución. Pudieron adaptarse fácilmente con la ayuda de sus maestras. Algo que les llamó la atención es que en la escuela también hay educación sexual. “Allá las maestras nunca hablan de sexo”, indicó.
El dolor por la guerra Rusia – Ucrania
Cuando salieron de su país, no tuvieron mayores complicaciones porque la guerra con Ucrania recién estaba comenzando. “Ahora para las mujeres y los niños no es difícil salir y viajar, pero para los varones es peligroso y se dan situaciones angustiantes en los aeropuertos”, contó María y agregó que hay un sistema que indica quiénes pueden egresar y quiénes no.
Allá, la forma de vida ya no les convencía y no deseaban que su hija creciera en ese contexto. “Queríamos hablar más libremente sobre nuestras ideas sin que sea peligroso, queríamos elegir un gobierno, algo que en Rusia no podemos hacer hace mucho tiempo”, sostuvo María. “Cuando queríamos hablar o escribir sobre algo, nuestra familia siempre nos recordaba que era peligroso”, rememoró.
Sobre la guerra indicó que “es una forma mala de decir algo”. Ella y su familia, creen que “vivimos en tiempos donde es posible hablar”. “En la guerra muere gente, todos tienen dolor, tanto rusos como ucranianos y muchas familias se separan”, lamentó.
Una parte de su familia -algunos tíos y primos- son ucranianos. Desde la Argentina y Rusia siguen en contacto con quienes están en Ucrania. Pero decidieron no hablar de la guerra en sus llamadas. “No entramos en ese juego de la política porque es importante cuidar el amor y la relación”, aseguró. “Muchas familias cortaron el vínculo porque no pudieron entenderse”, lamentó.
Si bien ella y su marido no están de acuerdo con la guerra, saben que muchos rusos sí la apoyan. “Nosotros no podemos influir en su opinión, pero sí sabemos que esa forma puede matar a muchas personas”, destacó y sostuvo que hay que pensar en cómo viven los ucranianos, ya que ese país se volvió el territorio principal de la guerra. “Es muy difícil de entender cómo viven, estamos en diferentes lados, pero ellos no tienen casas ni ventanas, no pueden estar tranquilos”, indicó.
“Acá en la Argentina, la gente no valora tanto la posibilidad de elegir”
Una de las cuestiones que los hizo dejar Rusia, fue la imposibilidad de elegir quién los gobierne. “Acá en la Argentina, la gente no valora tanto esa posibilidad de elegir porque ya lo tienen como una costumbre”, expresó María. “Cuando no tenés algo, te das cuenta de lo importante que es, por eso nosotros lo podemos ver más claro”, dijo.
María contó que en Rusia querían salir a reclamar y no lo hacían por el peligro y por su hija. “Si yo no tendría una hija, me quedaría en Rusia para cambiar algo, pero ahora tengo que pensar en el futuro de ella”, afirmó. “Un gobierno que controle es normal porque es de la sociedad y está para eso, pero no es lógico que sea peligroso”, agregó.
Si bien hay varias características de la Argentina que María había estudiado de antemano, como el acceso a la educación y la salud, había algo que no pudo conocer hasta estar acá: la gente. “Lo que más nos llama la atención y nos convence es la actitud de la gente, es muy buena”, apuntó. “Todos tienen diferentes estilos y hay mucha diversidad, son muy amigables”, agregó.
María destacó que en su país, la gente no contesta a las preguntas de extraños y mucho menos los ayuda. “Acá la gente ayuda y eso es una sorpresa para mí, porque los rusos son muy cerrados”, dijo.
La familia rusa llegó a la Argentina con la idea de vivir tranquilos y libres, sin demasiados lujos materiales. “Eso no es tan importante para nosotros”, señaló. Buscaban estar cómodos y que su hija pudiera crecer con una educación de calidad. Pero no se esperaban encontrarse con un ambiente tan sano y amigable: “Nos ayudó mucha gente y eso hizo que nos adaptáramos rápido”.
Por Thamina Habichayn-TN