Alberto, Horacio, Mauricio, Milei, Patricia y otros, constatan el festín criminal qué hay en Argentina. Con farolitos y guitarras.
Consejos a la humanidad. Ideas absurdas en seguridad. Sobreactuación de gestiones. Expansión de versos. Imaginario sin cuartel. Épica, presas, y legitimidad delictiva.
La lucha contra el Narcotráfico es, en Argentina, un espectáculo circense. Una acumulación de frases sueltas que buscan el efecto mediático.
Cantidad de recetas bajas calorías marcan la agenda que aparentemente viene. Agolpar gendarmes y en lo posible, manosear al ejército sin reforma legal alguna.
Se trata de garantizar la centralidad en las redes. Ser tendencia, aunque sea, por burra o burro.
Interminables horas de televisión y radio. Espacios, en lo posible complacientes, para farolear con soltura y sin réplica, el verso de la seguridad. Guitarreada de lugares de lugares comunes. De obviedades dolorosas.
Un rally mediático y narcisista que también es consumido por las diversas vertientes del crimen organizado. Vertientes que se constatan en el goce de saber que enfrente, no tienen, no tuvieron y aparentemente, no tendrán nada.
Rosario: territorio testigo de sangre y brutos
Rosario, como epicentro de sangre, estimula a los precandidatos a Presidente a derrochar su saber ignorante. Atado con alambre. Voluntarista y bruto.
Jactancioso del desastre maquillado.
Maestros de la seguridad que acuden a las misma kermés de ideas con distintos tonos y formas.
El recetario para Rosario, por parte de los precandidatos nacionales, es tan vulgar como brutalmente trágico.
Creen que los narcos son de utilería. No los distinguen de la criminalidad marginal emergente ni asimilan que, sin ir por la matriz subterránea del delito, el tic tac, tic tac, no se detendrá.
Patricia quiere militarizar Rosario. Horacio también y no conforme con eso quiere trasladar el Ministerio de Seguridad Nacional a la ciudad bárbara. El Jefe Porteño dice que en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires le están ganando al Narcotráfico en un rapto de “alemán precoz” que olvida que la ciudad maquillada tiene los dos bastiones narcocriminales más importantes del país con distintas líneas operativas y nexos en las fronteras. Dos bastiones vendidos, como “barrios seguros”, por Patricia y Elisa. Las señoras seguridad que se rodean de espantos escandalosos que cuando no buscan en rincón del vago resultan ser asesores truchos de la seguridad. Ambas, aún, buscan a la beluga narco por la hidrovía que las excedió.
Por su parte, Mauricio, quiere llevar a todos los Gendarmes a Rosario. Lo dijo y lo sostiene ahora desde su rol de administrador del Edificio Cambiemos. Edificio de fuego amigo con vecinos enojados y el guiño de la “traición”. Con peligro sectorial de derrumbe frente a los espectros de Patricia.
Mauricio, en su simulación federal, quiere despojar más aún más a las fronteras. Sin entender, como no lo entendió durante su gestión, que la seguridad de un país comienza en ellas.
Por su parte, Milei, tiene un concepto de seguridad poco claro. Milei vende derecha como Bullrich pero a ambos, la derecha, les queda grande. De él, solo se desprende que los órganos deben ser vendidos. Como una economía más de mercado. El resto, se verá.
Mientra tanto, Espert no es más que un bailarín del circo que busca un hueco para no quedarse afuera y utiliza, a las Fuerzas Armadas, para jugar a la derecha. Pero a él, la derecha, también le queda grande.
Manes, con su lícita épica, no sabemos a ciencia cierta qué quiere hacer con la seguridad. Seguramente sea algo patriótico pero absolutamente insuficiente para abordar la fortaleza del tejido criminal.
Morales necesitaría de una presa más. Porque hoy, su máxima política de seguridad en Jujuy, es la lícita prisión de Milagro Sala. Es que su romance con el cannabis medicinal lo llevó a distorsionar la lucha contra el Narcomenudeo.
En otro lugar se encuentra Santiago Cúneo. Con una verborragia estimulante que lo transporta a El Salvador para equipararse con Nayib Bukele. Una intención que lo lleva a demostrar que desconoce la realidad local tanto, o más que la salvadoreña. Un exponente de la derecha que no le queda tan grande.
El Frente de Todos, otro edificio de vecinos enojados, con cotilleos de sala maternal y administración discordante, hasta el momento, no ofrece nada.
Son más conscientes los gobernadores de dicho espacio sobre la delicada situación narcocriminal, que el resto satelital que asume fracasos y le da la victoria a un Narcotráfico empoderado por los dos edificios enfrentados.
Sobreactuar la seguridad implicó la devaluación de las mafias.
Por ahí se encuentra Sergio. Quien supo tener un plan de seguridad interesante allá por el año 2015. Tal vez sea el único que entiende la importancia de trazar la seguridad ampliada. Pero Massa, por el momento, se encuentra hundido en el drama de la economía, y el Narcotráfico que pensaba enfrentar en 2015, nada tiene que ver con el Narcotráfico que hay y el que viene. Un narcotráfico muy arraigada en su territorio de origen. Tigre. Un municipio que se excedió en su venta de oasis seguro.
Entre los faroleros también se encuentra Alberto. Quien no puede luchar contra nada en el torbellino de sus contradicciones, indecisiones y fursios. Sus Ministros de Seguridad siguieron la leyenda atroz de Patricia Bullrich: la droga enfriada. Esa droga escenográficamente abandonada que encuentran las fuerzas federales para la foto.
Sabina y Aníbal, con distintos modales, no hicieron más que constatar el caos y agregar sus impericias a Rosario. Tal es así, que éste último, llevó a Marcelo Sain como asesor a Nación. Y Sabina, en su mirada romántica del delito, configuró su pensamiento de la seguridad bajo la legalización de la droga.
Son los ministros de Alberto. El reflejo de cómo él entiende, si es que entiende, la seguridad.
Por ahí aparece Pichetto. Un poco Cambiemos, un poco del Frente, un poco de algo.
Otro simulador de derecha con una estremecedora pasión por homologar a los enclaves Narco del centro del país con alguna ciudad criminal de Colombia o México. Homologación que lo arrastra, a su pesar, a mostrar que su conocimiento territorial es más pequeño que un canapé. Le suma, a su postura farolera, sus viscerales calificativos xenófobos. Como si la conformación de la inseguridad de nuestro país no tuviese base local y como si el norte argentino no tuviese la impronta cultural de Bolivia y Paraguay.
Tanta ignorancia cachivachera genera un festín criminal.
Una fiesta móvil que podría ser adaptada por Hemingway en otro género literario y con la tendencia gatopardista: Cambiemos algo para que todo siga igual.
Por Laura Etcharren-https://soclauraetcharren.blogspot.com/