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Fueron novios seis años y después de separarse, siguieron festejando su “no aniversario”: el fantasma de un amor que nunca se fue

Manuela y Hernán se conocieron en unas vacaciones en Villa Gesell el 14 de enero de 2004, cuando los dos tenían 21 años. Seis días después, él le pidió el noviazgo. Pasaron más de dos décadas de aquella primera vez. La relación se rompió dos veces: cuando eligieron separarse y cuando ella le pidió que no se volvieran a ver porque su presencia le impedía vivir su propia vida. “La distancia separa cuerpos, no corazones”, dice ella

El punto de partida es Villa Gesell. La fecha: miércoles 14 de enero de 2004. La protagonista se llama Manuela y tiene 21 años. Está con tres ex compañeras de colegio en el departamento alquilado de los padres de una de ellas. Apenas llegan, tiran los bolsos y salen corriendo hacia la playa. Van caminando por la orilla del mar cuando pasan por una cancha de fútbol improvisada sobre la arena donde un grupo de chicos se entretiene. Chistes que van y vienen y las tres chicas que terminan sentándose sobre una lona para verlos jugar. Ellos son una banda de amigos de la localidad de Bella Vista, de la provincia de Buenos Aires. Al lado de Manuela se sienta Hernán. El protagonista. También tiene 21 y estudia ingeniería en Rosario. La misma ciudad donde vive Manuela. La cosa sigue con mates y risas durante toda la tarde. Quedan en volverse a ver todos juntos esa noche, en el boliche.

Recuerdos del amor eterno

Manuela hoy es contadora de empresas, tiene 42 años, está separada del padre de su única hija Camila de 9 años y está de novia desde hace un tiempo. Vive con su hija y con su madre en la misma ciudad de toda su vida.

Recuerda con añoranza aquella época dorada: “Ese verano era imposible no vernos con Hernán. ¡Nos encontrábamos todo el tiempo! En la peatonal, en la playa y por la noche. En un lugar así de verano te cruzás permanentemente. Con Hernán fue amor a primera vista. Esa misma noche chapamos y tuvimos una conexión única. Los catorce días que siguieron estuvimos siempre juntos, de acá para allá. Éramos siempre los últimos en irnos de la playa y en el boliche caminábamos de la mano. Fue un amor natural que no hizo falta construir, parecía que estaba ahí, simplemente, esperándonos. Desde el minuto cero en que nos conocimos no pudimos separarnos más por seis largos años. Hernán era un morocho musculoso, de impresionantes ojos turquesas. Jamás en mi vida volví a encontrarme con una mirada así de conmocionante. El 20 de enero me preguntó si quería ser su novia. Le respondí desconfiada que era imposible ponerse de novios seriamente en una playa ¡porque en verano todo suele ser efímero! Él, en ese mismo instante en que le respondí, se largó a llorar. Consideró que lo estaba juzgando y me dijo que él no era como todos los demás. Me convenció y confié. Le pedí disculpas porque no había querido ofenderlo y le expliqué que estaba acostumbrada a que todo el mundo considerara que los romances de vacaciones eran amores pasajeros de verano donde los chicos solamente buscaban acostarse con las chicas. Al final le dije que sí, que quería ser su novia. ¡Decirle que sí fue la mejor decisión que pude haber tomado! Mi corazón entendió enseguida que él no era uno del montón sino que era un hombre portador de una sensibilidad extrema. Algo que nunca había conocido antes y, además, tenía un sentido del humor único. Hernán fue y es el gran amor de mi vida”.

Lo que siguió fue un noviazgo de chicos jóvenes muy enamorados que deben asomarse al mundo adulto y al futuro que desean. Con las complicaciones que suelen emerger.

“Estuvimos de novios seis años y felices. Pero, en un momento, no sé bien cómo, ni por qué, sentimos que para poder cumplir nuestros sueños debíamos separar nuestros caminos. Yo quería ser mamá y no deseaba postergarlo más; él quería ser un fotógrafo reconocido y tampoco quería relegar su carrera. El inconveniente es que los fotógrafos nunca están… ni jueves ni viernes ni sábados ni domingos. Si no yo iba a sostenerle el flash no lo veía los fines de semana. Y bueno, me cansé, yo no quería eso para mí. Quizá era muy hincha pero quería verlo más y él estaba con muchos eventos y sociales, a cualquier hora, y era muy difícil. En un momento hicimos un acuerdo: un finde trabajaba y otro no. Pero bueno esas limitaciones respecto de lo que cada uno quería fue un poco lo que hizo que tomáramos la decisión de dividir nuestro camino en dos para poder cumplir nuestros sueños. Creímos que era lo que había que hacer y lo hicimos”, relata Manuela. Suena arrepentida. Aunque no es lo que dice.

Cortaron y siguieron cada uno por su propia avenida de la vida. A pesar de ello siguieron hablando entre ellos con frecuencia.

A los tres meses, Hernán conoció a una chica de 18 años. Empezó a salir y, al tiempo, se puso de novio. Golpazo para Manuela.

Lo explica así: “Es que no era que habíamos quedado amigos, no era una amistad; nosotros nos seguíamos queriendo. Seguíamos teniendo piel. Pero bueno, él empezó con esa chica y siguió adelante. En un momento, en uno de nuestros encuentros, dijimos de volver como pareja: él iba a cortar con esa relación. Para mí no estaba enamorado, pero es muy sensible y se compromete mucho. Un día de esos me llamó y me dijo que quería que yo lo aconsejara. El tema es que él le había dicho de romper a su novia y la madre de ella lo había llamado para contarle que estaba internada. ¡Resulta que ella se había tomado unas pastillas! Lo que Hernán quería preguntarme era qué debía hacer, si ir a visitarla al sanatorio o no. Me enojé con ese llamado y le respondí que no era mi tema, que él tenía que hacer lo que creyera que tenía que hacer”.

Lo que Manuela no dice, pero intuyo que sintió, es que su futuro estaba siendo manipulado con un blister de pastillas. Lo que sí admite es la molestia que le generó percibir el miedo de él a seguir adelante con la ruptura planeada.

Sea como fuere, el amor que sentían había quedado atrapado en un sitio no deseado. En un lugar difícil de alcanzar. Y volver a intentar una pareja no fue desde entonces una opción para Hernán.

Amar podría ser sinónimo de muerte.

"Pero, en un momento, sentimos que para poder cumplir nuestros sueños debíamos separar nuestros caminos. Yo quería ser mamá; él quería ser un fotógrafo reconocido" (Imagen Ilustrativa Infobae)

“Feliz no aniversario”

Manuela tuvo varios novios más. Hernán siguió viviendo en Rosario y con su misma novia. Aun así el contacto entre ellos continuó. La necesidad de saber del otro era más fuerte que nada. Un sentimiento que no se apagaba.

“Todas mis parejas siempre supieron de la existencia de Hernán”, reconoce Manuela.

Es que Hernán nunca terminó de irse de su vida y menos de su corazón.

Siguieron viéndose cada tanto sin que entre ellos pasara nada físico. Solo una vez en tantos años, admite Manuela, pasaron a otro terreno: “Una sola vez, estando los dos de novios, fuimos a un motel. Pero después ya no volvimos a hacerlo. Todo era más bien conversaciones profundas sobre nuestras vidas. Cada uno siguió con lo suyo y yo nunca me casé. ¡Con el único que planeé casarme fue con Hernán! Le decía siempre: el día que me case lo único que quiero ver son tus ojos. Pero bueno, pasó la vida, formé pareja, me hice una casa, tuve una hija a los 33 y viví con esa pareja durante ocho años. En una de las tantas charlas que tuvimos con Hernán, luego de que tuve a Camila, él me confesó que había llorado cuando se enteró de que yo había sido mamá. Cuando mi hija cumplió 4 años me separé. La convivencia era demasiado difícil. Él tenía otro hijo más grande y era complejo el ensamble familiar”.

Manuela quiere aclarar algo que le parece importante. Dice que esta no es una historia de infidelidad porque asegura que ni ella ni Hernán son personas infieles por naturaleza y que ambos tienen valores “intachables, pero el estar juntos parecía quedar fuera de toda esa moral establecida. No me es fácil explicarlo. No era cualquiera. Era Hernán. Ese amor estuvo presente a lo largo de más de veinte años de mi vida. A veces lo bloqueaba porque sentía que no podía concentrarme en construir mi vida sin él, pero siempre necesitábamos volver a saber del otro. ¡Todos los 20 de enero nos escribíamos! Es nuestro aniversario. Los dos festejábamos habernos conocido”.

Ese feliz “no aniversario” se mantuvo vigente hasta hace dos años.

Hernán apareció en la clínica donde estaba internado su ex suegro con un ramo y un sobre con dinero (Imagen Ilustrativa Infobae)

El fantasma del amor

En febrero de 2022 el papá de Manuela se enfermó con Covid. Era paciente oncológico, atravesaba un cáncer de próstata, y las cosas se complicaron gravemente. Hernán se enteró de la situación y la llamó. Entre otras cosas le preguntó dónde estaba internado.

Al día siguiente, Manuela estaba con su padre, en la habitación de terapia del sanatorio, esperando al kinesiólogo, cuando tocaron la puerta. Apareció un hombre con barbijo y con un ramo de flores en la mano. Por encima del tapabocas brillaban esos dos ojos turquesas.

Era Hernán.

Se abrazaron interminablemente. Manuela se desarmó. En ese momento lo precisaba tanto. Hernán le entregó las flores con un sobre. Después que se fue, Manuela encontró en ese sobre dinero para solventar los gastos de la internación de su padre y una tarjeta escrita por Hernán: “Esto es por haberme recibido con tanto amor cuando estaba solo en esta gran ciudad”.

Manuela sintió que Hernán estaba como siempre, que la cuidaba: “Fuimos los últimos en ver a mi papá con vida. Semanas después, papá ya había muerto. Hernán, que conocía de mi dolor, empezó a venir a visitarme todos los martes, antes de su partido de fútbol. Nos quedábamos charlando dentro del auto. Me acompañaba, conversábamos, me hacía reír. No eran besos ni nada de eso. Era solo estar juntos de una manera tan especial”.

Manuela asegura creer que eso que los unía era puro amor verdadero: “Para mí, al principio al menos, él no estaba enamorado de su novia. Yo sentía más bien que él estaba por obligación, por compromiso, porque es una persona super sensible. Quizá con el pasar de los años se haya enamorado. No lo sé porque nunca hablamos de eso”.

Es inevitable preguntar por qué no desmenuzaron lo que les sucedía o por qué nunca volvieron a intentarlo. Manuela no tiene respuesta.

“Ni él me pidió volver, ni yo se lo pedí… Quizá sea que le tengo un respeto muy grande y si él lo decidía así, estaba bien. Ni él ni yo somos personas infieles. No es nuestro modelo de vida. No sé cómo explicarlo, pero entre nosotros pasaba algo distinto. No se sentía como una infidelidad. Hice terapia mucho tiempo porque me pasé años llorando. Y bueno, el tema de la segunda oportunidad no se dio finalmente. No pudimos volverlo a intentar. Si él hubiese estado solo, quizá podría haberse dado, pero hace quince años que está con ella. Por eso, en un momento determinado, le pedí que dejara de pasar los martes a verme porque a él le hacía bien, pero a mí no. Yo me preguntaba ¿para qué viene? Me quedaba ilusionada y eso me hacía mal porque me impedía proyectar o estar con otra persona. A finales de 2022 dejamos de vernos. Le avisé que me retiraba de estos encuentros, que no iba a hablar más con él y lo saqué de mis redes”.

Pero ni con mucha voluntad se logra arrancar por la fuerza a alguien del corazón.

A pesar de haber roto el noviazgo, Manuela y Hernán se seguían encontrando a solas (Imagen Ilustrativa Infobae)

Novedades en Facebook

Hace poco, por las redes donde comparten algunos conocidos, se enteró de casualidad que Hernán se acababa de casar con aquella novia. No solo eso: por otro posteo ajeno supo que espera un hijo. Reconoce conmovida: “Me morí con la noticia de que está esperando su primer bebé. Toda mi vida le deseé felicidad y celebro sus logros, sin importar que ya no estemos juntos. Pero hoy, veinte años más tarde, sigo sintiendo que el corazón me late más fuerte y que los ojos se me desbordan cuando recuerdo nuestra historia. Alguna vez leí una frase que siento que nos representa: la distancia separa cuerpos, no corazones”.

El grupo musical español, La Oreja de Van Gogh, entona un tema que va perfecto para Manuela y Hernán, aunque ya no festejen sus “no aniversarios” cada 20 de enero:

“... la madrugada del 20 de enero saliendo del tren,

me pregunté qué sería sin tí el resto de mi vida

y desde entonces te quiero, te adoro y te vuelvo a querer,

te perdí y no te perderé

Nunca más te dejaré… ”.

Por Carolina Balbiani-Infobae