“Siempre la misma jodida, esa”. A Karina Milei nadie le podía sacar de la cabeza el miércoles último por la noche que el desafiante posteo de Victoria Villarruel contra Francia pretendía complicar a ella y a su hermano, el Presidente. A fin de esta semana, viajarán a París para estar en la inauguración de los Juegos Olímpicos y reunirse con Emmanuel Macron.
“Ningún país colonialista nos va a amedrentar por una canción de cancha ni por decir las verdades que no se quieren admitir”, escribió la vicepresidenta en su profuso texto en defensa de los cantos discriminatorios liderados por Enzo Fernández, quien pidió disculpas públicas, en los festejos de la Selección tras volver a ganar la Copa América. “No fue un tuit feliz. Lo arregló Kari”, descerrajó Javier Milei el viernes, en diálogo con Alejandro Fantino.
A la secretaria general de la Presidencia le hacía particularmente ruido esa referencia a “país colonialista”. “Qué tiene que ver Francia en todo esto, si nadie del gobierno francés dijo nada”, se la escuchó bramar. No le faltaba razón: las voces críticas contra el jugador provinieron de sus compañeros galos con ascendencia africana del club inglés Chelsea –donde juega y en el que se le abrió un expediente que podría derivar en una suspensión– y de la Federación Francesa de Fútbol, que intentará lograr un castigo similar en la FIFA.
Cuentan que esa misma noche, la hermana presidencial y una de las tres patas de la mesa chica del poder (las otras dos son el Presidente y el asesor premium Santiago Caputo) decidió llamar directamente al embajador francés en Buenos Aires, Romain Nadal. La idea era disculparse y explicarle que era una postura personal de la vice, con la que Javier Milei, ella y el Gobierno estaban en desacuerdo. No logró contactarlo.
De ahí que el jueves por la tarde se dirigió a la sede diplomática francesa, el espléndido Palacio Ortiz Basualdo, para excusarse personalmente, luego de asegurarse de que Nadal la estuviera esperando.
Como suele pasar en estas situaciones, la Cancillería quedó de lado. Al menos es lo que aseguran en los despachos de Presidencia. Porque la ministra Diana Mondino hizo circular que ella había hablado al respecto con el embajador francés cuando se vieron en el acto por los 30 años del atentado a la AMIA. Si la canciller hizo el descargo, ¿por qué Karina M volvió a hacerlo después?
El entredicho tiene decenas de aristas. Apenas mencionamos algunas. El episodio se desarrolló mientras se despedía con furia a Julio Garro como subsecretario de Deportes, al animarse a opinar que Lionel Messi y la AFA también deberían disculparse. Y el posteo de Villarruel, con un nivel de ultranacionalismo en sangre sin sorpresas en ella, fue celebrado por muchos miembros de la jauría digital libertaria, reposteados por el Presidente y que se adjudicaban haber logrado la eyección de Garro. No la vieron a Karina.
Estas curiosidades diarias sobre el manejo del poder y de la comunicación oficial y paraoficial del Gobierno dejan poco margen ya para el asombro. Pero lo que desconcierta es el grado de deterioro que a veces alcanza el vínculo de la vicepresidenta con la cúpula del Poder Ejecutivo. Perdón, no debería incluir a su compañero de fórmula, aclararía Villarruel, que decidió guardarse y cerrar el teléfono, acaso masticando bronca por la desautorización pública de la hermana presidencial. “A ella no la votó nadie”, es el latiguillo usual que circula en el Senado a la hora de la espada. Alguien debería avisarle que el Presidente también le desconfía. Y mucho.
En varias oportunidades, aquí y en otros medios, se han descripto con lujo de detalles los cortocircuitos desde los últimos tiempos de la campaña electoral entre las dos mujeres que rodean a Milei. Al punto que en la única entrevista que dio Villarruel (Karina se va a animar pronto, está practicando), admitió que ambas tienen un carácter fuerte y lo dejan atrapado al Presidente como un “pobre, jamoncito”. Cayó bárbaro ese mote en la Casa Rosada.
Qué le endilgan a la vice. Que arma su propio proyecto político. Que le interesa más su figuración que defender al Gobierno. Que ha tenido reuniones a espaldas de Milei (con opositores, Mauricio Macri, jefes militares y de seguridad). La tensión pareció amainar al desempatar en el Senado la votación de la ley Bases y de algunos capítulos. Resultó apenas una tregua.
Qué facturas pasa Villarruel. Que la dejan al margen. Que ni una oficina le han permitido tener en Balcarce 50. Que Karina y el joven Caputo buscan apartarla de Milei. Que la hostigan, no solamente por el apodo de “Villacruel”, sino como cuando se animó a denunciar el accionar en su contra de los trolls paraoficiales, algunos de ellos con acceso al Salón de los Próceres (ex de la Mujer), donde funciona el call center digital libertario. Para la vice, el seguimiento del que se siente víctima excede a las redes. Atención. Por suerte volvió la SIDE, de la mano de Santiago Caputo y cierta vieja mano de obra reciclada. O tal vez no tanto.
Como corresponde a su rol de vocero, el negador serial Manuel Adorni desmintió el viernes cualquier tipo de disputa entre ambas funcionarias: “No entiendo por qué la doctora Villarruel no puede tener la libertad de opinar sobre determinados temas sin que eso signifique que no pueda seguir en el Gobierno o sin que dispare una interna feroz”.
Para rematarla, Adorni pidió además “terminar con esta idea de golpismo interno”. Y aclaró: “No somos una manada que vamos todos juntos siempre opinando igual”. Lo dijo sin ponerse colorado, 36 horas después de que lo habían desplazado a Garro por ese motivo. Claro, a Villarruel no la pueden echar. ¿O estarán viendo cómo?
Por Javier Calvo-Perfil