La sociedad argentina está partida al medio, y para cada una de esas mitades se acabará el mundo si en las elecciones no vence su favorito.
Cautela. Esa es la palabra que reina en los dos campamentos. Son optimistas, pero no exageradamente. Saben que la partida será difícil y que nadie sacará ventajas determinantes con lo que huelen hasta acá, más allá de las encuestas, que no generan mucha credibilidad (un dirigente oficialista las calificó en la intimidad como “un calmante caro”). Temporada de cisnes negros…
El índice de confianza en el Gobierno de la Universidad Di Tella, que conduce el especialista Carlos Gervasoni, había concluido su campo del mes de octubre el día 12, diez jornadas antes de la elección. Como ya señalamos en alguna columna, dicho índice no predice el porcentaje electoral que obtienen los oficialismos de turno, pero sí detecta tendencias. En este caso, venía de medir el punto más bajo de aprobación de la gestión presidencial de todo el mandato de Alberto, pero en octubre observó un rebote significativo. ¿En cuál de los cinco indicadores fue el repunte más notable? En la variable “preocupación por el interés general”. Este dato viene a echar luz sobre la pregunta respecto a por qué UxP hizo semejante buena elección con la economía en emergencia, tema que ya analizamos la semana previa: porque la gente hace balances, pero vota para adelante. Esto es, si veo que el Gobierno se está moviendo, reacciona, aunque sea con parches, me hago expectativas. Hasta acá sirvió, pero no alcanza para ganar el balotaje.
Por ahora parece que el partido va empatado en tiros en el pie. De un lado, la crisis de faltante de combustible. Del otro, sigue el festival de declaraciones desafortunadas: el mercado de órganos, que los vecinos se paguen las cloacas, que explote todo antes del 19, y siguen los hits. Los dimes y diretes de la política no tienen impacto, pero: 1) las cuestiones que afectan sensibilidades y 2) las que afectan el normal transcurso de la vida cotidiana, pueden ser catastróficas. ¿Cuántos votos costó la declaración sobre el reconocimiento de la paternidad? ¿Y sobre romper relaciones con el Vaticano? En LLA prefirieron callar el debate interno para no perder energías frente a la batalla final, pero hubo varios que internamente no quedaron callados. Hay ideas que pueden ser maravillosas, pero mal explicadas, o usando términos contraproducentes, pueden dar vuelta la tortilla. “órganos” y “mercado”, por ejemplo, son dos palabras que no empatizan entre sí. ¿Cuánto puede perder por el camino con estas cosas? Coroneles imprudentes hablan de un general descuidado.
Del otro lado de la trinchera, los incordios para cargar combustible –amén del aumento posterior– ganaron los titulares de todos los medios. Alterar la intimidad del común de los mortales es de las cosas menos recomendables en política. ¿Qué hizo Sergio Tomás Copperfield en este caso? Quiso mostrar que ser más promercado que sus socios K no le hará temblar el pulso para hacer tronar el escarmiento al mundo empresarial, si fuese necesario. Ya hizo el acting con el caso de los cueveros por el tema dólar y los precios justos.
Metamensaje 1: al público en general, yo no soy Alberto.
Metamensaje 2: a los empresarios, no se confundan, muchachos, yo los entiendo, pero no me boludeen.
Metamensaje 3: a las bases, yo los voy a defender en serio, sin hacer locuras como los primos K. Y como el ilusionista no deja una sin hacer, esta semana mató dos pájaros de un tiro: primero, hizo promesas de beneficios sociales a los trabajadores de delivery; segundo, intimó a las dos empresas más famosas del rubro para que paguen aportes patronales. ¿Escucharon hablar del “voto Rappi” hacia Milei?
Toda escena de campaña es una oportunidad para mostrar los atributos de liderazgo que se posean, elemento clave para ganar una elección. Esta semana se instaló fuerte el interrogante de si el león será el Alberto del Emir de Cumelén, y los beneficios reales de la sociedad entre ambos. En política muchas veces se toman decisiones, no por gusto, sino porque no queda otra, y siendo consciente de los costos. Esto disparó el 37 a 30 del 22 de octubre y aceleró tiempos, aun a costa de desprolijidades.
Para tranquilidad de los actores, se debe decir que todo el tiempo se hacen apuestas cuyo éxito es imposible saber de antemano. En el medio hay un mix de ciencia e intuición que acerca al acierto. Por eso, el beneficio de dar señales al ala dura macrista y que el expresidente gane protagonismo, obviamente, genera el riesgo de ahuyentar votantes decepcionados con el gobierno 2015-2019. Pero a Mi-ley no le quedaba otra (además del consejo de Antonia a su padre), aunque debería acordar con su socio cómo no generar descoordinaciones en público, por ejemplo, sobre el programa económico.
Al entrar el león a la final del campeonato del mundo, muchas cosas se rearticularon impensadamente. Como la militancia de gente de la Iglesia católica tratando de inclinar la balanza hacia Massa, pese a ser un personaje que despierta fastidio en el padre Bergoglio. Alguien podría decir como Stalin: “¿Cuántas divisiones tiene el Papa?”, pero las cadenas de oración, aunque no ayuden a ganar, definitivamente tienen algún poder de veto. Y si no, hay que preguntarle a Aníbal Fernández.
Un último comentario de esta columna es para serenar los ánimos respecto a las denuncias de fraude el 22 de octubre. Al respecto ya se pronunció la Cámara Nacional Electoral, una instancia judicial digna. También existen estudios de Cippec que dan cuenta de que el sistema de votación tiene defectos, pero es muy poco propenso a la manipulación. Algunas fuentes irresponsables han difundido el número de actas con cero votos para una fuerza política. Lo que no aclararon es que existe casi el mismo número de actas sin ningún voto para otras dos coaliciones.
Aconsejo leer el informe del Cicad. Quedan solo dos semanas de campaña, con un debate en el medio que puede ser definitorio. Para ambas mitades de la Argentina parece que se acaba el mundo, y que ganará un siniestro si no triunfa su favorito.
Por Carlos Fara