El arzobispo de Buenos Aires en San Cayetano
El arzobispo Jorge García Cuerva habló en la misa central de la celebración del día de San Cayetano en Buenos Aires, pidió solidaridad con los más pobres, y retomó la demanda de paz, pan y trabajo. Antes de la celebración litúrgica bendijo a los manifestantes que poco después iniciaron su marcha hacia la Plaza de Mayo reclamando cambios en la política económica del gobierno de Milei.
“No queremos pasar de largo frente a tantos heridos al borde del camino de la vida, frente a tantos rostros concretos, víctimas de la exclusión” afirmó Jorge García Cuerva, arzobispo de Buenos Aires, en la misa central de la celebración religiosa de San Cayetano, en el santuario porteño del barrio de Liniers. En la ocasión el obispo usó como motivación el texto bíblico del “buen samaritano” que recoge en el camino a un herido abandonado por unos ladrones.
Hablando ante un templo colmado de fieles y mientras afuera seguían llegando feligreses hasta San Cayetano el arzobispo dijo que “hay muchas maneras de pasar de largo; vivir ensimismados, desentenderse de los demás, ser indiferentes, o discutir en escritorios cifras de pobreza y de indigencia, esterilizadas de lágrimas y humanidad”.
A primera hora de la mañana y antes de oficiar el acto litúrgico, García Cuerva junto al obispo Gustavo Carrara, vicario general de la arquidiócesis de Buenos Aires, bendijo los manifestantes de movimientos sociales, organizaciones gremiales y defensoras de los derechos humanos, que se congregaron en las inmediaciones del templo porteño para iniciar desde allí su movilización hacia la Plaza de Mayo en protesta contra la política económica del gobierno de Javier Milei.
“Vamos a bendecir todas las herramientas de trabajo, pero empezando por las manos. Son nuestras primeras herramientas de trabajo”, dijo en ese momento el arzobispo y, reiterando lo señalado en días previos, subrayó que “San Cayetano es el patrono de todos, es el patrono del pan y el trabajo. No es un santo de un partido político, o un sector social” porque “San Cayetano no le pregunta a nadie a quién vota, sino que al igual que la peregrinación a Luján, convoca a todo el pueblo”.
Ya en la homilía de la misa en el santuario García Cuerva afirmó que “San Cayetano es nuestro amigo: porque quiere que tengamos una vida digna con un trabajo que, no sólo sea un modo de ganarse el pan, sino un cauce para el crecimiento personal y comunitario; y también, porque quiere que todos tengan una educación de calidad que los haga protagonistas de sus vidas, verdaderamente libres de pensar y decidir, sin presiones ni condicionamientos”.
Según lo señala el arzobispo “un amigo no pasa de largo, no mira desde lejos; y esto no es un tema de ideologías o posturas partidarias; es un tema de estar o no cerca de la gente sencilla de a pie, la que se levanta temprano para ir a trabajar, la que lleva los chicos a la escuela, la que la pelea todos los días para llevar el pan a la mesa familiar, la que sigue haciendo un esfuerzo enorme a pesar de todo”.
Mientras el arzobispo celebraba la misa en San Cayetano, la columna de manifestantes continuaba su marcha por avenida Rivadavia hacia la Plaza de Mayo, llevando en la cabecera las imágenes religiosas que portaban los “Misioneros de Francisco” una agrupación de militantes populares que se reconoce inspirada las enseñanzas del Papa.
El propio García Cuerva introdujo el magisterio de Jorge Bergoglio en varias oportunidades en su alocución. Recordó que en la homilía del Tedeum en mayo del 2003, el entonces arzobispo de Buenos Aires hizo referencia al mismo texto bíblico aludido ahora y dijo en esa oportunidad que “a los salteadores los conocemos. Hemos visto avanzar en nuestra Patria las densas sombras del abandono, de la violencia utilizada para mezquinos intereses de poder y división, y la ambición de la función pública buscada como botín”. Recordó García Cuerva que en esa ocasión Bergoglio señaló además que “el hombre cayó en manos de unos ladrones; hoy son manos manchadas de sangre por el narcotráfico que roba el futuro de generaciones enteras, manos sucias de corrupción y coima que roban oportunidades, manos en el bolsillo del egoísmo y la indiferencia que roban solidaridad”.
Dijo ahora el arzobispo que a San Cayetano “le importa nuestra vida” y por ese motivo “clama al cielo con nosotros por mejores condiciones de vida para todos; porque desde hace años nuestra patria está herida, despojada de casi todo, media muerta, como el hombre de la parábola que bajaba de Jerusalén a Jericó y fue víctima de los salteadores”. Y reclamó a todos “un corazón más solidario” porque –resaltó- “experimentamos que cuando la sociedad se fractura y se agrieta, son los esfuerzos solidarios los que vuelven a tejer fraternidad y compromiso”.
En otro pasaje de su intervención el arzobispo García Cuerva volvió a retomar frases del papa Francisco, en este caso de la encíclica Fratelli tutti. “Lo verdaderamente popular, porque promueve el bien del pueblo, es asegurar a todos, la posibilidad de hacer brotar las semillas que Dios ha puesto en cada uno, sus capacidades, su iniciativa, sus fuerzas. Esa es la mejor ayuda para un pobre, el mejor camino hacia una existencia digna. Por ello insisto -sigue afirmando el Papa en la encíclica citada por García Cuerva- en que ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias” porque “el gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo”.
El arzobispo de Buenos Aires hizo también suyas palabras pronunciadas por el Papa en el 2003 diciendo que “queremos ser buenos samaritanos que curan heridas” y “no tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan, (porque) eso sería infantil, sino más bien hemos de ser parte activa en la rehabilitación y el auxilio del país herido”. Y agregó que “aunque golpeados, seguimos creyendo que el amor al prójimo y la amistad social son posibles y que vale la pena ser buenos y honestos”.
Para García Cuerva “el santuario de San Cayetano es como aquella posada del Evangelio: recibe a los heridos de la vida, recibe a los golpeados en su dignidad por la falta de trabajo y por una miseria lacerante y creciente, recibe a los que están profundamente angustiados y solos, recibe a nuestros jóvenes, y también a los abuelos”. Y pidió que “también nuestro bendito país sea una verdadera posada para todos, sin excluir a nadie”. A modo de ejemplo señaló que “en este tiempo lo hemos demostrado acompañando bien de cerca a nuestros hermanos venezolanos, la comunidad inmigrante más numerosa en la ciudad de Buenos Aires, a quienes hospedamos con el afecto, la cercanía y la oración”.
El arzobispo agregó que “todos tenemos el compromiso de construir un país más justo, mejor, para todos” y concluyó su intervención subrayando que “hoy más que nunca (San Cayetano) nos anima, nos anima a la solidaridad con los más pobres y pide con nosotros paz, pan y trabajo”.
Por Washington Uranga-Página/12