La sensación es que se termina una etapa política. Una que comenzó en los tórridos días de finales de 2001 de donde emergieron dos nuevas fuerzas políticas: el kirchnerismo y el macrismo. Hoy estamos frente a una nueva fase, pero como le gustaba decir a Antonio Gramsci, lo viejo no termina de morir, mientras lo nuevo no termina de nacer.
Continuidad o ruptura. El kirchnerismo se esbozó como la continuidad de la experiencia peronista de izquierda de los setenta, pero en vez de arroparse en la clase obrera, lo hizo entre los pobres, ese colectivo que no termina de configurarse como clase social, pero tampoco como un espacio con autonomía política, por el contrario, se vio representado por no pobres. Aquí el mejor ejemplo es Juan Grabois, no es pobre, no habla como los pobres, pero se propone representarlos, no es una apuesta menor en un país donde cuatro de cada diez habitantes está por debajo de la línea de pobreza. En la vereda de enfrente, el espacio político que se inició como Compromiso para el Cambio, fue mutando a través de los años buscando recoger lo que el siglo XX había dejado en el camino: liberalismo y conservadurismo. Su representación social se centró en principio en las clases altas urbanas, aunque con el correr de los años generó cierta alianza con los sectores medios y medios bajos. Sólo cuando pudo alcanzar el voto de éste último estrato logró coronar lo impensado: imponerse en la provincia de Buenos Aires.
Hoy ambas identidades políticas se encuentran con dificultades para expresar algún tiempo planteado en futuro, tanto Cristina Kirchner como Mauricio Macri, presentan en mayor medida la nostalgia sobre el pasado que un programa para transitar los próximos años. Esto genera una sensación de orfandad en sus electorados. El problema es que ambas fuerzas políticas se enfrentan con una tercera, que emerge desde los márgenes del campo político. Pierre Bourdieu explicó en sus días el funcionamiento de los campos. Allí hay fracciones dominantes y dominadas. Las dominantes tienen la capacidad de imponer las reglas del juego (règles du jeu) mientras que las fracciones dominadas tienen que aceptar las reglas preestablecidas hasta tener capacidad para imponer las propias.
Choque de planetas. El campo político tiene algunas particularidades que no tiene por ejemplo, el de los matemáticos, el ejemplo favorito de PB para mostrar un modelo de autonomía casi absoluta (quién se va a poner a discutir sobre teoremas y axiomas si no se es matemático). Así pues, en el campo político la legitimidad no es intrínseca de sus miembros, sino que la proveen “los de afuera”, esto es los votantes. Buscar legitimidad social es siempre central para los políticos, hasta Jorge Rafael Videla decía que a la dictadura la apoyaba una “mayoría silenciosa”. Se sabe que incluso en plena fase represiva se realizaban encuestas apoyadas en los servicios de inteligencia. Imposible no responder.
Por otra parte, el campo político tiene otros dos campos subyacentes, el de los medios de comunicación y el campo empresarial. Con el comunicacional son tan cercanos que muchas veces se confunden, se habla de candidatos mediáticos o “inventados” por los medios. A veces, hay pases de un campo de los medios al político. como el caso de Carolina Losada, senadora y precandidata a gobernadora por Santa Fe. Pero no hay que confundirse, ahora habla como política. El campo empresarial funciona en forma diferente respecto a la política, apoya (financieramente hablando) y busca influencia a corto y mediano plazo. También suele haber “pases” de un campo a otro, el más reciente fue el de Antonio Aracre, desde CEO de Syngenta a jefe de asesores de Alberto Fernández. Como el propio Aracre lo reconoció se trata de expertises muy diferentes. Se debe decir que en el empresariado no se ve con entusiasmo estos pases, pues se trata de mantener la cordialidad con todos los gobiernos.
Otros dos campos bien delineados que tienen una gran incidencia en la política son el de la consultoría y el judicial. La consultoría se ha ido especializando con el correr del tiempo, así algunas empresas o profesionales independientes estudian la opinión pública tradicional, otros las redes sociales, y unos terceros ofrecen recomendaciones para mejorar la comunicación política, entre otras muchas ramas. Por supuesto, la gestión de las encuestas de opinión tienen primacía aquí, en parte por su difusión en los propios medios de comunicación. La frontera con el campo político se vuelve muy poroso, sobre todo cuando éste requiere de las encuestas para dirimir candidaturas, como pasa en estos momentos con nada menos que para elegir el candidato del PRO, para ir a las primarias de JxC en CABA.
¿Independientes o alineados? Finalmente, el campo más indescifrable es el judicial. Desde el vamos es el monopolio de los abogados, y dominan un poder del Estado completo en todas las instancias territoriales. En principio, en su función, sólo se trata de aplicar las leyes y normas planteadas desde la política, pero como se observa tiene por momentos una autonomía con capacidad de bloquear las propias decisiones políticas basado en su función interpretativa. Hoy está en el corazón del kirchnerismo la confrontación con la Corte Suprema, vórtice del campo jurídico con un juicio político de carácter testimonial. En este sentido, el entramado institucional les brinda a los jueces una protección mayor de la que tienen por ejemplo, los parlamentarios. Si lo político es judicializable, también funciona al revés, se suele considerar que un fallo es justo si está de acuerdo con las ideas de quien lo evalúa.
En los días electorales se revoluciona el campo político, ya que una nueva cabeza (presidencia) emergerá hacia el final del proceso. La tercera fuerza emergente propone un programa, que entre sus principales propuestas está desarmar (o derrumbar) el propio campo político constituido. En este sentido, los ejes discusivos que se han orientado hacia esta fuerza están generando un nuevo epicentro de disputa, mientras que las fuerzas tradicionales ralentizan su respuesta y se internan en sus discusiones. En conclusión, esta novedad ha desatado una guerra de nervios y nuevos motivos de incertidumbre y como tal ya está provocando efectos en lo económico y lo social.
Por Carlos De Angelis – Perfil