Hay un hartazgo social, pero también castigo a quienes van por fuera de lo institucional.
En el extendido proceso electoral que comenzó en marzo de este año y terminará en octubre o noviembre se genera luego de cada elección provincial la discusión sobre si los resultados expresan o no, la cuestión nacional.
Efectos. En estos debates parecen intervenir intereses particulares que plantean, por ejemplo, que si gana el peronismo la respuesta es “–vieron, las cosas no están tan mal–”, y si gana la oposición se dice “–eso es lo que les espera–”. Desde una postura analítica se puede observar que cada elección provincial y municipal expresa principalmente cuestiones locales, pero los resultados tienen efectos nacionales. Estos efectos son principalmente aprendizajes y ajustes en las campañas subsiguientes, todos siempre atentos a no repetir errores ajenos.
Sin embargo, en el caso de las elecciones en Santa Fe la regla (del 75%local/25% nacional por ponerle unas cifras) parece haberse quebrado. Los motivos son varios, primero la cuestión cronológica: a medida que se acercan las elecciones presidenciables crece la “influencia nacional”, luego por sus características sociodemográficas la provincia (con zonas mayormente agropecuarias y zonas altamente urbanizadas), Santa Fe representa con cierta precisión la heterogeneidad nacional y, finalmente, un tema no menor: la cuestión Rosario donde en la ciudad parece haber nacido un narcoestado, preocupa a toda la sociedad argentina, más allá de su ubicación geográfica.
Amo lo extraño. Los resultados de la elección entregaron una potente derrota del peronismo que apenas pudo superar el 25%, por el contrario, Juntos por el Cambio mostró un triunfo contundente con el 63%. Si se podía suponer un triunfo cambiemita los números fueron avasallantes.
Pero el efecto más poderoso que produjo la elección fue los avatares de la candidatura de Carolina Losada. Dos años atrás cuando se votaba en las primarias para senadores nacionales, la experiodista presentó su candidatura “hostil” en Juntos por el Cambio. Era definitivamente una outsider en la escena política santafesina, que es de por sí bastante cerrada y se la consideraba que saldría cuarta inevitablemente. Tenía un discurso marcadamente antikirchnerista y muy opositora al gobierno de Omar Perotti. Pero bajo estas circunstancias ganó aquellas PASO contra el mismo Pullaro, y luego las generales.
Con Carolina Losada, una nueva estrella política nacía. No pocos la observaban como posible candidata a las vicepresidencia. Sin embargo, prefirió jugar en la provincia que parecía incluso más sencillo que la nacional. Aunque, pasaron algunas cuestiones que influyeron en su derrota. La primera, es que de la mano de sus expertos en comunicación política extremó su posicionamiento al punto de casi considerar a Maximiliano Pullaro como su enemigo, cuando lo acusó de tener vínculos con el narcotráfico –una conexión no comprobada–, en vista de esto, planteó que si ganaba no lo convocaría en sus equipos. Luego y tercero y no menor, frente a una comentario –pregunta casi trivial de un periodista de la provincia sobre que la candidata no vivía en la provincia–, respondió: ¿Qué es vivir en Santa Fe si la mitad de la semana estoy acá? Estos tres elementos dejan inevitables enseñanzas para la política nacional.
Interrogantes. Frente a la elección santafesina surgen algunas preguntas en referencia a los lugares que ocupan los candidatos presidenciales: la primera es si la sociedad argentina realmente desea entregar la representación a quienes se ubican en los extremos políticos. El posicionamiento político de Losada iba en espejo al de Bullrich que la acompañó muy cerca en la campaña. La segunda pregunta es si es legítimo hacer acusaciones que no se pueden sostener en los tribunales, algo muy común en la política argentina, espacio predilecto de los sótanos de la democracia. La tercera cuestión es si no existe una suerte de revalorización del vínculo con el territorio, con un agotamiento de la campaña por redes sociales. La inquietud de si Jorge Macri pertenece o no, a la jurisdicción, lo está empleando a fondo en CABA Martín Lousteau aun ante los fallos judiciales que lo han habilitado. Las primarias porteñas de JxC también se están ubicando en el plano de la lucha agonal. De hecho, Macri además, comentó que, de ganar, no llamaría al exministro de Economía –posición que ya se puede ver probada como equivocada–. Esto fue una especie de devolución a que Lousteau jugó al límite para bajar a Franco Rinaldi de la lista de legisladores de Macri, con el propósito de lastimarlo en otro frente.
No sabe/No contesta. Se debe decir que la sociedad argentina genera inputs contradictorios, esto es lo que puede observar cualquier analista de lo político. Hay un hartazgo terminante con el deterioro de años de inflación, inseguridad y la sensación de decadencia, pero también parece existir un castigo para quienes hagan apuestas por fuera de lo institucional. Por eso quienes eligen caminos fronterizos, como Patricia Bullrich y Javier Milei están recalculando sus pasos, mientras que Rodríguez Larreta hizo un rápido retorno al palomismo. También el posicionamiento de Sergio Massa es un interrogante cuando se repliega principalmente en el voto duro kirchnerista, generando una duda no menor sobre si alcanza para seducir a las clases medias y medias bajas, donde el ministro de Economía tuvo pregnancia diez años atrás. En este marco general, también se puede ver con claridad la merma de la intención de voto de Milei. Incluso, entre quieres valoran su propuesta estética disruptiva se preguntan si puede gobernar como propone, con una democracia directa a fuerza de plebiscitos. Curiosamente, el líder de Vox, Santiago Abascal viene proponiendo algo similar frente a las elecciones españolas de 23J.
Los sartreanos. Cómo se gobernará el país a partir de diciembre es una preocupación creciente en la sociedad argentina. La sensación generalizada es que está corriendo sobre un límite y un callejón sin salida: ¿hay que devaluar, dolarizar?, ¿sacar el cepo, dejarlo?, ¿bajar/aumentar los impuestos?, ¿echar empleados públicos/incorporar a quienes tienen planes sociales?, ¿aumentar los salarios por decreto?, ¿endeudarse más?, ¿decreta el déficit cero –otra vez?–, ¿declarar el default? Todas las opciones parecen malas de por sí. En este sentido se puede observar que la palabra “ajuste” se ha borrado de una campaña que se ha transformado en existencial.
Por Carlos De Angelis – Perfil