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El rey de la rosca y el optimismo

Tiene un plan ambicioso: ganar poder en Juntos por el Cambio para enfrentar a los halcones PRO. Pero una tropa reducida: un puñado de legisladores y bancas en dos municipios.

Sólo 16 días después de haber dejado la Cámara de Diputados de la Nación, Emilio Monzó encabezó un acto de moderada presencia en el sur del conurbano bonaerense, lo que significó su exilio oficial de la mesa chica de Cambiemos y el primer paso de su nueva carrera política; un recorrido que quedó en suspenso producto de la pandemia pero en el que aún persisten estrategias, aliados y su principal obstáculo: competir con poco y nada.

Para lograr esa meta y en una primera etapa, por ese entonces ya contaba con los custodios de la rosca, un grupo de otros exfuncionarios como Nicolás Massot, Sebastían García De Luca, Marcelo Daletto y Gabriel Monzó -la mayoría de ellos, excluidos de la última lista de candidatos de Juntos por el Cambio por presiones de la por entonces gobernadora María Eugenia Vidal y el tenso vínculo con el expresidente Mauricio Macri-, además de Guillermo Bardón, uno de los sobrevivientes en la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires que, a fuerza de moderación, logró atraer a otros descontentos con el macrismo.

Con esta limitada estructura, Monzó se propuso retomar aquel armado que inició a mediados de 2015 y darle rienda suelta a la segunda parte de su estrategia, que consistía en alejarse del extremo que proponía el PRO y hacer una autocrítica de su influencia de armador que llevó a la derecha liberal a hacerse del poder tanto en Balcarce 50 como en la calle 6 de La Plata durante los últimos cuatro años. Para eso se recostó en algunos de los que aún mantenían el poder en sus territorios y también mostraban cierto malestar con la Casa Rosada: los jefes comunales de la Unión Cívica Radical, sobre todo, los del interior bonaerense.

“Monzó es parte de Juntos por el Cambio, pero quiere un armado propio”, aclaraban por ese entonces. Con esa idea cerró el año con siete intendentes del histórico partido en Rivadavia. La exposición del encuentro fue más alta de lo esperada y, tan sólo unas horas después de conocerse la noticia, varios se vieron obligados a ahuyentar el fantasma rupturista. “Sólo fue un encuentro de camaradería”, dijeron.

Lo cierto es que después de aquella cena de fin de año con Guillermo Pacheco (Pellegrini), Martín Randazzo (General Lamadrid), Miguel Fernández (Trenque Lauquen), Javier Reynoso (Rivadavia), Eduardo Campana (General Villegas), Franco Flexas (General Viamonte) y Calixto Tellechea (Florentino Ameghino), Monzó, exintendente de Carlos Tejedor, mantuvo encuentros con alguno de ellos en varias oportunidades. Sobre todo, a través de videoconferencias en medio de la pandemia.

Según se pudo saber, la agenda se dividió por secciones electorales y se analizaron las distintas fases de la cuarentena, a la vez que comenzaron a coordinarse propuestas para hacer frente a la crisis económica, como los proyectos de ley que ordenan la libre disponibilidad del Fondo de Infraestructura Municipal y el Fondo Educativo, iniciativa que también operaron a través del bloque Cambio Federal, que integra Bardón y preside Walter Carusso, otro radical de extracción possista.

La tercera etapa llegó cuando se sentó en la mesa chica el intendente de San Isidro, Gustavo Posse, que, a ojos del monzoísmo, traía no sólo un significativo padrón electoral sino, también, la llave de acceso a la militancia radical progresista que alguna vez supieron contener Margarita Stolbizer y Hermes Binner y que hoy no sabe a dónde reportar. “Ante la imposibilidad de salir a caminar por el aislamiento y para darle continuidad al acto que hicimos en Florencio Varela, recorremos de manera virtual toda la provincia”, se entusiasman algunos de los que participaron en el encuentro de Zoom que se llevó adelante a principios de junio.

MI GRIETA QUERIDA. “Ratificamos nuestra pertenencia a Juntos por el Cambio, pero creemos que en Argentina está faltando una opción de centro”, remarcan al unísono los más cercanos a Monzó. Es una postura que lo ayuda a limar diferencias con Vidal y su jefe político, Horacio Rodríguez Larreta, pero que lo enfrenta a la líder del ala dura del macrismo, Patricia Bullrich. No desean romper, pero tampoco quieren sentarse a su lado. “Donde esté ella, nosotros no queremos estar”, afirman, aunque aclaran que, por la propia génesis de amplitud política que marcan, no pueden excluirla. Entienden que la solución a futuro es una disputa interna que podría desembocar en una primaria abierta, simultánea y obligatoria (PASO) el año próximo. “No hay que tenerles miedo a las elecciones”, agregan.

Aunque no lo reconocen, tienen una empresa ambiciosa con una dificultad estructural. Están dispuestos a competir contra los grandes de la coalición opositora, pero hoy no tienen con qué. Lo dicho: un bloque minoritario en la Legislatura, unos sueltos en la Cámara de Diputados de la Nación y algunas bancas en el Concejo Deliberante de Quilmes y en Carlos Tejedor.

Al otro lado lo saben. “No tienen fierros”, apuntan, una forma de definir a un sin tierra. Pese a ello sigue encabezando la pata peronista de este sector de la oposición, lugar que comparte con Miguel Ángel Pichetto, aunque este último, en clara devaluación. Con este manual, Monzó quiere ampliar, sumar y competir. El tiempo dirá si también es posible armar en épocas de aislamiento.

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Por Pablo Lapuente- Letra P