Hay hitos que marcan el legado de todo presidente y lo ponen cara a cara con la historia. El arribo a la Argentina de la primera misión oficial del FMI es señal de que, para Alberto Fernández, ese momento está cada vez más cerca. A partir de este martes, la gestión del Frente de Todos comenzará a girar en torno a un solo objetivo: lograr un acuerdo exitoso con el Fondo. Los enviados de Kristalina Georgieva son actores fundamentales en la mesa del “acuerdo nacional” que Cristina Kirchner avaló y Martín Guzmán ya comenzó a armar. Por eso, su llegada no solo abre las puertas a la renegociación de los 44.000 millones de dólares de vencimientos a pagar. Es, sobre todo, el prisma a través del cual se podrá vislumbrar el plan económico que tanto se le demanda a Fernández desde su asunción.
Son variados los indicios que llevan a pensar que, pese a su pluralidad interna, el oficialismo se encamina hacia una reorientación general de su política económica y social. Desde la baja de retenciones a la soja, hasta la inminente sanción de un presupuesto que contempla un considerable achicamiento del gasto, pasando por los desalojos violentos a manos de Sergio Berni en la provincia de Buenos Aires, los guiños al establishment abundan y tienen como destinatarios especiales a los burócratas del Fondo.
¿Es el peronismo hoy la única fuerza política con el apoyo popular suficiente para concretar las reformas estructurales que exige el Círculo Rojo? La tesis acuñada por el economista Guillermo Calvo durante la campaña presidencial sobrevuela como un fantasma. Lo cierto es que, ante la incertidumbre provocada por una brecha cambiaria que se mantuvo por encima del 100% durante semanas, Guzmán decidió jugar su última carta: empezar el ajuste fiscal en noviembre, a la par de la aprobación del Presupuesto 2021 y antes, incluso, de cualquier condicionalidad impuesta desde Washington.
Los esfuerzos del ministro de Economía parecen estar puestos en que sus medidas dejen de ser consideradas, como hasta ahora, meras iniciativas aisladas. Dicho de otro modo, que se consolide un organigrama que logre garantizar la “confianza” e incentive la “competitividad”, palabras repetidas hasta el cansancio por los hombres de negocios, tanto por los que especulan para que se produzca una devaluación brusca del peso, como por quienes se muestran genuinamente preocupados por el aumento del déficit fiscal generado por la enorme emisión monetaria para sobrellevar el gasto extraordinario de la pandemia.
Por más que en el Gobierno declaren que no hay espacio para más ajustes, todo indica que asistimos a un sutil giro ortodoxo por parte del Frente de Todos. Empoderado dentro del gabinete, Guzmán comenzó a enviar gestos cada vez más claros en ese sentido. En el pliego de compromisos firmado con los empresarios de AEA la semana pasada, el ministró admitió que la baja del déficit será mayor de la que figura en el propio presupuesto. También, confirmó que llevará adelante políticas tendientes a cambiar emisión por más deuda, que reduzcan la asistencia del Banco Central al Tesoro y consigan estabilizar el tipo de cambio por lo menos hasta marzo, cuando se espera que aparezcan los dólares de la cosecha del campo.
Las promesas que Guzmán le hace a los dueños del poder permanente se rubricarían en un programa integral auditado desde el norte que, de todos modos, deberá pasar por el Congreso. La intención explícita del Gobierno, por lo pronto, es postergar los pagos de la deuda hasta 2024 accediendo a un nuevo programa. Más allá de las señales de buena voluntad, la última palabra la tendrán los miembros del Directorio del Fondo, donde predominan las miradas de los técnicos. Además, todavía no está descartada la posibilidad de que la Argentina le solicite al organismo un desembolso de emergencia para pasar el verano. ¿U$S 3.000 millones? ¿U$S 5.000?
Guzmán confía en que el presupuesto –que ya tiene dictamen en el Senado y será aprobado en el recinto esta semana– efectivamente será la hoja de ruta que dará previsibilidad al futuro económico. Sin embargo, un informe del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP), que dirige el economista Claudio Lozano, cuestionó los lineamientos del proyecto al considerar que se priorizan las garantías a la inversión productiva por sobre “todo intento de política de ingresos de shock”. Y que, además, la reducción del déficit se basa en la contracción del gasto público, con bajas de los salarios estatales y las jubilaciones en términos reales.
A su vez, la Ley de Leyes suprime la mayor parte de las partidas dirigidas a financiar la emergencia sanitaria, como el IFE y el ATP, que a partir del año que viene dejarían de otorgarse. De esa manera, en un contexto de incremento de la pobreza y el desempleo, sería alrededor de 150.000 millones de pesos lo que el Estado se “ahorraría” para cumplir así con el objetivo de reducir el déficit al 4,5%. ¿Impuesto a las grandes fortunas? Bien, gracias.
A la ofensiva
Visto con ojos misioneros, el Presupuesto 2021 parece adquirir otra connotación. La provincia está a un paso de celebrar un hecho histórico: convertir su territorio en una zona aduanera especial. Es un anhelo planteado hace tiempo por Misiones, pero que la actual coyuntura pandémica logró poner de relieve. Es que a los 13.000 millones de pesos que significaría el costo fiscal de la quita de impuestos para el Estado nacional, la Renovación los retruca con un monto de ingresos superior: 1.200 millones de dólares, a los que se llegaría gracias al aumento de las exportaciones que se produciría una vez aplicada la medida.
Más allá de lo ambicioso del número, lo cierto es que Oscar Herrera Ahuad supo esperar el momento político. Frente a un gobierno nacional a la defensiva y con necesidad de acuerdos legislativos, el gobernador puso primera y avanzó: el voto de los misioneros en el Congreso es clave para el oficialismo y los renovadores lo saben. El reciente paso del Presidente por la provincia terminó de sellar las negociaciones, que habían tenido un capítulo importante en la visita de Sergio Massa de unas semanas antes. Un escenario muy distinto al de mayo, cuando Fernández, con su popularidad todavía por las nubes, pisó por primera vez Misiones y se mostró reticente a cualquier pedido hecho por el gobierno provincial.
En la Renovación no pierden el tiempo. A la espera de su sanción definitiva en la Cámara alta, las reuniones entre los funcionarios nacionales y el equipo que lidera el ministro de Hacienda provincial, Adolfo Safrán, se suceden unas tras otras. Es que se deben definir al detalle los alcances del decreto que, si Fernández lo rubrica antes de fin de año, debería comenzar a tener efecto a partir del próximo 2 de enero.
Por supuesto, este beneficio particular para Misiones levantó polvareda en las demás provincias. Por eso, desde el Gobierno comenzaron a proponer la firma de un nuevo consenso fiscal para suspender la baja de alícuotas de Ingresos Brutos y Sellos refrendada en 2017 por los gobernadores y Mauricio Macri. Es un pedido realizado por los propios mandatarios provinciales, que buscan alivianar de alguna manera la caída de la recaudación. Las negociaciones recién comienzan. Están en manos del ministro del Interior, Eduardo “Wado” De Pedro, y ya cosechó la adhesión de casi la totalidad de los gobernadores, incluidos los de Juntos por el Cambio. El único que la rechazó fue Horacio Rodríguez Larreta. El jefe de Gobierno porteño adelantó que no acompañará ya que uno de los ítems se exige como condición es que los distritos desistan de todo reclamo que tengan abierto por coparticipación ante la Corte.
Si en mayo de 2019, Cristina Kirchner pateó el tablero y delineó las coordenadas de la disputa por el poder en la Argentina, ahora, con su carta, la vicepresidenta le allanó el camino a Fernández en la búsqueda de esa gobernabilidad tan deseada como, al parecer, inalcanzable. El Presidente cuenta con luz verde para sentarse con todos, sin exclusiones ni excusas. Pero no le será fácil. Con el horizonte de la reactivación productiva cada vez más lejano, el Fondo comenzará a marcarle el pulso a un Frente de Todos que deberá lidiar con las consecuencias sociales de la mayor recesión de la historia y, en simultáneo, apostar a ganar en las elecciones de medio término. Se le prenderán velas a la vacuna y al precio las commodities. ¿O esta vez habrá que enamorarse de Kristalina?
Por Pedro Lacour para Misiones Para Todos