Misiones Para Todos

La elección es lo menos importante

Ni 7 diputados más facilitan el ingreso a Venezuela ni 3 senadores menos convocan a ningún cisne negro.

La elección es lo menos importante1- Patriotas ansiosos por 2023

Ni siete diputados más facilitan el ingreso a Venezuela o a Afganistán ni tres senadores menos convocan a ningún cisne negro.
La próxima elección legislativa es lo menos importante en el país mediático donde nada que pasa es real.
Estas PASO, que desvelan a analistas conjeturales, sirven para consolidar las biografías de patriotas ansiosos por presidir en 2023.
Ni un diputado ni otro senador hacen -como las golondrinas- verano.

Desde 2007, dos figuras fuertes reflejan la débil monotonía.
La Doctora, vicepresidenta que gobierna (mal) a través del presidente Alberto Fernández, Otálora, El Poeta Impopular.
Y Mauricio Macri, El Ángel Exterminador, quien después del fracaso inapelable mantiene la audacia de preparar el Operativo Clamor.
Con la patología de su tropa, La Doctora instala a Mauricio en el primer plano.
Retribuye el error oportunamente cometido por el Ángel.
Cuando le hacía caso al imbatible Marcos Peña, El Pibe de Oro, y obedecía lineamientos de don Jaime Durán Barba, El Equeco.
Las críticas y los ataques de los distraídos que se cuelgan de La Doctora (y del pobre Otálora) le devolvieron en bandeja, a Macri, la legitimidad.
Lograron el objetivo de rescatarlo.

Entonces Horacio Rodríguez Larreta, Geniol, heredero natural, emerge como víctima.
En la operación se raspa también a la señora María Eugenia Vidal, La Chica de Flores de Girondo, candidata de Geniol en el Maxikiosco.
“Yo hubiera sido mejor candidata que ella”, confirmó la señora Patricia Bullrich, La Yiya, o La Halcona, presidenta de La Mutual PRO.
Lo dijo después de haber sido enjaulada en la jaula amplia de Larreta. Para esmerilar desde adentro.
Además, La Yiya coincide con el Ángel en la calculada valoración positiva de Javier Milei, El Libertino Libertario.
Es quien le extirpa, a Vidal (y a Geniol) los votos de la derecha dura que no logra captar Ricardo López Murphy, El Bulldog Gato.
Pero justamente Milei no vacila en “aplastar”, con lenguaje violentamente procaz, al “zurdo” de Larreta.
Mientras jerarquizan las posturas de Milei, El Ángel y La Yiya acompañan solidariamente a Vidal en la campaña inofensiva.

En la provincia inviable, el Ángel también acompaña a Diego Santilli, El Bermellón, para la pulseada interna con Facundo Manes, Cisura de Rolando.
Mientras convoca multitudes de señoras nostálgicas, Manes reclama miles de fiscales que le cuenten los votos que no alcanzan para vencer al Bermellón.
“Hay que ganarle a Manes, pero no por mucho”, confirma la Garganta.
«56 a 44 es el número lógico».
Un guarismo indicado para que Santilli pueda lanzarse hacia la gobernación en 2023.
Sin desalentar la competencia que anticipa el mini gobernador Jorge Boga Macri, El Primo (que era) Pobre.
Y no se debe descartar al mini gobernador Diego Valenzuela, El Historiador que “camina” la provincia con el instrumento de su emisión en TN.
La diferencia planificada (56 a 44) tampoco desanima a Cisura de Rolando, que se propone insistir con la neurología presidencial.
La irrupción de Manes resultó positiva para la somnolienta Unión Cívica Radical. El partido está tonificado como para generar otras ambiciones.
Como la del gobernador radical Gerardo Morales, El Milagrito.

El Ángel acompaña también al Bermellón en la confrontación externa con la adversaria del Frente de Todos.
La señora Victoria Tolosa Paz, La Aplanadora.
Dama que carga, en la mochila, mientras aplana, con la roca inerte de Alberto y la sublime imperfección de su poesía.
“Me busco y me encuentro. Resisto cantando”, entona.
Mientras ensayan el coro Los Tres Otaloritas: El Nietito, Don Vito y Pepe Biondi.

2.- El peronismo no perdona la estupidez

El caso Alberto Fernández atormenta a La Doctora.
Un drama que ya no es para discutir ni para analizar.
Es un problema institucional para resolver.

El extinto Fernando De la Rúa, el Radical Traicionable, remite a la imagen de la torpeza y el despiste.
Lo masacraron por no recordar el nombre de la señora esposa de Marcelo Tinelli. Y por no acertar en la salida del piso.
Dato irrisorio en el país que lo condenaba. Vísperas del estallido de 2001.
Comparado con las chambonadas contemporáneas del Poeta Impopular, es un lugar común confirmar que el Radical Traicionable es Sir Winston Churchill.
Al menos Konrad Adenauer. O Mandela.

El desempeño de Alberto induce a evocar también la gastada figura de Amado Boudou, El Descuidista.
Ambos -Alberto y Amado- unifican sus historias a través del fallido mecanismo de selección que limita a La Doctora.
Ocurre que La Doctora conserva la predilección selectiva por los guitarristas vocacionales.
Aquel Amado solía inclinarse por los alaridos del “caos en la ciudad” que traficaba pesadamente La Mancha de Rolando.
Pero Alberto prefiere cautivar manicuras marginales y maquilladores sensibles con la dulzura melancólica de las baladas.
A su proverbial locuacidad anexa el lirismo intrínseco que lo inspiró para redactar el clásico “Si me pierdo, me encuentro”.
Fue recitado, por primera vez, en un acto público. Delante de La Doctora que suele ponerse el país de sombrero con los guitarristas.
Pero también delante de Máximo, En el Nombre del Hijo; de Axel Kicillof, El Gótico; el doctor Eduardo De Pedro, El Wado; y Sergio Massa, El Conductor.
Cuatro muchachos dignamente cuarentones que sostienen el funcionamiento frágil del gobierno malo y cultor del federalismo trucho.
Son, los cuatro, demasiado jóvenes para clavarse un fracaso político por cuestiones estructuralmente tontas.
Son quienes deben encontrar la solución institucionalmente imaginativa para los frecuentes desvaríos del señor presidente.
Carece de sentido enumerarlos. Discutirlos. Analizarlos.

No basta con estudiar los vericuetos de la Ley de Acefalía. Ni consultar a tantos constitucionalistas.
Tampoco corresponde salir heroicamente del paso con el planteo alucinante de la reelección. «Otálora 2023».
Menos se trata de soltarle la mano y dejarlo «caerse encima».
Como El Poeta se la soltó, en su momento, a Ginés, que ya no puede comerse un plato de ravioles en Marcelo.
O compartir una copa de vino en pantalón corto y zuecos, en la vereda de una tasca madrileña.

Una licencia, acaso, puede ser aconsejable.
El licenciado puede reponer su osamenta entre las sierras de Ascochinga. O en Traslasierra.
Y componer bellas canciones, acompañado por Los Otaloritas que conforman un coro como aquellos de Donald.

El peronismo es la superstición fundamentada que legitima el revuelto de Gramajo del Frente de Todos.
Un movimiento culturalmente transformador que le permite al dirigente la jactancia de ser cruel, demagogo, sádico, populista, cretino, traidor o incluso recaudador personal.
Lo que nunca se perdona, en el peronismo, es la estupidez.

Por Jorge Asís