La Renovación parecía terminar el año de la mejor manera posible. Con los números del coronavirus bajo control, las expectativas por la inminente transformación de Misiones en una zona aduanera especial colmaban la agenda pública. Pero el optimismo fue tapado por el humo. Los focos de incendio, que se extendieron a lo largo y ancho de la provincia, hicieron sonar todas las alarmas. La problemática medioambiental pasó al primer plano y dejó al descubierto que las políticas ecologistas del misionerismo son apenas una carta de intención.
Todas las críticas recayeron sobre Patricio Lombardi. Es que, mientras Misiones no paraba de arder, el flamante ministro del Cambio Climático tuvo tiempo para realizar una charla vía Zoom junto a Mario Vialey, el ministro de Ecología, y la ministra de Agricultura Familiar, Marta Ferreira. Los tres funcionarios participaron de un seminario online sobre cuidado del medio ambiente. El encuentro estuvo organizado por la Cámara de Representantes. Un timing envidiable.
Las lluvias de los últimos días lograron sofocar el fuego en su totalidad. Desde la reserva Yabotí, uno de los epicentros de la emergencia, afirmaron que el área afectada por las llamas alcanzó a alrededor de 350 hectáreas. Sin embargo, la cuestión está lejos de haber sido erradicada. A la sequía y las altas temperaturas producidas, se le suman las consecuencias de un modelo extractivo que arrasa con todo y que pone en peligro a la ya diezmada selva misionera, que representa a más del 50% de la biodiversidad del país.
Según registros provinciales, los incendios de la semana pasada fueron los más grandes que se hayan visto en las últimas décadas. La situación no solo desnudó la falta de capacidades técnicas para abordar un acontecimiento de esa magnitud. También exhibió otros déficits igual de graves: durante los tres días que duró la emergencia, los pedidos de ayuda por parte de las comunidades Ka’a Kupe, de Aristóbulo del Valle y Campo Grande; Sapucay, de San Ignacio, y Alecrín, de San Pedro, fueron sistemáticamente ignorados.
Lo cierto es que Lombardi en ningún momento se expresó acerca de los conflictos entre comunidades Mbya guaraníes y empresas forestales. No parece ser un tema que esté dentro del radar de su gestión. Para muestra basta un botón: las denuncias por desmonte ilegal y apropiación de territorios ancestrales contra Carba SA, que opera en la zona de Campo Grande, tuvieron al ministro Vialey del lado de la empresa. El mes pasado, la Justicia falló a favor de las comunidades afectadas. Según datos del Ministerio de Hacienda de la Nación, la superficie ocupada por el negocio forestal en Misiones supera las 400 mil hectáreas. De ese total, que representa el 13% del territorio de la provincia, más de la mitad está en poder de la multinacional Arauco SA.
Desde su creación en octubre, el ministerio del Cambio Climático no hizo más que ganarse la antipatía de buena parte del ambientalismo local. La cartera comandada por Lombardi es vista como una estructura burocrática creada exclusivamente para gestionar el cobro de los denominados “bonos verdes”. Son instrumentos de deudas destinados a financiar proyectos que ayuden a reducir la emisión de gases de efecto invernadero. Es decir, mecanismo que tienen algunas empresas para recibir dinero a cambio de disminuir el deterioro generado a la naturaleza.
“Somos acreedores ambientales. Queremos que nos paguen por cuidar el medio ambiente. Por eso, estamos trabajando con la ONU y otras instituciones multilaterales para conseguirlo”, puntualizó Lombardi en una de sus tantas apariciones mediáticas. En el centro de toda su argumentación están los “servicios ecosistémicos” que Misiones le prestaría no solo al resto del país, sino al mundo: “De una hectárea de bosques se puede vender el CO2 que retiene y el O2 que libera. El árbol absorbe la contaminación y libera oxígeno, eso es muy importante”.
No faltan, claro está, quienes ven en esta búsqueda cierto sesgo mercantilista. Es una presunción que pareció confirmarse esta semana, al conocerse el plan para monetizar los recursos naturales de la provincia. De cara a las sesiones extraordinarias de la Cámara de Representantes, el ministro de Hacienda, Adolfo Safrán, habló acerca de la presentación de un proyecto de ley que involucra a la tecnología blockchain con la biodiversidad misionera. Es una herramienta que va de la mano de la creación de un “certificado verde”, que permitiría traducir “en criptomoneda los beneficios generados por nuestra política de preservación medioambiental”, aseguró el ministro. Se trata de un sistema de información autónomo en donde no existe la necesidad de que una entidad centralice la información y validación de las operaciones. Como cada eslabón en la cadena de bloques condensa y replica al resto de la información existente en el sistema, sería posible, según Safrán, operar con niveles de seguridad y seguimiento hasta ahora desconocidos.
El lobista
Los incendios dejaron expuestas las tensiones al interior de la novel secretaría con rango ministerial. La desconexión de Lombardi con el resto de su equipo es un hecho. Sin ir más lejos, el diálogo entre él y su segunda, la abogada Karen Fiege, es casi inexistente. Tampoco terminan de quedar claras las funciones que diferenciarían su rol del de Vialey. El Ministerio de Ecología, en sus fundamentos institucionales, también persigue el objetivo de mitigar los daños producidos al ecosistema. ¿Cuál es entonces la razón por la que se crea una estructura con obligaciones que ya le corresponderían a otro ministro en funciones?
Lombardi sabe hacer su juego desde su época de viceministro del Estado de Florida, cuando se encargaba de las relaciones con América Latina en el gobierno del republicano Jeb Bush. En ese contexto, además de tejer vínculos con referentes de la CIA, comenzó a interesarse en temas relacionados al medio ambiente. Ya de vuelta en la Argentina, en 2008, fue invitado a la provincia por Carlos Rovira a dar una conferencia sobre la temática. Pisó Misiones y nunca más se fue.
Fue así que, desde su incorporación a la Renovación, las relaciones internacionales misioneras se convirtieron en un ítem recurrente del itinerario oficial. Lombardi pasó a ocupar un lugar preponderante en el tablero misionerista, aunque siempre desde un segundo plano. “Mi trabajo es abrir puertas”, suele repetir. Entre sus hitos más relevantes se incluye haber intervenido en la trastienda del recibimiento del Papa Francisco a Oscar Herrera Ahuad, en febrero pasado. Además de las gestiones realizadas en Dubái, para importar a la tierra colorada el modelo de negocios público-privado del Silicon Oasis.
Es muy probable que el salto de Lombardi a la primera línea de la gestión haya respondido a favores que, todo indica, debían ser devueltos. Sin embargo, hoy el escenario cambió. Cada día que pasa, su figura tiende a convertirse en una piedra en el zapato para el organigrama de poder desplegado por Rovira. Sus compañeros lo empiezan a mirar de reojo y se consolida su imagen de paracaidista porteño al que lo único que le interesa es llevar agua para su molino. “El hombre solo pelea con su ego y tiene aspiraciones que no son posibles de concretar si uno no está dispuesto a dar el cuerpo y el alma por el proyecto”, deslizan en el entorno renovador.
Son todas señales que prueban que el cuestionamiento al modelo extractivista que impera en Misiones está lejos de ser una prioridad. Por más que ocurra en menor medida que en otras provincias de la Argentina, el desmonte para el reemplazo por especies no nativas es una realidad y el monocultivo de pino continúa expandiéndose. El fuego fue, en ese sentido, un contundente llamado de atención. Sobre todo, para quienes, una vez que se apagan las cámaras, demuestran que sus intereses distan bastante de aquellos que declamaban en público.
Por Pedro Lacour para Misiones Para Todos