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Inseguridad alimentaria: los gritos del silencio

Al menos 735 millones de personas padecen hoy hambre en el mundo, 122 millones más que hace cuatro años según la ONU, por una combinación de factores que van desde el cambio climático hasta conflictos armados que encarecen los alimentos hasta alejarlos de pueblos enteros y volver muy difícil el cumplimiento de la meta de eliminarlo que incluyeron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de 2030.

La crisis alimentaria mundial preexistente se ha visto agravada por la guerra en Ucrania, que subió los precios, por los impactos del cambio climático y por las consecuencias de la pandemia hasta provocar el hambre entre al menos 735 millones de personas, 122 millones más que hace cuatro años, según la ONU.

La grave situación, envuelta en el silencio de los grandes titulares mediáticos, ha duplicado la cantidad de personas sin acceso regular a los alimentos y pone de relieve la necesidad de diversificar el sistema alimentario global y de garantizar una financiación accesible para hacer frente a la crisis.

La venta de cereales de Ucrania, crítica para muchos países pobres y en desarrollo, se vieron gravemente afectadas por la guerra y otra vez interrumpidas a través del Mar Muerto en julio pasado. El conflicto, a su vez, encareció combustibles y fertilizantes que proveía Rusia, el transporte y los cultivos, y por tanto, los alimentos.

El sistema alimentario mundial depende demasiado de unos pocos países, lo que aumenta la vulnerabilidad ante crisis severas como la actual, y ni siquiera a países más autosuficientes les resulta económico depender de su producción nacional.

Además, las crisis alimentarias son cada vez más frecuentes y difíciles de predecir por la crisis climática, lo que obliga a los países a diversificar sus importaciones para garantizar su seguridad alimentaria y evitar la volatilidad de los precios.

Estado de situación

El informe “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2023” de Naciones Unidas, elaborado por FAO, FIDA, OMS, PMA y UNICEF, cita como principales causas de la crisis alimentaria a la pandemia de COVID-19, y a los impactos del clima y los conflictos, incluida la guerra en Ucrania.

Las cinco agencias aclararon que las estadísticas mundiales sobre hambre se han mantenido relativamente estables entre 2021 y 2022, pero que hay muchos lugares del mundo que se enfrentan a crisis alimentarias cada vez más graves.

El hambre en el mundo, medido por la prevalencia de la subalimentación (indicador 2.1.1 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible) se mantuvo relativamente sin cambios de 2021 a 2022, pero sigue estando muy por encima de los niveles anteriores a la pandemia de COVID-19, y afectó al 9,2 % de la población mundial en 2022, contra de 7,9 % registrado en 2019, según el reporte.

Las agencias estiman que en 2022 padecieron hambre en todo el mundo de 691 a 783 millones de personas. Considerando el punto medio del rango (735 millones), en 2022 padecieron hambre 122 millones de personas más que en 2019, antes de la pandemia mundial.

De 2021 a 2022, se lograron progresos en la reducción del hambre en América Latina y en Asia, pero el hambre sigue aumentando en Asia occidental, el Caribe y todas las subregiones de África.

El informe prevé que casi 600 millones de personas sufrirán subalimentación crónica en 2030. Esto representa unos 119 millones más que si no hubieran ocurrido ni la pandemia ni la guerra en Ucrania, y alrededor de 23 millones más que si no hubiera ocurrido la guerra en Ucrania.

Lejos de los ODS

En 2022 hubo progresos en la reducción del hambre en Asia y América Latina, pero la inseguridad alimentaria aumentó en Asia occidental, en el Caribe y en todas las regiones de África, continente que sigue siendo el más afectado (una de cada cinco personas, el doble de la media mundial).

A este ritmo, es casi imposible que se cumpla el ODS 2 de los ODS en la Agenda 2030 de Naciones Unidas: el hambre cero. En cambio, “se prevé que casi 600 millones de personas seguirán padeciendo hambre en 2030”, dice el informe.

Ya en 2022, un 29,6 % de la población mundial (2.400 millones de seres humanos), se quedó sin acceso constante a los alimentos, y de ellos 900 millones padecian una situación directamente grave.

En otro escalón, la pérdida de capacidad de las personas para acceder a dietas saludables alcanzó a 3.100 millones (42% de la población mundial), un aumento de 134 millones de personas desde 2019.

¿Y la infancia? En 2022, al menos 148 millones de niños menores de cinco años (22,3 %) sufrían retraso del crecimiento, 45 millones (6,8 %), emaciación (bajo peso para la altura) y 37 millones (5,6 %), sobrepeso.

“Los principales factores de inseguridad alimentaria y malnutrición son la nueva normalidad, y no tenemos otra opción más que redoblar nuestros esfuerzos para transformar los sistemas agroalimentarios y aprovecharlos para alcanzar las metas”, dejó asentado el informe.

Las proyecciones de las cinco agencias calculan que para 2050 casi 7 de cada 10 personas vivirán en las ciudades, lo que obliga a que gobiernos y organismos encargados de atender hambre, inseguridad alimentaria y malnutrición deben tomar nota de esa tendencia al formular sus políticas.

En un marco de desigualdad rural-urbana, el hambre afecta más a las personas que viven en el campo: la inseguridad alimentaria moderada o grave afectó a 33 % de los adultos que viven en las zonas rurales, en comparación con 26 % de quienes viven en las zonas urbanas. Pasa lo mismo con la malnutrición: el retraso del crecimiento en niños es mayor en zonas rurales (35,8 %) que en ciudades (22,4 %).

Por fin, según la ONU, se han logrado progresos constantes en el aumento de la lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses de vida y en la reducción del retraso del crecimiento entre menores de cinco años, pero el mundo aún no va camino de alcanzar las metas previstas para 2030. El sobrepeso infantil y el bajo peso al nacer han variado poco, y la prevalencia de la emaciación duplica con creces la meta para 2030.

Fases del hambre

Los índices de precios de los productos agrícolas, cereales y exportaciones cerraron en abril pasado con descensos del 8%, el 9% y el 11%, respectivamente, según el Banco Mundial y se espera a final de este año una baja de 21% respecto de 2022. Pero la inflación de los precios internos de los alimentos sigue siendo elevada en casi todos los países de renta baja, media y alta.

En su Informe Mundial sobre las Crisis Alimentarias 2023 (GRFC), el BM estimó que 258 millones de personas en 58 países o territorios se enfrentaban a niveles de crisis o peores de inseguridad alimentaria aguda (Fase 3 o superior, según su tabla), contra los 193 millones que había en 2021 en 53 países o territorios, la cifra más alta desde 2017, cuando comenzaron estos registros.

Más de la mitad de las 376.400 personas en la fase de Catástrofe (5) de la clasificación estaba en Somalia (214 100), en condiciones extremas que también afectaron a Sudán del Sur (87 000), Yemen (31 000), Afganistán (20 300), Haití (19 200), Nigeria (3.000) y Burkina Faso (1.800). En la Fase 4 había cuatro países: Afganistán, Yemen, la República Democrática del Congo y Sudán.

Según el GRFC, las crisis alimentarias son resultado de factores relacionados que se refuerzan mutuamente: conflictos e inseguridad, crisis económicas y fenómenos meteorológicos extremos. En 2022, estos factores se vincularon con repercusiones socioeconómicas persistentes del COVID-19, las repercusiones de la guerra en Ucrania y las repetidas sequías y otros fenómenos meteorológicos extremos.