El vertiginoso y exponencial desarrollo de los más diversos sistemas de Inteligencia Artificial (IA) plantea múltiples desafíos: económicos, políticos, sociales, laborales, culturales y filosóficos. ¿Qué parte le toca al mundo en desarrollo?
Las poderosas transformaciones asociadas a la Inteligencia Artificial (IA), a diferencia de otros procesos tecnológicos en el último siglo, están impulsadas y controladas por grandes compañías del sector privado.
El riesgo de que tengan efectos irreversibles y nocivos sobre las sociedades y las economías, en particular sobre los niveles de empleo y la distribución del ingreso, se hace cada día más evidente en todo el mundo, hasta generar la preocupación de gobiernos y hasta de corporaciones que advierten lo que hay en juego.
Las implicaciones para las campañas y las elecciones son tan grandes como preocupantes: La IA generativa no solo puede producir rápidamente mensajes de correo electrónico, textos o vídeos de campaña dirigidos, sino que también podría usarse para engañar a los votantes
suplantar candidatos y alterar el proceso de los comicios a una escala y velocidad nunca vistas.
La incorporación de tecnología es un proceso que necesita ser adecuadamente guiado y administrado y los gobiernos y organismos supranacionales deben garantizar que la incorporación de la IA a los procesos productivos y la vida cotidiana no profundice las asimetrías existentes.
No se trata solo de las brechas al interior de los países, que deben ser atendidas; sino, fundamentalmente, de aquellas entre el mundo desarrollado y los países en desarrollo. Y el uso de los sistemas y herramientas de IA deben darse en el marco del pleno respeto de los Derechos Humanos.
El futuro llegó hace rato
Desde ámbitos públicos y privados, distintas voces alertaron recientemente sobre el avance desordenado y sin supervisión clara de los sistemas y programas de IA. La carta abierta difundida a finales de marzo de 2023 por el Future of Life Institute reclama una suspensión por seis meses en el entrenamiento de los sistemas de IA.
El llamado fue firmado por dueños o líderes de corporaciones tecnológicas como Elon Musk, de Twitter; Steve Wozniak, cofundador de Apple; Jaan Tallinn, de Skype; y otros referentes como Yuval Harari. La propuesta del instituto es doble: alcanzar un acuerdo autorregulatorio entre los expertos de laboratorios y gobiernos para acelerar el desarrollo de sistemas robustos de gobernanza para las IA.
Especialistas del mundo digital latinoamericanos difundieron simultáneamente la Declaración de Montevideo sobre Inteligencia Artificial y su impacto en América Latina. El documento sostiene que la aplicación de sistemas de IA debe respetar los DDHH, representar diferencias culturales, geográficas, económicas, ideológicas y religiosas, entre otras, y no reforzar estereotipos o profundizar la desigualdad.
La Declaración agrega al debate la perspectiva de los países en desarrollo. También enfatizan la necesidad de integrar las particularidades de las culturas latinoamericanas en la creación de tecnologías de IA para la región (requerimiento que debe extenderse para contemplar al resto del mundo en desarrollo).
También promueve la creación de IA “para y con los latinoamericanos, valorando su participación en investigación y desarrollo, y no sólo como meros productores de datos en bruto o anotaciones manuales con bajo valor agregado”.
Estos expertos plantean la necesidad de “desarrollar criterios y estándares que permitan calificar estas tecnologías según sus riesgos de manera clara y transparente, para avanzar en políticas públicas que protejan el bien común sin obturar los beneficios del desarrollo tecnológico”.
Los dos enfoques evidencian que los avances en los sistemas de IA entrañan riesgos y oportunidades que requieren de un abordaje donde interactúen el sector público, con los laboratorios y la sociedad civil.
De qué hablamos
Según un relevamiento de la consultora PwC, la mitad de las organizaciones de todo el mundo invierten en algún tipo de inteligencia artificial y las dos terceras partes proyectan hacerlo en tres años.
El fundador de Microsoft, Bill Gates, considera que “el desarrollo de la IAl es tan relevante como la creación del microprocesador, la computadora personal, Internet y el teléfono celular. Cambiará el modo en que las personas trabajan, aprenden, viajan, reciben atención médica y se comunican entre ellas. Industrias enteras se van a reorientar en torno a la IA”.
La IA forma parte de un grupo de sectores que operan en la frontera tecnológica, reciben cuantiosas inversiones de parte del sector privado y son celosamente custodiados por los Estados de las economías desarrolladas, que a su vez transitan su propia carrera por el control y el dominio de las tecnologías.
El informe de UNCTAD sobre Tecnología e Innovación 2023 estima que el valor de mercado de las empresas vinculadas con desarrollos tecnológicos de frontera, como la IA, pasará de U$S 1,5 billones registrados en 2020 a U$S 9,5 billones en 2030.
El avance de sectores como la inteligencia artificial, hidrógeno, impresión 3D, robótica, Big Data, blockchain e Internet de las cosas genera nuevos cuestionamientos sobre el futuro del mercado laboral. “De manera similar a las olas previas de automatización, las tecnologías de frontera destruyen viejos trabajos y crean nuevos. Las perspectivas laborales actuales pueden ser más pesimistas debido a la creciente capacidad de la inteligencia artificial de imitar a la mente humana. Sin embargo, los escenarios más alarmistas suelen fallar porque no tienen en cuenta que no todas las tareas son automatizadas y, más importante aún, la tecnología también crea nuevos productos, tareas y profesiones”.
El impacto neto en el empleo dependerá del balance final entre la creación y la destrucción de los puestos de trabajo”, sostiene, con una perspectiva “optimista” sobre el futuro del empleo. No obstante, las señales de alarma no deben soslayarse en el conjunto de los países subdesarrollados, como la Argentina.
En la misma línea, una producción del WEF retoma informes privados y sostiene que alrededor de la mitad de los trabajos pueden automatizarse. No obstante, el WEF sostiene que los sistemas de IA requieren del trabajo humano para su desarrollo, control y para el tratamiento de casos excepcionales, la IA puede también llegar a crear trabajos que ni siquiera es posible imaginar actualmente.
En segundo lugar, se espera que la IA pueda tomar determinadas tareas en lugar de reemplazar totalmente empleos. El WEF calcula que si bien el 60% de los trabajos cuentan con algún elemento automatizable, solo el 5% está bajo amenaza de desaparición total en manos de la IA. Asimismo, sostiene, desde la perspectiva de los países centrales, que dejar en manos de la IA las tareas rutinarias puede liberar tiempo a los humanos para realizar actividades más complejas y satisfactorias.
Para que la implementación de la IA sea virtuosa en el ámbito laboral, es necesario que trabajadoras y trabajadores puedan desarrollar, adoptar e implementar estas nuevas tecnologías mediante programas de capacitación.
Geopolítica
Otro aspecto a tener en cuenta en la carrera de las nuevas tecnologías es cómo cada uno de los centros económicos mundiales busca incrementar su dominio sobre los desarrollos de frontera.
La UNCTAD (ONU) señala que Estados Unidos y China dominan el 30% de las publicaciones académicas vinculadas a estos temas y alrededor del 70% de las patentes. En determinadas categorías, son competitivos países como Francia, Alemania, India, Japón, Corea del Sur y el Reino Unido. Nuevamente, las economías en desarrollo no son parte de una dimensión relevante de la IA.
Un corolario relevante para los países de la región es que las desigualdades económicas existentes pueden agravarse si los países desarrollados obtienen la mayor parte de los beneficios derivados de las nuevas tecnologías.
UNCTAD dice que los países de América Latina, el Caribe y África Subsahariana son los menos preparados para utilizar, adoptar y adaptar las tecnologías de frontera y corren el riesgo de perder las actuales ventanas de oportunidad.
Los países que están en mejores condiciones para pasar a tener un rol más protagónico en la producción inteligente de las tecnologías como la IA (el documento contempla un vasto grupo de desarrollos vinculados a la Industria 4.0 que exceden a ese rubro) son los que cuentan con mayores niveles de competencias y con una industria manufacturera más fuerte.
En ese sentido, ubica a países como Argentina, Brasil y Chile entre aquellos con alta calificación y preparación pero escasas oportunidades.
Torcer ese destino es tarea para las políticas públicas, el accionar del Estado y el fortalecimiento de la articulación multilateral que permita quebrar las asimetrías Norte-Sur y que evite la reproducción de esas lógicas entre los vínculos Sur-Sur.
¿Qué hacer?
En este proceso indetenible, se plantean tres cuestiones esenciales:
1. Abordar riesgos: Cómo enfrentar los riesgos que supone la IA, tales como ciberataques, fraudes, captura de datos personales, robo de contraseñas, fake news, entre otros; y cómo, a la vez, aprovechar sus oportunidades para mejorar el entorno económico, lograr mayor productividad y evaluar la creación de nuevos empleos, puesto que la generalización de la IA provocará una turbulencia indudable en los mercados laborales.
2. Regulación estatal y articulación global: Asociado con el punto anterior está la cuestión de una regulación posible y coordinada para el desarrollo de los sistemas de IA. Diferentes organismos multilaterales, como la Unesco, han comenzado a trabajar en este aspecto y en Europa se ha creado una comisión para analizar el impacto del avance de la IA y trazar una hoja de ruta en materia de supervisión.
Argentina tiene una posición clara: es necesario contar con marcos regulatorios o guías universales, que exhiban ante todo el cumplimiento de los principios rectores de los Derechos Humanos. Es un tema a debatir de manera urgente en organizaciones multilaterales e incluso en foros como el G20.
3. Qué lugar le queda al mundo en desarrollo: La otra gran cuestión, y que atañe especialmente a América latina y a la Argentina es la necesidad de encontrar consensos para que no surja una nueva brecha de desarrollo entre los países que tienen mayores recursos y herramientas para profundizar los estudios y entrenamiento en IA y aquellos emergentes o subdesarrollados que se encuentran en una etapa previa a la explosión generalizada de este nuevo fenómeno. En otras palabras, la desigualdad económica global puede agravarse si los países centrales se adueñan de la mayor parte de los beneficios derivados de la IA y también de las tecnologías verdes o el llamado “Internet de las cosas”.