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Inversiones extranjeras en América Latina: ¿cómo, dónde y para qué?

América Latina es un renovado foco de atracción para la inversión extranjera, como resultado de las transformaciones globales asociadas a la transición energética y las necesidades de los países centrales de garantizarse el abastecimiento.

A los sectores extractivos tradicionales (gas, petróleo y minería), en América Latina se sumaron las inversiones asociadas a energías renovables (hidrógeno y litio), sin descuidar la atracción que representan algunos servicios y sectores manufactureros.

El dinamismo de la inversión extranjera directa (IED) hacia la región durante 2022, con un incremento de 55,2% interanual, contrasta con el comportamiento a nivel global que mostró una contracción del 12%. Las sucesión de crisis, la inflación y las elevadas tasas de interés impactaron en forma negativa sobre las inversiones transnacionales.

No obstante, los altos precios de los productos básicos y la inversión en energías así como en sectores estratégicos desde el punto de vista tecnológico, como los semiconductores y los componentes eléctricos, impulsaron a las empresas a realizar inversiones en el exterior.

Inversión Extranjera Directa recibida por América Latina (2010-2022) (en miles de millones de USD y % del PIB)

Fuente: CEPAL.

Con ingresos relevados por USD 224.579 millones la IED alcanzó en América Latina el máximo valor desde que la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) lleva registro. El marcado crecimiento de las entradas de IED en Brasil, principal país receptor de la región y quinto en el mundo en 2022, tuvo el mayor impacto en este aumento, aunque también se incrementaron las entradas de IED en casi todos los demás países de América del Sur, en México, en varios países de Centroamérica y en los principales países receptores de IED en el Caribe.

Los datos constituyen una buena noticia para una región que necesita financiamiento y acceso a las tecnologías de avanzada. Sin embargo, también obliga a retomar preguntas que han sido claves a lo largo de la historia político-económica latinoamericana, vinculadas al grado de interrelación que las inversiones extranjeras tienen con el entramado productivo local, las condiciones tributarias y de repatriación de las utilidades.

En otras palabras, ¿qué políticas públicas son necesarias para optimizar los efectos virtuosos de la inversión extranjera y contener potenciales perjuicios hacia el entramado de empresas locales?

Distribución sectorial de los influjos de IED (2010-2022) (en miles de millones de USD)

Fuente: CEPAL

El último informe sobre IED de la CEPAL ofrece puntos de interés para abordar el debate. Resulta interesante observar el destino sectorial de esos fondos. En particular, la inversión en recursos naturales registró el mejor desempeño, con un aumento interanual del 79%, con lo cual alcanzó los niveles medios obtenidos entre 2015 y 2019.

El sector petrolero, tanto en Brasil, como en México y Colombia, lideró la demanda de fondos de parte de las empresas extranjeras. De modo similar, los grandes anuncios de inversión de IED, superiores a los mil millones de dólares, se concentraron en los sectores de petróleo y gas, minería y energías renovables. También entre las fusiones y adquisiciones por parte de empresas extranjeras más grandes de la región aparecen proyectos vinculados a los recursos naturales, en particular en el sector minero.

La relevancia y envergadura que revisten los proyectos vinculados a los recursos naturales críticos para las economías desarrolladas, ofrecen a distintos países de América Latina la posibilidad de desplegar políticas públicas activas que garanticen el agregado de valor en sus territorios y, por lo tanto, resulten en la creación de puestos de trabajo, mayores ingresos fiscales y desarrollo territorial.

La ampliación en el margen de negociación de los países ricos en recursos naturales frente a las empresas representa una profunda transformación en la geopolítica energética que los países latinoamericanos ricos en recursos naturales críticos no deben soslayar.

Por el contrario, como advirtieron recientemente desde el Financial Times y The Economist, tienen la oportunidad (y legitimidad) para promover nuevas reglas de juego que, sin perjudicar las exportaciones, incentiven la industrialización local de los recursos naturales críticos.

Existen experiencias recientes de instrumentación de políticas públicas tendientes a garantizar que una mayor parte de las riquezas generadas por los recursos naturales (cobalto, níquel y litio) permanezcan en los países de origen mediante el agregado de valor local. República Democrática del Congo, Mongolia, Chile, Namibia, Zimbabwe e Indonesia, son algunos ejemplos.

“Cada gobierno buscará un acuerdo con la industria minera que sea justo, que sea beneficioso tanto para el país como para la industria. Probablemente cada vez sea más difícil simplemente extraer y exportar minerales; será cada vez más frecuente que las naciones quieran contar con algunas instalaciones de procesamiento asociadas a la minería”, reconoció sin reproches ni cuestionamientos el director ejecutivo de la minera australiana Rio Tinto al Financial Times.

Como advierte la CEPAL, el desafío de atraer y retener IED que contribuya al desarrollo sostenible e inclusivo de la región sigue más vigente que nunca.

Los países tienen que realizar esfuerzos de política relevantes si quieren atraer y retener IED que apoye su proceso de desarrollo y que materialice el potencial que tiene esa inversión para construir capacidades, crear empleo de calidad, lograr la transferencia tecnológica y la diversificación y sofisticación de la matriz productiva.

La mano visible

La inversión extranjera directa, como toda inversión motorizada por el capital privado, consiste en un flujo de recursos destinado a generar ganancias para los inversores. El impacto local de esa operación es múltiple y depende de muchos factores. Está claro que la inversión extranjera es condición necesaria pero no suficiente para el desarrollo.

El caso del gran desarrollo económico de los países del sudeste asiático en la segunda mitad del siglo XX muestra la interrelación con la inversión extranjera directa, que aportó capital y tecnología para el avance desde economías basadas en la agricultura hacia líderes en el desarrollo y la exportación de las tecnologías más avanzadas, con el ejemplo más resonante de Corea del Sur.

Ingreso de IED por región (1978-2013) (en miles de millones de USD)

Fuente: Banco Mundial.

Sin embargo, hay un elemento que muchas veces es soslayado por la literatura económica tradicional al abordar las causas que explican los fenómenos de desarrollo. Se trata del rol del Estado como promotor y director de los procesos de inversión privada.

En este punto corresponde tomar como referencia a una de las economistas más influyentes, la italiana Mariana Mazzucato. “No se trata de Estados grandes o pequeños ni de empresas versus gobiernos. Se trata de cómo conseguir coinversiones y nuevos tipos de acuerdos entre los sectores público y privado para direccionar el crecimiento económico hacia un modelo inteligente, sostenible e inclusivo. Deberíamos preguntarnos quién se beneficia con los estereotipos del Estado como algo kafkiano y aburrido y del sector privado como su contraparte dinámica y divertida. Esa imagen caricaturesca del sector público como un ente haragán y burocrático nos ha llevado a concretar alianzas público-privadas muy problemáticas”, indica.

Mazzucato detalla: “Si países como Estados Unidos, con organizaciones como DARPA (Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa) y la NASA, o Alemania y China con el apoyo financiero de bancos públicos, no hubieran dirigido inversiones como lo hicieron no habrían llegado donde están”.

La direccionalidad en las inversiones es fundamental porque permite crear nuevas demandas que arrastran a distintos sectores de la economía. Si no, el mercado es el que decide la dirección. Debemos convertir a las organizaciones estatales en instituciones que aprendan de sus errores y evolucionen. Si queremos más creación de mercado debemos permitir que las organizaciones públicas tengan un margen para tomar riesgos y para crear cosas nuevas, lo que permitirá que el Estado pueda crear oportunidades para todos”.

Afinidades

Por otro lado, la pandemia, la guerra en Ucrania y las tensiones geopolíticas entre Estados Unidos y China terminaron de consolidar un proceso de redirección en los flujos globales de inversión insinuados desde hace varios años, en favor de la deslocalización parcial, anclada en la seguridad de suministro de que puede dar una relación política estable, por encima de la mundialización de las cadenas de producción.

Flujos de inversión a países con afinidad ideológica

Esto incorpora nuevos elementos a la discusión sobre cómo debieran hacer los estados para maximizar los impactos positivos de la inversión extranjera. La Argentina, una nación libre de grandes tensiones geopolíticas y con relaciones diplomáticas cordiales a lo largo y ancho del planeta, tiene en este sentido buenas perspectivas de asociación virtuosa tanto con las potencias centrales como con los países emergentes más importantes del Sur Global.

La reciente invitación para su incorporación a los BRICS potencia estas posibilidades. En un mundo desafiante y en el cuadro de una coyuntura local macroeconómica y social también muy exigente, el país cuenta con herramientas, perspectivas y recursos para tener una inserción externa más virtuosa. Para lograrlo es imprescindible diseñar e instrumentar los marcos normativos y las políticas públicas que lo promuevan.