Para el Gobierno, contar con una ley, aunque sea módica, era clave.
Costó, pero lo logró. Como si hubiese ganado una etapa de clasificación de la Copa Libertadores, el gobierno parlamentariamente más débil desde 1983 finalmente tuvo al menos una ley, con algunos detalles interesantes desde el punto de vista político. No tenerla hubiese sido una catástrofe de imprevisibles consecuencias. Porque de un presidente promercado, los primeros que hubiesen empezado a desconfiar serían… los propios mercados. La pregunta sobre la gobernabilidad no tendría una respuesta afirmativa. Al final todos, a los brokers financieros, los empresarios, los medios, la política, los actores sociales y la opinión pública les tapa la boca si el que manda formalmente tiene poder. Si no, se convertiría en otro más que tiene buenas intenciones, pero…
Por lo tanto, tener alguna ley, aunque lejana de la épica inicial, era clave. Si no, pasaría a ser un gobierno con mucha dificultad para imponer respeto a toda la constelación de poder, guste o no guste lo que haga y lo que diga. Desde 1983 eso lo logró un rato Alfonsín, Menem y los Kirchner. A Macri le costó una enormidad. Alberto casi nunca lo logró. Milei, por su matriz de origen, será una gran incógnita estos cuatro años de mandato.
Al tener una primera ley, módica, el Gobierno le muestra al poder que tiene agallas pero, sobre todo, que puede entender y sabe cambiar sobre la marcha. Eso no significa necesariamente haber mutado el ADN, pero sí algún tipo de asimilación sobre qué es lo que funciona con los jugadores que hay en la cancha, los propios y los ajenos. De modo que, si es sabio, habrá sacado un montón de conclusiones sobre quién tiene códigos, qué precio tiene cada uno y de quién tiene que cuidarse.
147 votos en la aprobación general implican 5 votos más que los 142 con que fue aprobado el texto originalmente, y tuvo una mayoría no tan ajustada para obtener impuesto a las ganancias. Esto significa que hubo bordado político más fino comparado con la votación anterior, vía mayores concesiones sin duda, pero también porque –salvo que hubiese ocurrido una situación excepcional– la ley ya estaba, y eso hizo que más “patriotas” se sumasen a la causa (la del éxito político del oficialismo de turno). La Libertad Avanzó.
Como lo venimos marcando en esta columna, esto no significa que el Gobierno pueda dormirse en los laureles. Hay tres factores para que siga preocupado por la gobernabilidad. El primero es que los dialoguistas probablemente no sean tan concesivos en las siguientes negociaciones. Algo así como “el primero te lo regalo, el segundo te lo vendo”. El segundo punto es que, así como muchos quisieron colaborarle al proyecto libertario para que ganara su primer partido en este largo campeonato, varios de esos también pueden generarle dolores de cabeza al Presidente, como seguramente ocurrirá con la ley de actualización jubilatoria. Recordemos: ya salió con dos tercios de aprobación en Diputados, algo parecido podría ocurrir en Senadores, con lo cual si “jamoncito” veta, las dos cámaras pueden insistir con esas mismas mayorías e imponérselo sin vuelta atrás.
Esas dos cuestiones dependen de la convivencia en el Congreso, es decir que el oficialismo podría echarle la culpa a la oposición de no portarse con “deber y patriotismo”. El tercer factor depende pura y exclusivamente de sus decisiones políticas, y es la hoja de ruta económica. Por primera vez desde que asumió, el Banco Central terminaría el mes con déficit en la compraventa de dólares. Si esto le sucede en junio, que forma parte del famoso “trimestre de oro” de las exportaciones agrícolas, la segunda parte del año va a ser más complicada, salvo que se modifiquen los incentivos para que los productores liquiden granos. Con tasas de interés bajas y percepción de un dólar retrasado, se está produciendo un cuello de botella clásico de la historia argentina, suficientemente documentado. Por suerte, tenemos superávits gemelos, pero en un marco de gran depresión que no fomenta las importaciones destinadas a atender una reactivación, y con una agenda de compromisos en divisas durante julio bastante exigente (6.500 millones de dólares).
Ahí es donde se abre el capítulo del sordo enfrentamiento con el FMI. Repetimos un concepto de la semana pasada: el Fondo no es un organismo financiero internacional, sino un organismo político con socios mayoritarios que atiende los problemas de pobres y descarriados. Por eso le perdonaron la vida a Massa, y de eso se queja con alguna razón el león libertario: “Si le hicieron el aguante a Sergio Tomás Copperfield y le prestaron 50 mil palos al Emir de Cumelén, ¿por qué no nos dan una mano a nosotros, que somos los más promercado en cuarenta años?”. Las respuestas: 1) precisamente porque ya hicieron dos concesiones grandes, hacer una tercera no es tan agradable; 2) el tablero geopolítico es dinámico, por lo tanto, debe computarse que la situación no es la misma de hace seis años o un año. “No es falta de cariño, te quiero con el alma”, reza el bolero, pero la cuestión no es ideológica, es de esquema de poder. Cuanto más imprevisible sea el experimento, más cautela de los prestamistas.
Semana intensa si las hay; de todo lo acontecido, pondremos un párrafo respecto a la deriva del affaire Calcaterra-cuadernos. ¿Vamos a un choque de trenes institucional entre dos instancias? La pelota de la resolución pasó a la Corte Suprema, la cual no se expedirá rápido, midiendo los tiempos políticos, dadas las consecuencias de cualquier decisión que tome, y en el medio de una conflictividad interna importante, sumada a la eventual llegada de Lijo. Mientras el choque transcurre, el primo de Macri seguro se abrazará al juzgado de Servini de Cubría para dirimir una simple infracción electoral. La señora no suele tener muchos pruritos para satisfacer velozmente al esquema de poder que la sostiene.
“Nosotros venimos del futuro”, dijo el Presidente cuando se reunió con Díaz Ayuso, como un profeta que viaja en el tiempo. No sabemos qué otras cosas vio en ese futuro además de un socialismo fracasado.
Por Carlos Fara