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Joe Biden tiene un problema, y se llama Netanyahu

Se vienen las elecciones en Estados Unidos y el presidente Joe Biden tiene un problema: el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, dispuesto a seguir adelante a sangre y fuego su ofensiva sobre Gaza para destruir a Hamas.

El problema del problema para Joe Biden es que, por más que presione a través de llamadas telefónicas directas con Benjamin Netanayahu o mandando al importante senador demócrata Chuck Schumer a decir públicamente que es tiempo de convocar a elecciones en Israel para deshacerse del jefe de gobierno, el futuro de Bibi se decide en Medio Oriente, y no en Washington

¿Cuáles son las razones que llevan a Biden a exigir a Israel que afloje con su campaña Espadas de Hierro y abandone, por ejemplo, su planeada entrada a la ciudad de Rafah, en el sur del enclave palestino? Las razones no están muy a la vista, pero tampoco son difíciles de entender.

En primer lugar, Biden parece embebido de un cierto anti-israelismo de quien fuera su jefe en la Casa Blanca en el periodo enero 2009-enero 2017, Barack Obama. El suave presidente nacido en Hawaii es un personaje muy peculiar.

Durante su mandato se mostró con un discurso que alardeaba de progresismo mientras que sus reformas efectivas a nivel social se acabaron prácticamente en el seguro médico conocido como Obamacare. Su performance en defensa de los derechos civiles no fue espectacular y se recuerda, en cambio, su récord de deportaciones de inmigrantes indocumentados. 

Obama buscó llevar ese discurso “progresista” a nivel global, comenzando por un discurso de muy alto perfil que pronunció en el 2009 en El Cairo, muy pocos días después de haber asumido la presidencia, y durante el cual propuso “un nuevo comienzo” en las relaciones entre Estados Unidos y el mundo musulmán. El mensaje tuvo mucha notoriedad, pero en el mundo real no alcanzó grandes resultados, si se exceptúa, por ejemplo, el intento de reconciliación con Irán que llevó al Plan de Acción Integral Conjunto, por el cual la nación persa se comprometía a desacelerar su producción de uranio enriquecido (sospechosamente parecido al que se necesita para producir bombas nucleares) a cambio del levantamiento de las multimillonarias sanciones de Occidente. Desde Teherán dijeron que sí y los ayatollah todavía se están riendo del bueno de Barack. 

Ese fue el “clima” que vivió Biden como vice de Obama en aquella Casa Blanca. Y, al parecer, al ex senador que se ufana de ser un “gran amigo” de Israel, algo se le pegó. Todo eso condimentando por el notorio desprecio mutuo entre Obama y Netanyahu

Ahora, el octogenario Biden -cuya candidatura para los comicios de noviembre es resistida incluso al interior del partido demócrata- navega entre la herencia de Obama y sus viejas anécdotas de cuando conoció a Golda Meir. Pero quizás más importante es que el presidente sabe que para ganarle a Donald Trump necesitará del voto joven, un segmento de la población estadounidense que se siente cada vez más alejado de Israel y sus controvertidas políticas hacia los palestinos. 

Biden trata de mostrarse fuerte ante Netanyahu y evitar así que lo corran por izquierda líderes de su partido como el senador Bernie Sanders, su colega Elizabeth Warren y las congresistas Alexandria Ocasio-Cortez y Rashida Tlaib, entre otros. Apoyar a Israel ya no está tan de moda en Estados Unidos como en los años ’60 y ’70, cuando el estado judío asombraba al mundo con victorias militares sobre sus vecinos árabes en guerras como la de los Seis Días y la de Iom Kipur, con un ejército “ético” que apenas se dedicaba a rechazar a sus agresores. 

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Biden en Israel a mediados de octubre de 2023, pocos días después del ataque de Hamas | Foto: Amos Ben Gershom / GPO

Desde la invasión del Líbano en 1982, la imagen de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) empezó a cambiar y se hizo cada vez más complejo estar del lado de sus acciones, como ocurre actualmente, cuando el gobierno de Jerusalén tiene que justificar cada día sus acciones en Gaza incluso después de las atrocidades cometidas por Hamas el 7/10, las pruebas de la represión que los islamistas ejercen sobre sus propios compatriotas y la presencia de combatientes en los hospitales del territorio palestino. 

Nada de eso importa en el ambiente ultra polarizado de Estados Unidos: para muchos demócratas, Biden tiene que mantenerse firme en el reclamo de un cese del fuego, aunque eso signifique levantar el asedio sobre Hamas y quedar a merced de Qatar para que vuelvan a casa los rehenes. El presidente norteamericano no se puede dar el lujo de perder los votos “progres” si quiere derrotar a Trump. 

La vista desde Jerusalén

A los problemas de Biden, Netanyahu los mira de lejos, mientras apuesta a una posible victoria electoral de quien se perfila para convertirse en el candidato republicano. De hecho, en una entrevista a mediados de este mes, el ex presidente acusó a Biden de haber “dejado de lado” a Israel y, en otras declaraciones, pidió al estado judío que “aguante”, que ya llega su victoria electoral. 

Por eso, entretanto, el primer ministro israelí respira. Lo más importante en este momento es asegurar el flujo de armas del socio norteamericano y ese circuito parece seguir aceitado. “Estados Unidos -tituló el Washington Post a principios de marzo- inunda de armas a Israel a pesar de la creciente alarma sobre la conducta” de las FDI en la guerra en Gaza. El Pentágono, según el diario de la capital estadounidense, había aprobado para ese momento “más de cien ventas militares separadas a Israel desde su invasión de Gaza, incluso cuando los funcionarios se quejan de que los líderes israelíes no hicieron lo suficiente para proteger a los civiles” palestinos. 

Si bien es cierto que las cifras que brinda el “ministerio de Salud” de Hamas están infladas y manipuladas, incluyendo entre las “víctimas” a sus propios combatientes, es innegable que el enclave palestino está viviendo un desastre humanitario. Los civiles palestinos vienen siendo castigados por las bombas israelíes, la represión y el robo de donaciones de alimentos por parte de Hamas y el silencio no solo de Occidente sino también de Rusia, China y los países árabes. 

Muchos israelíes afirman, y otros lo reconocen por lo bajo, que Netanyahu es “capaz de vender a su madre” con tal de ocupar el asiento de primer ministro en Jerusalén

Así que para Netanyahu en este momento la mayor amenaza para su supervivencia política reside en el propio país, donde en algún momento -cuando amaine la guerra y se aclare la situación de los rehenes, idealmente con muchos de ellos volviendo a casa- se empezarán a sacar cuentas y apuntar a los responsables de la catástrofe del 7 de octubre, cuando unos pocos miles de militantes drogados con Captagon pusieron en jaque una región enorme del país y asesinaron y violaron a sus anchas. 

Una encuesta difundida por el Canal 12 de la televisión israelí a principios de febrero de este año ponía al “bloque anti-Netanyahu” con setenta y cinco de las ciento vente bancas de la Knesset, el parlamento unicameral, y -en consecuencia- capaz de formar un nuevo gobierno, quizás con el centrista Benny Gantz como primer ministro. Otro sondeo, preparado por el Canal 13 y divulgado a mediados de marzo, ponía al ex general Gantz otra vez en la delantera con treinta y cuatro escaños y al izquierdista Yair Lapid en el tercer lugar con catorce. En el medio, vivito y coleando, Netanyahu con diecisiete posibles bancas. 

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El primer ministro con un grupo de soldados afectados a la operación Espadas de Hierro | Foto: Amos Ben Gershom / GPO

Muchos israelíes afirman, y otros lo reconocen por lo bajo, que Netanyahu es “capaz de vender a su madre” con tal de ocupar el asiento de primer ministro en Jerusalén, tal como demostró en el 2022 cuando formó la actual coalición en el poder junto a los partidos ultra-religiosos y a lo peorcito del nacionalismo local, como los partidos del ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, y el del ministro de Seguridad, Itamar Ben-Gvir

El gobierno cuenta todavía con una carta blanca por parte de una población shockeada por el ataque del 7/10: tienen las manos libres y poco escrutinio encima mientras se encargan de llevar adelante la campaña contra Hamas. ¿Qué pasará en el futuro cercano? Imposible saberlo, ya que dependen de eventos impredecibles. Si las FDI logran rescatar a una parte importante de los rehenes, Netanyahu se subirá sin duda a un éxito de ese tipo y será difícil moverlo. Si la guerra se encalla e Israel no consigue su objetivo de acabar con Hamas, las chances de ser enviado al exilio político crecerían. Pero con Netanyahu, un líder que en los últimos años se convirtió al populismo del estilo de Putin o de ciertos mandatarios y mandatarias sudamericanos, nunca se sabe.

Por Marcelo Raimon-Perfil