Una democracia degradada no debe empobrecer nuestras utopías
“La Patria dejará de ser colonia o la bandera flameará sobre sus ruinas”. Evita
A la luz del resultado electoral, sería interesante que la Argentina bien pensante reconsiderara quién ganó el último debate presidencial. Porque acaba de quedar palmariamente demostrado que ni el aplomo ni las promesas ni los derechos humanos pueden contra la hambruna de las mayorías.
Efectivamente, para buena parte del electorado – fundamentalmente joven – que vio materializarse su deseo, ganó un argentino tan harto como ellxs, no un político de carrera de los que, a lo largo de las últimas cuatro décadas, nos trajeron hasta este miserable desenlace.
Algo más: Entre ellos hay muchas peronistas que no están dispuestas a tolerar que su gobierno culmine sin pena ni gloria, superando el 42% de pobreza.
De modo que un sujeto plebeyo y desahuciado le ha dicho basta a los cantos de sirena de la corrección política, al costo de ponerse la soga al cuello. De esa masa crítica, en el peor de los casos, se reclutará mano de obra para integrar futuros grupos de choque de carácter faccioso, y en el mejor de los casos, un piberío frustrado capaz de canalizar su furia a través de las rebeliones por venir.
Pero no debiera pasarse por alto en un balance provisorio de los acontecimientos, que el votante promedio de Javier Milei, mayormente despolitizado, no decidió plebiscitar a la dictadura ni a la dolarización, sino castigar a esa partidocracia que no fue capaz ni de acercarse a la Justicia Social, y de la que – paradojalmente – el presidente electo exime a Carlos Saúl Menem.
No por repetido es menos cierto: el gran ganador de la contienda es Mauricio Macri, quien después de pulverizar a Juntxs por el Cambio se apresta a inaugurar tropa nueva, mediando para que la gestión que ha de inaugurarse el 10 de diciembre, más que hacia la motosierra, se incline hacia su Segundo Tiempo.
Se sabe que esta no era la apuesta del “círculo rojo”… pero esos sectores siempre caen parados. Buena parte de las fuerzas políticas – como ocurrió durante la dictadura – aportará funcionarios al vencedor. Habrá que ver cómo juega de aquí en más la cúpula de la central obrera, que nunca plantó cara ante el gobierno del PRO.
No obstante, si algo podría asegurarse ante los dilemas que en estas horas se acumulan, es que se avecina un nuevo ciclo de resistencias, no tanto por lo que implica la instalación del negacionismo en el vértice del Estado como por algo mucho más grave, consistente en la posibilidad de cancelación de deuda con la cesión de territorio nacional soberano.
Corresponderá pues al pobrerío organizado garantizarse a sí mismo – mediante huertas comunitarias o proveedurías populares – el derecho a COMER, disputar la necesidad de EXISTIR públicamente armando redes de comunicación horizontal con los medios barriales, y asumir el deber de PELEAR COLECTIVAMENTE junto a todxs aquellxs compatriotas que – hayan apostado por la oportunidad histórica que acaba de dilapidarse o bien mantenido un perfil crítico – se opongan a padecer un proceso de disgregación nacional motorizado por el gran capital financiero trasnacional.-
Por Jorge Falcone-La Gomera de David