El representante argentino votó en contra la instauración del Día Mundial de la Coexistencia Pacífica, impulsada por Bahrein y apoyada por 161 países; la agenda 2030, eje de la disidencia
Un nuevo e inesperado voto, casi en soledad, pero en línea con sus principales aliados, Estados Unidos e Israel. A la vez, un renovado rechazo a la agenda 2030, uno de los puntos de fuerte disidencia del gobierno libertario de Javier Milei con las organizaciones internacionales.
Así puede explicarse el rechazo de la Argentina en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a la institución del Día Internacional de la Coexistencia Pacífica, una resolución impulsada por Bahrein a fines de enero, votada el martes pasado y apoyada por un conjunto de países africanos, de Asia y el Medio Oriente, que recibió 161 votos positivos, las abstenciones de Paraguay y Perú, y el rechazo de Estados Unidos, Israel y nuestro país. Una alineamiento sin medias tintas, esta vez aduciendo cuestiones ideológicas, con la principal potencia mundial, que muestra al Gobierno compartiendo posturas en la arena internacional con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu.
“Alentar las actividades encaminadas a promover la coexistencia pacífica a fin de mejorar la paz y la estabilidad social, el respeto por la diversidad y el respeto mutuo y crear, a nivel mundial, regional, nacional y local, niveles, un entorno propicio para la paz y el entendimiento mutuo”, es uno de los postulados, por demás generales, de la resolución, de dos páginas y que fue discutida por el plenario de la Asamblea General.
El representante argentino ante la ONU, Francisco Tropepi, coincidió en su intervención con la delegación de Estados Unidos, y criticó como lo viene haciendo el Gobierno la agenda 2030 para el desarrollo impulsada por Naciones Unidas, que incluye la igualdad de género y una preocupación por el deterioro del Medio Ambiente como resultado de la acción humana. Un conjunto de objetivos considerado “woke” o “socialdemócrata” por el presidente Javier Milei y sus principales colaboradores, que lo aleja de las posturas de varios de sus vecinos y de la Unión Europea, con la que el Mercosur intentar avanzar en un acuerdo entre ambos bloques.
“La agenda 2030 está compuesta por aspiraciones jurídicas no vinculantes, que cada Estado tiene derecho a interpretar con libertad”, dijo durante el debate Tropepi, que llegó a ese puesto luego de un paso como diplomático por las embajadas argentinas en Israel, dónde Milei llegará en dos semanas, y Estados Unidos.
Entre los párrafos con los que el Gobierno mostró su disidencia figuran la “reafirmación de la Agenda 2030″, que incluye “el compromiso de promover sociedades pacíficas e inclusivas para el desarrollo sostenible, proporcionar acceso a la justicia para todos y crear instituciones eficaces, responsables e inclusivas a todos los niveles”.
Las críticas del Presidente a la ONU por impulsar la agenda 2030-sobre todo en lo que hace a la cuestión de género, el feminismo, el aborto y la lucha contra el cambio climático-ya tienen como antecedente la participación de la experta en temas de familia, Ursula Basset, en la reunión plenaria de la OEA llevada a cabo en julio de 2024. Allí, en algunas reuniones anexas, Basset llevó adelante la nueva posición argentina, opuesta a la sostenida por el gobierno de Alberto Fernández en ese y otros foros internacionales. La asesora, cercana a Karina Milei, sigue formando parte de la Cancillería.
También la intención de “crear conciencia sobre las diferentes culturas, valores, actitudes, modos de comportamiento y formas de vida, y religiones o creencias, y de la educación en la promoción de la tolerancia, lo que supone la aceptación por el público y su respeto por la diversidad religiosa y cultural”. El proyecto, apoyado incluso por países como Irán, Ruanda, Arabia Saudita y otras naciones cuestionadas por su trato hacia las mujeres y minorías sexuales, reconoce “la necesidad de la participación plena, igualitaria, segura y significativa de las mujeres y la importante y positiva contribución de los jóvenes en la promoción de la paz y la seguridad, el desarrollo sostenible y los derechos humanos”.
En su intervención, Tropepi criticó la creación de “más burocracia” a través del proyecto, un nuevo dardo contra la ONU, que el ministro estrella de Trump, Elon Musk, propone abandonar.
La semana pasada, y también en línea con Trump, la Argentina se abstuvo en una votación de la misma Asamblea de Naciones Unidas que condenó la invasión de la Federación Rusa a Ucrania. En aquel caso, la explicación oficial, a cargo del canciller Gerardo Werthein, se centró en “apostar a la paz” entre Rusia y Ucrania, por encima del apoyo que Milei había dado a su par ucraniano Volodímir Zelenski, desde su llegada a la Casa Rosada.
La más reciente votación argentina, al igual que su abstención en relación a Ucrania, mereció visiones críticas desde el ámbito diplomático. “El mundo no está ni mejor ni peor después de esta votación, pero es una apuesta a la paz en tiempos de guerra. El voto argentino es un reflejo de su alineamiento con Trump y Netanyahu, y manifestarse en contra de la paz no es precisamente lo mejor”, afirmó a LA NACION el exembajador en la ONU Ricardo Lagorio, sucedido por Tropepi.

Por Jaime Rosemberg-La Nación