Sin signos de retirarse, Cristina llama a un acuerdo entre líderes para revertir el enojo con la política. Los límites del gobierno para abordar la crisis en Rosario. Por qué cae la marca Juntos.
“¿Qué es dirigir? ¿Qué es ser un dirigente político? ¿Ser senador, ser presidente, ser gobernador? No. El dirigente tiene que ver siempre un poco más adelante lo que va a pasar porque tiene que conducir y dirigir a sus sociedades a lugares buenos y seguros. Eso es ser dirigente”. Cristina Fernández de Kirchner llevaba 28 minutos de su discurso en la Universidad Nacional de Río Negro cuando aludió al rol de una especie que parece en extincion. De inmediato, el auditorio del gimnasio de la sede Atlantica de la UNRN comenzó a corear “Cristina presidenta”, la consigna con la que sus incondicionales vuelven a entusiasmarse ante el pelotón de candidatos sin votos que exhibe el oficialismo.
En un escenario de tribus y pequeñas sectas que se hermanan en el desconcierto ante una crisis prolongada, si algo está a la vista es la ausencia de líderes que le permitan a la clase política salir del confort que disfruta en medio del deterioro social crónico. La polarización puede servir para entretener a los propios con espejitos de colores pero profundiza el escepticismo y erosiona la reducida legitimidad de lo que Javier Milei bautizó como la casta.
En el final de su clase magistral, la vicepresidenta se refirió al costo que tiene para la política el juego de la endogamia sin horizonte. “La gente se la agarra con la política porque viene uno promete una cosa y vamos así y la gente sigue convencida que los políticos son los malos. No, los modelos económicos son los que causan daño”, dijo. Después de la enorme frustración que representó el gobierno de Mauricio Macri para una parte de la sociedad y cuando la desilusión del gobierno de los Fernández lleva más de tres años, tal vez ya sea tarde para evitar la “fragmentación del poder político”, como pretende la vice.
Registrados en todos los sondeos, el escepticismo y el enojo con la política aumentan mientras el salario real cae por un tobogán y a nivel social se expande la convicción de que no es alivio lo que viene para los que viven de un ingreso en pesos. Afectados a la misión de la supervivencia, cada vez son menos los que esperan que las soluciones vengan de la clase política.
La reaparición de CFK, cuando faltan tres meses para que el Frente de Todos defina con qué candidatos irá a pelear por su sobrevida, no aportó esperanzas concretas a los cristinistas del corazón que le piden que vuelva a ser ella. Sin embargo, Cristina no habló como una política en retirada sino con la vocación de seguir siendo parte de la discusión sobre el rumbo que debería tomar el próximo gobierno. A unas horas de que el tribunal integrado por Jorge Gorini, Rodrigo Giménez Uriburu y Andrés Basso difundiera las 1616 páginas de fundamentos de la condena en la causa Vialidad, la ex presidenta apareció mucho más relajada que a fines de diciembre, cuando se declaró proscripta y fuera de carrera. Pero volvió a apuntar contra el Partido Judicial, la impunidad del poder y los mensajes mafiosos que se cocinaron en Lago Escondido.
Cristina no habló como una política en retirada sino con la vocación de seguir siendo parte de la discusión sobre el rumbo que debería tomar el próximo gobierno.
Doctorada en ambigüedad, buscó pararse por encima de las contradicciones de su propio sector que se profundizaron como nunca, después de las sonrisas de Eduardo De Pedro con Jorge Rendo en Expoagro. La afinidad del ministro preferido de Cristina con el lugarteniente de Hector Magnetto que organizó el viaje a la mansión de Joe Lewis -con jueces, fiscales, agentes de inteligencia y funcionarios de Horacio Rodríguez Larreta- desató una mezcla de furia y decepcion en el cristinismo histórico que la jefa intentó aplacar con su reivindicación de De Pedro en Río Negro. Rendo, un alto comandante del lawfare que denuncia el Instituto Patria, no puede más que agradecerlo.
Mientras Alberto Fernández pretende terminar con 20 años de kirchnerismo -¿no lo está haciendo ya, desde Olivos?-, el Frente de Todos enfrenta un cuadro de lo más complejo camino a las elecciones. En palabras de Cristina, “sin estado democrático institucional”, “sin moneda” y con el riesgo cierto de caer “en el infierno más temido”: una inflación récord -que llegaría con los números de febrero al 100% interanual- y el regreso de la recesión, producto de la caída del poder adquisitivo y la falta de dólares. Tal vez por eso, la vice le contestó a Carlos Pagni sin nombrarlo y dio a entender que no está condenada a seguir respaldando el rumbo de Massa, como lo hizo en forma decisiva en los últimos siete meses.
A la falta de dólares que sufre el gobierno después de haber tenido un superávit comercial excepcional de 35 mil millones de dólares en los primeros 30 meses de gestión, se le suma el impacto de una sequía que costaría más de U$S 15.000 millones este año. Para la consultora Analytica, la falta de lluvias puede representar en el año electoral la pérdida de U$S 16.445 millones entre el la soja y el maíz y aún con una nueva edición del dólar soja -la política de ponerse de rodillas según Maximo Kirchner- se perderían U$S 13.920 millones.
Como si fuera poco, a la precaria unidad del FDT le sobran candidatos de escaso caudal electoral. Lo reconoce uno de los funcionarios que busca mantener el vínculo con todas las alas de la coalición: “Si tuviésemos un dirigente que midiera 20 puntos, estaríamos todos detrás de él, pero no lo tenemos”. Ni el Presidente, ni De Pedro, ni Sergio Massa, ni Daniel Scioli, ni Jorge Capitanich ofrecen esa garantía. Salvo que CFK se desdiga de lo que anunció en su discurso de diciembre, cuando culpó a Magnetto por su proscripción y fulminó en 12 oportunidades a Rendo con nombre y apellido, el peronismo empieza a jugar tiempo de descuento. O encuentra una variante consensuada por la cumbre de la extraña sociedad de gobierno o se encamina hacia una gran PASO para definir a sus candidatos.
Los “salarios superdeprimidos” de los que habló la vicepresidenta conviven con la promesa incumplida del volver mejores y las concesiones reiteradas a sectores de alta rentabilidad como el canje que cerró en los últimos días el ministro de Economía. Sobre la hora, Massa entregó un beneficio adicional a los bancos para patear los vencimientos que se concentraban en el segundo trimestre del año: la posibilidad de que los nuevos bonos que reciban pasen a formar parte de los encajes bancarios.
La desconexión entre la política y la sociedad es notoria pero se agrava por otro factor: la clase dirigente parece haberle perdido el miedo al escarmiento y se mueve como si estuviera frente a una sociedad dormida que solo lucha por su sobrevida, circunscripta a los límites que le fijan la polarización y los paliativos que ofrece el Estado. La mayoría de los que se supone son dirigentes tiene la cabeza en disputas menores y se creen a salvo de un proceso como el que, hace más de dos décadas, le impedía a los políticos caminar tranquilos por la calle.
La desconexión entre la política y la sociedad se agrava por otro factor: la clase dirigente parece haberle perdido el miedo al escarmiento y se mueve como si estuviera frente a una sociedad dormida, que solo lucha por su sobrevida.
Con un dramatismo sin igual, los problemas de la dirigencia quedaron evidenciados a la hora de abordar la ola de asesinatos en Rosario. Ante la expansión de redes narco que llevan años arraigadas en la tercera ciudad más importante del país, la política que no es cómplice se reconoce con limitados recursos para intervenir a fondo. Tras el crimen de Máximo Jerez en el barrio Los Pumitas y la balacera en el supermercado de la familia Roccuzzo, el gobierno nacional decidió finalmente intervenir con el envío de fuerzas federales.
Consciente del panorama que enfrentaba, Agustin Rossi tuvo que intermediar para que Alberto diera marcha atrás una vez más con sus declaraciones y se involucrara en la situación. Las circunstancias llevaron a que Rossi se pusiera en contacto con el gobernador Omar Perrotti y le pidiera que retomara el diálogo con el Presidente. El domingo pasado, a la noche y después de bastante tiempo, Fernández y Perotti volvieron a hablar por teléfono. El ahora jefe de gabinete conoce la gravedad de la situación porque su familia vive en Rosario y él regresa todos los fines de semana. Sabe que no es negocio para la Casa Rosada unificar a Rosario y Santa Fe contra la Buenos Aires insensible y soberbia. “Cada vez que nos peleamos con ellos ganan ellos porque tienen a dónde echar las culpas”, dicen en Balcarce 50.
El envío de gendarmes, agentes de la Policía Federal y el anuncio de que Ejército desembarcará con el objetivo declarado de cumplir una de sus misiones subsidiarias y apoyar en tareas de urbanización es parte de una política antagónica a la que el presidente había planteado en un primer momento. Lo mismo que la delegación de la Unidad de Información Financiera que se instalará en Rosario y el trámite para que el Senado apure el tratamiento en comisión de cargos de jueces y fiscales que están vacantes, son medidas que les permiten a las autoridades apenas un respiro. Lo que festejan los gobiernos nacional, provincial y municipal -cuatro días sin homicidios en el territorio- habla del drama en el que están envueltos.
En un fenómeno complejo y específico que no admite reduccionismos ni consignas para consumo fácil, la crisis en Rosario tiene algunas características que se replican en diferentes lugares y muestra las dificultades que enfrenta la dirigencia política en todos los planos: la atomización de los clanes y familias que explotan el negocio narco, la ausencia de liderazgo y el puro tacticismo de la dirigencia producto de la falta de claridad y convicción.
Así como Fernandez fue y vino en apenas unos días en una muestra más de lo poco que se quiere, el recorrido de Perotti en materia de seguridad solo confirma la confusión en la que está enredado. En Santa Fe sostienen que el gobernador nunca definió una política para un área estratégica y pasó de nombrar a Marcelo Sain para subordinar a las fuerzas de seguridad a alternar con un político tradicional, un ex comisario y un gendarme. El actual ministro de Seguridad Claudio Brilloni es un comandante retirado que fue el hombre de Patricia Bullrich en la provincia y trabajó bajo la gestión de Maximiliano Pullaro.
La crisis en Rosario tiene características que se replican en diferentes lugares: la atomización de los clanes y familias que explotan el negocio narco, la ausencia de liderazgo y el puro tacticismo de la dirigencia producto de la falta de claridad y convicción.
Ante un negocio de dimensiones fabulosas, donde la economía narco se convierte en fuente de ingresos insuperable para distintos estamentos de la pirámide social y se potencia con el lavado de activos, se borran las fronteras del delito y el narcotráfico se nutre de la cooptación de fuerzas policiales, estamentos del Poder Judicial y dirigentes políticos de distintos partidos. En el peronismo santafesino, recuerdan que el senador Armando Traferri -que ahora se abraza en público con Perotti- evitó el desafuero con el voto de parte del radicalismo y la actual vicegobernadora Alejandra Rodenas tiene un historial que la compromete desde el tiempo en que era jueza y propiedades que estaban a su nombre eran alquiladas por jefes narcos. Con esa composición, los gobiernos de turno pueden llegar a frenar la violencia y los muertos por un tiempo, pero no están en condiciones de solucionar el problema.
El descrédito de la dirigencia no lastima solo al peronismo. Al lado de Rodríguez Larreta remarcan un dato que parecen no registrar los que ven al FDT de salida. En los últimos seis meses, en coincidencia con la crisis más profunda del oficialismo y la disputa abierta en una oposición que se almuerza la cena, la marca Juntos cayó entre 4 o 5 puntos en intención de voto a nivel nacional. Mientras Macri se para otra vez como dueño y tensa la interna al límite, el juguete de la alianza antiperonista también está dañado.
El espectaculo de las diferencias, las acusaciones mutuas y la desconfianza entre la propia dirigencia cambiemita activa en los indecisos el recuerdo traumático de lo que fue la aventura de Macri en el poder. Aunque no lo dicen en público, en Uspallata piensan que la tesis extendida de que el alcalde pierde adhesiones surge de la operación convergente de actores que se confabulan en su contra y tienen mucho predicamento en los círculos de poder: desde Macri hasta su histórico amigo Massa y los funcionarios de La Cámpora. Todos prefieren que Macri y Bullrich sean la cara de Juntos, dice.
El canje de bonos que logró cerrar el ministro de Economía le da aire al gobierno actual y potencia al mismo tiempo la herencia que deberá afrontar el próximo presidente. Según los numeros que CFK aportó en Río Negro: entre 2024 y 2027, habrá que hacer frente U$S 76.000 millones de vencimientos de deuda que quedaron pese a la restructuracion con quita de intereses que llevó adelante Martin Guzmán. La vice sostiene que no alcanza para eso el potencial de Vaca Muerta que en los últimos días destacaron en Nueva York, primero el Ceo de Vista Miguel Galuccio en una entrevista con la agencia Bloomberg, y después el CEO de YPF Pablo Gonzalez en la Bolsa de Comercio de Nueva York. Hacen falta, sugiere, dirigentes que logren moldear un acuerdo político para conducir un proceso de restricciones que pondrá a prueba una vez más la paciencia social. Y que entiendan -también- que es su propia cabeza la que corre peligro.
Por Diego Genoud – LPO