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La historia de los 2 misioneros que viven en la Antártida

Leonardo Britos, de Posadas, es el segundo jefe de la base San Martín y Emiliano Bubanz, de San Vicente, es el mecánico de la unidad. Desde la Antártida, contaron cómo es su día a día, luego de un año de entrenamiento para soportar el clima extremo del continente blanco.

Desde hace cinco meses, los misioneros Leonardo Enrique Britos (29) y Emiliano Gabriel Bubanz (28) se están aclimatando a las bajísimas temperaturas de la Antártida Argentina, única región del país -junto con el resto del continente antártico- libre de COVID-19.

“Cuando llegamos a la base no existía en el mundo la circulación del coronavirus y por ello no tuvimos contacto con personas contagiadas; y aquí, donde estamos, es un islote, así que con más razón no tuvimos nadie de afuera, así que estamos exentos de todo eso”, explicaron los jóvenes en el marco de un detallado relato a Canal 12 Misiones de cómo es su día a día en el lugar. “Hasta la fecha, nuestra vida aquí es absolutamente normal”, señalaron.

Britos y Bubanz pertenecen al Ejército Argentino y viajaron hacia la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur el 19 de febrero último. Los preparativos y el entrenamiento para irse a vivir allí tuvieron lugar un año antes en la localidad neuquina de Caviauhe, donde son dirigidos todos los miembros de la fuerza que están destinados a la Antártida, ya que se trata de una ciudad con un clima que más se aproxima a la existente en el “continente blanco”.

Leonardo, nacido en Posadas, es el jefe adjunto de la base; y Emiliano, de San Vicente, es el mecánico.

Yo estuve destinado mucho tiempo en Curuzú Cuatiá (Corrientes). Para poder venir a la Antártida hay que elevar un pedido formal y voluntario, por medio de nota, y quedamos a disposición hasta que el pedido tenga resolución favorable o no”, comentó Bubanz sobre cómo llegaron hasta allá.

Por su parte, Britos explicó que su tarea como segundo jefe de la base consiste “en planificación y control” junto a su superior principal. “Si las condiciones meteorológicas lo permiten, también me dedico a hacer trabajos en el taller y otros de carpintería”.

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Ahora, en época invernal, vamos a empezar con la planificación de las patrullas que se hacen a los distintos puntos próximos a la base, como por ejemplo los refugios. Como se imaginarán, las temperaturas son bastante extremas y por ese motivo hay que darles mantenimiento para que, en caso de emergencia o alguna eventualidad, se encuentren aptas para el uso”, detalló.

Bubanz, en tanto, también tiene su especialidad dentro de la base: en su caso, como mecánico, la tarea diaria consiste en realizar continuo mantenimiento a los generadores de energía. “Aquí se cuenta con cuatro motores generadores. Nuestro trabajo, junto con un compañero y colega mecánico de Salta, es hacer el debido mantenimiento para que la base tenga corriente eléctrica”.

De acuerdo a su relato, se trata de una obra para nada sencilla. “Sin embargo dentro de la usina, en proximidades de la casa principal, que es donde están los motores, no sentimos el frío extremo porque generan cierto calor. Cuando hay que salir fuera es todo un tema, porque nuestros transportes son motos de nieve, operadas por nosotros. Si hay que solucionar un inconveniente fuera de la base es un problema”, precisó en referencia al frío polar con el que conviven.

Es que en invierno, las temperaturas promedio rondan los 20 grados bajo cero de sensación térmica. La temperatura más “alta” registrada desde que están en la base San Martín, llegó a los 4 grados. “Ése fue nuestro récord en verano y vamos a esperar a diciembre-enero próximo para saber de cuánto es la temperatura más alta a la que se llega”, bromearon.

Aunque resulta difícil de imaginar, recién después de las 11 de la mañana hay claridad y “sol no tenemos: sólo luz de luna o penumbra desde las 11.30 hasta las 15.40 de la tarde”, contó Bubanz.

Es así que, por las pocas horas de luz, el trabajo se lleva a cabo entre las 11.30 y las 16, después de ese horario ya vuelven a sus puestos de descanso. En las temporadas más frías, todos los trabajos de los 20 hombres que componen el contingente se hacen dentro de la base.

 

“Camaradería antártica”

Ambos oficiales del Ejército, permanecerán un año en la base, resaltaron que la vida “en la eterna noche antártica”, si bien tiene sus “contras”, encuentra en el grupo humano la “camaradería antártica” para tener una excelente estadía.

Son tan fuertes los lazos que se crean aquí que existe un dicho que dice que cuando volvamos al continente (por Argentina), a nuestras casas, lo hacemos con nuestros hermanos de la Antártida, porque nos convertimos en un familiar más del otro”, aseguró Britos.

Contó Bubanz que el cocinero, quien tiene la responsabilidad de “elevar la moral” por medio de la comida y los alimentos para cuidar personal, se convirtió en el primer cocinero de la Armada en vivir en esa base. Aunque no hay forma de almacenar allí las frutas y verduras, la comida es variada y los depósitos siempre están abastecidos a través del rompehielos Irízar y los helicópteros que llevan al personal una vez al año.

La Base es “conjunta”, lo cual quiere decir que llega allí personal de la Fuerza Aérea, Armada y Ejército. “Estamos integrados con personal de la Dirección Nacional del Antártico, es decir, científicos que hacen investigaciones aquí y nuestra labor es netamente de apoyo a la logística”, explicaron.

Fuente: Primera Edición