Entre la soja y la coca. Entre la anomia y las impericias. El crecimiento de la narcocriminalidad en Santa Fe encontró límites con un paréntesis.
El efecto derribo.
Haber dejado crecer el delito de narcomenudeo es lo que propició el crecimiento de la criminalidad en la provincia de Santa Fe.
Las Barras Bravas fueron en realidad las mafias no divisadas oportunamente. Estructuras de poder que se fueron involucrando en distintas actividades ilícitas creando un clima extorsivo. Donde el miedo llegó a convertirse en terror en un sector no superior al 16% de la ciudad de Rosario.
Una provincia en donde el delito se construyó de abajo hacia arriba. Desde la sociedad civil hacia las instituciones, generando protones de corrupción que cambiaron las dinámica natural de los barrios, forjando a su vez enclaves del narcotráfico por geografía.
Santa Fe se ubica en la zona territorial que concentra el 80% de la violencia por drogas junto a Córdoba y sus enclaves. Buenos Aires y su enclave Conurbano, CABA y Mendoza.
Fuentes de la investigación supieron contar que Rosario -enclave- creció de forma sustancial gracias a la soja y la coca. Algo que favoreció el lavado de activos por lo que muchas condenas son por dicho delito -columna vertebral de la variable compuesta crimen organizado- y no por narcotráfico mismo.
Una situación que pocos evidenciaron y fundamentalmente, que pocos quisieron afrontar.
Ahora bien, así como Miguel Lifchitz fue un quiebre dentro del Frente Progresista asumiendo una realidad adversa y compleja, pero reconociendo la gravedad, Maximiliano Pullaro es el Gobernador que la criminalidad supo construir de forma involuntaria.
Fue Ministro de Seguridad de Miguel con quién sentó las bases de lo que pensaron como política de estado: la construcción de la seguridad.
Entre Lifchitz y Pullaro hay un paréntesis. Perotti. El Gobernador de las malas elecciones en seguridad. Su gestión estuvo atravesada por las impericias y la barbarie a pesar de él.
Su último Ministro de Seguridad, Brilloni, fue premiado por la administración Milei con Jefe de Gendarmería Nacional.
Brilloni, el sujeto que aún no pudo explicar los muertos del último tramo de Omar hoy «conduce» a una Gendarmería, aunque lo niegue, descontenta. Sigilosamente pasada al cuarto por el nuevo caballito de batalla de la Ministro de Seguridad Nacional, Bullrich. Se trata del Departamento Federal de Investigaciones perteneciente a la Policía Federal. Inaugurado con pompas con algunos autos y motos que lamentablemente no funcionaron luego de la presentación.
La conducción Pullaro
Con territorio y gestión, Pullaro recibió las etiquetas miserables de algunos sectores de la política. Porque para muchos, en campaña, no se trata de luchar contra el narcotráfico sino de tratar de narco al adversario.
Las etiquetas no alcanzaron y los etiquetadores, en la desesperación, dieron marcha atrás.
El Gobernador electo sumió sabiendo que tenía que tratar a Rosario como enclave, abordar el Servicio Penitenciario como componente de la matriz subterránea del delito complejo, y tratar el narcomenudeo desde lo legal. Es decir, forjar la desfederalización. Poner foco el ciudad de Frontera por el delito golondrina y las bandas enlazadas con la ciudad de San Francisco, Córdoba.
La reactivación de la central OJO era fundamental para la administración de los recursos policiales provinciales conforme al mapa del delito en ciudades específicas.
Volver a levantar los pabellones para presos de alto perfil era una prioridad y los narcotest para funcionarios y policías una acción concreta de reconocimiento acerca de los consumos. Es decir, el uso de sustancias psicoactivas no distingue cargos.
Sin embargo, la administración sabía que todo tendría un vuelto. Una tensión. Y por momentos una falsa calma hasta alcanzar la contención perdida en el paréntesis. Un camino en marcha.
Años de composición narcocriminal requiere de un abordaje por etapas y plazos. Para ello el Plan Bandera fue una apuesta conjunta. Una fusión provincial/nacional que cuenta con más de un 50% de aportes operativos e investigativos de la provincia aunque moleste. Y la molestia reside en un razonamiento nacional acomodaticio: «Si sale bien, el logro es nuestro. Si sale mal o a medias, la responsabilidad es provincial».
Lo que no tiene en cuenta Nación es que el no tratamiento de la hidrovía como enclave federal del narcotráfico limita sus aspiraciones escenográficas y festivas. Por el corredor fluvial circula el 80% del comercio exterior pero también el 25% de la criminalidad organizada desdoblada en drogas y recursos humanos.
Derribo positivo de puntos de venta de droga
Un derribo, a simple vista, puede ser una muestra escenográfica y para muchos efectista en términos mediáticos. Depende del contexto y el bagaje. Es decir, dónde se ubique el panóptico.
Por ejemplo, la gestión de María Eugenia Vidal en la Provincia de Buenos Aires hizo de los derribos un culto que resultó ser insuficiente para su reelección.
No obstante, el derribo acompañado de las acciones mencionadas en ésta nota es una muestra de conciencia social y delictiva. Algo que comparten el Gobernador y su Ministro de Seguridad, Pablo Cococcioni.
Social porque una estructura de venta de drogas cambia la composición barrial alterando las instituciones que componen el territorio. Cambian los usos y costumbres de los habitantes y la violencia cuando no es concreta, es potencial.
La existencia arquitectónica de lo que fue un punto de venta de drogas sin derribar genera inseguridad e inquietud. Es una invitación, implícita, a nuevos desarrollos delictivos.
La conciencia delictiva de la representación de esas estructuras se asienta en el haber entendido que se trata de espacios de poder con proyección a la comisión de delitos conexos al narcomenudeo.
Razón por la cual, los derribos impiden la ampliación y reutilización de los puntos de venta de droga que pueden crecer en complejidad hasta transformarse en fortalezas. Ingeniería superior de la cadena de venta de estupefacientes que incluye desde almacenamiento hasta producción de estupefacientes con exhibicionismo de custodia armada.
Se impide, por otro lado, que nuevas organizaciones ocupen los puntos desmantelados o bien que otras redes de la misma organización se apropien de los mismos.
Criticar los derribos en el marco de un programa de seguridad provincial ampliado es ignorante. Tan ignorante como creer que la lucha contra el narcomenudeo persigue consumidores. Tan funcional al delito como no perseguir a los narcomenudistas. Porque los narcomenudistas de ayer son los narcotraficantes de hoy.

Por Laura Etcharren-https://soclauraetcharren.blogspot.com