Desde este lunes, y a lo largo de 11 audiencias, Pablo Parra (38) será juzgado por matar a la estudiante de medicina de 19 años en Cipolletti. “Hay pruebas suficientes para que le den perpetua”, dijo Silvana Capello, madre de la víctima. Los detalles de un crimen aberrante y una investigación llena de sombras.
Durante casi seis meses, el tiempo que pasó hasta que el crimen de Agustina Fernández comenzó a seguir la línea de un femicidio en lugar de un ataque en medio de un robo, Silvana Capello gritó su verdad a viva voz. Para ella no había dudas: Pablo Parra, vecino de la estudiante de medicina asesinada en Cipolletti -Río Negro-, tenía algo que ver con el ataque que provocó la muerte de su hija.
Parra, empleado petrolero que alquilaba un departamento en la planta baja del complejo donde vivía la joven, será juzgado desde este lunes como único acusado de haber asesinado a golpes a Agustina, de 19 años, el sábado 2 de julio de 2022.
Parra (37), que casi doblaba en edad a la víctima, está preso desde el 23 de diciembre de ese año, cuando el fiscal Martín Pezzetta ordenó su detención tras la aparición de una prueba clave: restos de ADN del sospechoso en una tela azul que quedó colgada de un rollo de alambre de púas en el patio trasero de su departamento. La sospecha de los investigadores es que escapó por allí luego de matar a la chica. El mismo perfil genético fue hallado en las ropas de Agustina.
“Siempre supe que fue él”, dice la mamá de la víctima en la conversación con TN. “Cuando mataron a mi hija, viajé cinco horas desde Santa Rosa -La Pampa- a Cipolletti pensando en que no había sido un robo, sino que había algo más y él estaba detrás de todo”, menciona.
A Silvana le llamó la atención un llamado del propio Parra para contarle que había encontrado a Agustina agonizando en su casa, donde ella estaba sola porque él había salido a hacer unas compras para la cena. La joven se había mudado a Cipolletti para estudiar medicina en la Universidad del Comahue, y ocupaba una de las unidades del primer piso del complejo.
“Él estaba muy tranquilo cuando me llamó. ‘Hola, soy Pablo, el vecino de Agustina’, me dijo, e hizo toda una presentación muy extraña, todo cuando mi hija estaba convulsionando. De entrada me pareció rara esa frialdad, no parecía conmovido ante semejante situación que, encima, había ocurrido en su casa. Y no le creí”, cuenta.
“Parra fue el único en contar la historia y su relato fue casi perfecto”
Pero los detectives, al principio, seguían otra hipótesis. Si bien de entrada se aclaró que Parra formaba parte de la línea de investigación, les sonó creíble su versión, confiaron en las cámaras de seguridad que lo mostraban en los lugares en los que dijo haber estado a la hora del ataque, y en la falta de antecedentes penales por parte del vecino.
Lidiaban, además, con una escena del crimen que había sido alterada. “Parecía una pasarela”, mencionaron fuentes de la investigación. Uno de los elementos que provocaron dudas fue la aparición de perfiles genéticos cruzados: fueron atribuidos sucesivamente a un hombre que no era Parra y una oficial de Criminalística que trabajó en el lugar. Si de entrada la carátula hubiese sido la de femicidio, se habría establecido otro protocolo de preservación de la escena.
“Parra contó toda la historia. Fue el único que tuvo esa posibilidad. Hizo un relato casi perfecto, pero se le escapó el perito de parte (Eduardo Prueger) que pusimos y aportó la prueba del trozo de tela. Todo va a quedar muy claro en el juicio y eso me da tranquilidad”, sostiene la mamá de la víctima.
En aquellos meses en que la investigación tenía más sombras que luces, en Cipolletti crecía la presión para que el caso fuese investigado como un femicidio. La Asamblea Ni Una Menos convocó a diferentes movilizaciones en el edificio del Poder Judicial y el nombre y la cara de Agustina comenzaron a replicarse en las calles. El fiscal Pezzetta sintió la presión de esclarecer el caso en una ciudad donde ocurrieron dos triples femicidios (en 1997 y 2002) y una extensa lista de víctimas mujeres que nunca tuvieron justicia.
“Fue muy fuerte la movida que se armó allá, mucho más que en Santa Rosa, donde nosotros vivimos. Siempre nos sentimos muy acompañados y estamos eternamente agradecidos”, acota Silvana, y sigue: “Inauguraron un barcito que lleva el nombre de mi hija, pintaron murales, colocaron un monolito”.
Parra continuó con su vida habitual en los meses posteriores al crimen. Se dejó ver en fiestas electrónicas y hasta dio una entrevista en la que se despegó del hecho. “Yo tengo la conciencia tranquila, soy inocente y quiero justicia para Agus. Esto se va a resolver y espero que entonces la gente me pida perdón por todo lo que estoy pasando”, le dijo a La Mañana de Cipolletti.
Las pruebas que llevaron a juicio al vecino
En los últimos días de 2022, la investigación dio un giro definitivo con la aparición de la prueba clave en el patio trasero del departamento de Confluencia 1301. En paralelo, la fiscalía venía sumando testimonios de amigas de la víctima que aseguraban que el vecino estaba “obsesionado” con ella. Pezzetta mencionó que Parra le había hecho a Agustina dos regalos: un anillo de compromiso y un viaje a San Martín de los Andes. Y agregó que ella, en un intento por ponerle un freno, los rechazó.
Parra fue acusado de “homicidio triplemente agravado por femicidio, alevosía y también porque había mantenido con la víctima una relación” y, desde entonces, pasa sus días en prisión. “Hay pruebas suficientes para que le den perpetua. Todo está muy claro y no hay otra condena posible. Y no debe haber más beneficios. Él la pasó muy bien en la cárcel, e incluso tuvo acceso a un teléfono cuando lo único que hizo fue entorpecer la investigación y desviarla para el lado que él quiso”, remarca Silvana.
En el juicio por jurados que tendrá lugar durante 11 jornadas en el Poder Judicial de Cipolletti, los fiscales y la querella exhibirán otras pruebas, como las huellas que concuerdan con calzado del acusado en una parrilla y en una mesita del patio por donde entró y salió el asesino.
Otro elemento clave es que el atacante se llevó los celulares de Agustina y del imputado, y los apagó en el mismo lugar del hecho, para lo cual era necesario conocer las claves para desbloquear las pantallas: la sospecha es que fue el propio Parra y que, posteriormente, hizo desaparecer ambos dispositivos para simular un robo. El acusado, además, reportó un faltante de 1000 dólares en su casa.
Agustina murió tres días después del ataque en el Hospital Pedro Moguillansky, adonde llegó con gravísimas heridas en la cabeza provocadas con un palo. “Tener que estar removiendo tantas cosas será doloroso, pero sé que es necesario para que mi hija tenga justicia. Lo que sí me molesta es cuando ponen la mirada en ella, en lo que hacía, lo que no hacía, con quiénes estaba. Me duele porque siento que estamos evaluando a la víctima cuando únicamente deberíamos evaluar al asesino”, expone Silvana en la previa del juicio.
La mamá, que declarará este lunes, dice que todavía no pudo hacer el duelo por el crimen: “A los pocos días de que mataron a Agus salí a hacer marchas, declarar e insistir con el femicidio cuando la línea de investigación era otra. Pero ya está. Lo único que quiero ahora es una condena justa”.
or Mariano López Blasco-TN