Misiones Para Todos

La motosierra, la inflación y Doña Rosa

Luis Caputo, el hombre que endeudó al país por cien años en el Gobierno de Mauricio Macri, vuelve al Ministerio de Economía ahora con Milei. Pareciera que lo están premiando por ese endeudamiento que “fugaron del país” porque no hay ninguna obra nueva con esa montaña de dinero que se pidió prestado al FMI y ahora se está devolviendo gracias al ajuste iniciado por Massa y que pretende continuar, “sin anestesia”, el nuevo gobierno nacional.

La derrota de Sergio Massa fue más que lógica. Sería penoso y hablaría muy mal de los argentinos poner de presidente al ministro de Economía que no hizo prácticamente nada para contener los 140 puntos anuales de inflación.

Pero, a la vez, también es penoso y habla mal de los argentinos poner a un presidente que te avisa que te va a ajustar (te va a empobrecer) y que antes de asumir designa al endeudador como su ministro y anticipa un verano con “estanflación”, que significa que la economía dejará de crecer pero la inflación continuará siendo alta. ¿Acaso Milei no tenía la receta para frenar la inflación casi de inmediato?

Si Milei dice que recién para 2025 va a frenar “algo” la inflación ¿entonces Sergio Massa no era tan malo? Y no. Es que la inflación no depende de un ministro sino de un montón de factores que se mencionan en el siguiente link.

Lo malo que le pasó a Sergio Massa, también al peronismo, es haber ganado las elecciones de 2019 y no dejar que Mauricio Macri cargue sobre su espalda la responsabilidad de pagar el endeudamiento más grande de la historia del país que tomó del FMI en 2018.

Además, la gestión de Alberto Fernández nunca enderezó el rumbo de la economía, nunca gobernó “con los gobernadores” como había prometido, se enroscó en una interna absurda con la vicepresidenta, y se encontró con la pandemia y dos años de extrema sequía que le detonaron la economía de una manera nunca vista. No es excusa, la responsabilidad es suya.

Pero si fuera Macri hoy el presidente, queda claro que la inflación sería la misma o peor, porque no depende solamente de un gobierno, de un presidente ni de un ministro. Incluso Milei reconoce (recién ahora después de ganar) que tampoco va poder frenar la inflación.

Pero la gente siempre vota bien. El pueblo no se equivoca. Nadie puede arrogarse la sabiduría de tener mejor criterio que la mayoría. Sería arrogante y, por lo menos, autoritario.

Hay razones sobradas para justificar el deseo de cambio del 55% que votó a Milei: la inflación a 140% anual, el crecimiento de la pobreza, el deterioro del salario promedio de los trabajadores, los problemas empresariales para importar insumos y bienes, la escasez de dólares, la deuda con el Fondo Monetario, la caída del consumo, entre otros.

Las razones para votar a Milei no son numerosas. De todos sus votantes encuestados (por el autor de esta nota) la mayoría solo respondió que “quería un cambio”. Sin darle importancia a qué tipo de cambio porque el cambio que proponía Milei era romper casi todo lo que venía funcionando e instaurar un sistema de libre mercado y capitalismo salvaje. El que tiene plata podrá tener bienes, servicios o derechos. Y el que no tiene… veremos. Es un cambio muy fuerte en un país muy acostumbrado a un Estado presente y solidario.

En este sistema de capitalismo salvaje, el Estado se retira: Milei anunció salud privada, educación privada, empresas del Estado a manos privadas, cero obras públicas, cero viviendas del Iprodha y otros organismos del Estado. Nafta y pasajes de colectivos a precios del mercado, sin subsidio. Se viene un encarecimiento del costo de vida abismal.

La pregunta es ¿Doña Rosa quería este cambio? (Doña Rosa se usa para generalizar a la gente común).

Otra pregunta. Acá, en los próximos cuatro años, lo que deje de pagar el Estado ¿Quién lo pagará? ¿Doña Rosa sabe o comprende que tendrá que poner de su bolsillo lo que el Estado deje de poner?

La violencia y la soberbia

La violencia simbólica que demuestra Milei con su motosierra, gritos e insultos, pudo verse reflejada en diversos sectores, extremos entre sí, para captar la mayoría de los votos. Tuvo la virtud y la estrategia electoral de captar votos “chetos”, votos pymes, votos de clase media, y votos “de la villa”. Esto gracias a la simbología de la motosierra, la agresividad y la soberbia.

La derecha, por ejemplo, interpretó esa simbología agresiva como una referencia contra el peronismo, contra los planes, romper todo tipo de igualdad, de estatismo, de derechos o igualdad de oportunidades porque en algunos sectores de la derecha se defiende la idea de que existen ciudadanos de primera y otros de segunda y que no somos ni debemos ser iguales. Por eso la aristocracia, donde los apellidos y la sangre tienen un peso trascendental para ubicar una familia por encima de otra, transmutando el derecho hereditario.

Y en los sectores pobres, humildes, se pudo haber interpretado esa violencia como una manera de destruir un sistema que siempre los tuvo marginados. Milei emerge como el nuevo “Che” Guevara para muchos adolescentes que lo ven como la rebeldía contra un sistema establecido de privilegios y de injusticias. Siempre los políticos se dieron la buena vida y los pobres siguieron siendo pobres, un poquito más o un poquito menos. Entonces, pasar la motosierra puede tener más significado en romper los privilegios de unos, que en mejorar las condiciones propias de otros. “Si yo estoy mal, que se caguen ellos también”.

“No hay lugar para tibios ni para gradualismo” dijo el electo presidente en la noche del 19 de noviembre, anunciando que irá a fondo con el ajuste y la devaluación. Elípticamente, dio a entender que no repetirá los errores del Macri presidente.

Los cambios que impulsa Milei, y que convencieron a la mayoría del país que corre detrás de la zanahoria de “volver a ser potencia mundial”, implican un retorno a lo más salvaje del libre mercado y capitalismo al punto de impulsar la “venta libre de órganos”. Y si bien es cierto que algunas teorías indican que la calidad de vida de la población mejora en los sistemas capitalistas, otros autores describen que el capitalismo privatizador no reparte la riqueza, sino que la concentra.

De hecho, en la corta gestión de Macri, que tuvo ideas similares a las de “Peluca”, la brecha de reparto de las ganancias entre empresarios y trabajadores se agrandó. Significa que la desigualdad en la distribución de los ingresos se amplificó.

Pero llegando al final de 2023 la mayoría de la sociedad no señala a Macri por el endeudamiento nacional, el cierre de pymes causado por la libre importación de bienes que desplazaron a la industria nacional, el crecimiento de la pobreza ni la ampliación de la brecha distributiva. El culpable es Alberto, Cristina y Massa, en ese orden. Y hay mucha razón en esa lógica. Alberto es presidente desde diciembre de 2019 y todo fue empeorando mes a mes. La responsabilidad es suya.

Pero si ocurre que a finales de 2027 el modelo privatizador capitalista no reparte riqueza, no saca a la población de la pobreza y no convierte al país otra vez en potencia mundial ¿a quién culpará la gente o Doña Rosa? ¿El 55% de la población reconocerá que se equivocó al votar por un cambio que puede ser para peor? ¿harán un mea culpa? O la gente siempre vota bien.

Parte de la respuesta se puede buscar en febrero de 2016, cuando Macri ordenó eliminar subsidios a la energía eléctrica, provocando una suba de 300% de las tarifas, y los posadeños en la plaza 9 de Julio protestaban contra la empresa provincial. Por alguna razón, los que votaron en aquel momento al presidente que vino a terminar con los subsidios no lo acusaron por la suba que tuvo el costo de la luz sin subsidios. La actitud fue culpar a alguien diferente del que votaron y estaba haciendo lo que prometió hacer.

Lo más probable es que en los calurosos meses del verano misionero, otra vez, gracias a la quita de subsidios, la luz, la nafta, el gas y otro tipo de servicios pegue una escalada de precios. La gente a quién culpará. Al que votaron para eliminar los subsidios o buscará un chivo expiatorio en el peronismo.

Para terminar, ningún gobierno va a sacar a alguien de la pobreza por arte de magia. Salir de la pobreza implica desear salir, capacitarse y/o trabajar mucho y duro. El gobierno puede fijar condiciones, pero después depende de cada ser humano o cada familia. Y aquel que fue pobre con el peronismo, lo más probable es que sea todavía más pobre con un gobierno liberal capitalista.

No es un deseo de que a la gente le vaya mal, sino una reflexión de que depende de cada uno, no del gobierno. Nunca habrá igualdad porque no somos todos iguales. Y se podría explicar con el siguiente ejemplo: si cada persona en una isla o un país recibiera un millón de dólares, al cabo de diez o 20 años, la distribución del ingreso en ese mismo sitio sería desigual. No habría igualdad porque algunos son más ambiciosos y otros más relajados, algunos más trabajadores y otros más holgazanes.

Entonces, es un error esperar cómodamente pensando que tal o cual presidente nos volverá a convertir en “potencia mundial” si cada uno no se esfuerza para que eso ocurra. Los Estados ponen condiciones que te pueden favorecer o dificultar la tarea, pero la condición diferente de cada ser humano es la que termina haciendo la diferencia.

Por Luis Huls