Mientras el Presidente vuelve entusiasta de su gira espiritual, por Israel y el Vaticano, con la motosierra recargada, aquí las cosas se mueven con rapidez. Milei debe decidir qué tipo de alianza hace con Macri, Cristina irrumpe en el escenario, los radicales plantan bandera pidiendo que se conforme la bicameral para tratar el DNU y se oponen a la dolarización.
Miremos ahora cómo se está articulando todo esto. Del vínculo Milei/Francisco solo sabemos que en su encuentro no hubo pase de facturas personales. Pero ni Milei dejará de pensar el Estado como un delincuente, ni el Papa la justicia social como columna vertebral de la filosofía cristiana.
Para saber en qué medida el Presidente entendió los deseos de Francisco, un primer indicador será observar qué sucede con el envío de alimentos a los comedores populares.
Hay otros dos indicadores a mirar: la evolución del costo de vida y los crecientes niveles de pobreza. Por ahora hacia los pobres, el mensaje del Presidente es que tienen que aguantar. Mientras a la clase media le anuncia medidas de ayuda escolar aún desconocidas, al tiempo que le aumenta el 150% la luz.
Un país sin moneda pierde su capacidad para definir sus políticas y no garantiza mejoras
Aceptando que estamos en recesión con inflación, ya no alcanzará con evaluar al Gobierno por la baja del indicador de precios, en tanto eso sucede a costa de recesión, pobreza y desocupación.
Es un combo que genera malhumor social. Por ahora, el malhumor recorre con fuerza el Conurbano Bonaerense, pero no termina de extenderse al interior del país. Hacia allí debemos mirar.
La concepción de un gobierno central que deja las provincias a su suerte está logrando unir a los que no piensan igual. Veremos quién sale ganador del choque de planetas. Es que nadie puede echarle la culpa a un Ejecutivo provincial de los problemas de inflación y pobreza que le corresponde resolver a la Nación.
Aparece también el tema de la alianza Milei-Macri. Del modo en que ésta se conforme dependerán los grados de libertad política que tenga el Presidente. Si solo se tratara de una componenda legislativa, no habría condicionamientos, otra cosa es que funcionarios macristas tomen protagonismo dentro del Gabinete.
Allí aparece Cristina. Con su carta juega a múltiples puntas. Por un lado, intenta polarizar enfrentando al modelo liberal anarquista y a la posible alianza entre La Libertad Avanza y el PRO. También intenta despegarse del gobierno de Alberto y generar el debate dentro de su fuerza política.
Seguramente estamos viendo solo la primera parte de su vuelta al protagonismo. Reivindica la postura de Máximo de no votar el acuerdo con el FMI, y al mismo tiempo, se desliga de Massa.
Para Cristina el problema es el bimonetarismo, la dependencia del dólar y la toma de deuda. Para Milei todo lo contrario: le brillan los ojos cuando piensa que el peso podría no existir más.
Es todo un tema el de la dolarización, ya sea pensada como convertibilidad, para lo cual se precisa una ley, o pensada como un proceso obligado en donde exista libre intercambio de monedas.
En ambos casos la experiencia puede ser fuertemente traumática. Así como Cristina alerta sobre la dolarización como modo de impedir el desarrollo económico, desde una concepción distante del kirchnerismo, Lousteau, como jefe del radicalismo, también se opone al DNU y a la dolarización y lo hace pensando que hay un amplio espacio para crecer entre los polos liberales/estatistas.
Más allá de los posicionamientos políticos, un país sin moneda pierde toda capacidad para definir sus políticas y no garantiza mejoras en la calidad de vida.
El ejemplo de Venezuela llevado a una dolarización de hecho no es un espejo para mirarse. Tampoco la convertibilidad de Ecuador, con índices sociales y delictivos preocupantes, más un alto riesgo país.
El de la dolarización puede ser un eje de discusión que reconfigure tácticamente el mapa político.
Por Hugo Jaime-Perfil