La historia la contó Pancho Figueroa, integrante del cuarteto folclórico: el narcotraficante más famoso los contrató en un viaje relámpago para que entonaran una serenata a su mujer, Victoria Eugenia Henao, el día de su cumpleaños número 17. Fue el momento en el que había logrado mayor penetración de tráfico de cocaína en los Estados Unidos y su fortuna era tan grande que ya no sabía qué gustos darse ni cómo gastarla
“Llegué a tener tanto dinero que un día perdí la cuenta. Y como era una máquina de producirlo, dejé de preocuparme por contarlo” le respondía Pablo Emilio Escobar a su hijo Juan Pablo cada vez que éste, intrigado por lo que leía en los diarios y escuchaba en radio y tevé, le preguntaba a cuánto ascendía su fortuna ya que lo sorprendía que se lo calificara como uno de los hombres más ricos y poderosos del mundo.
Pablo había logrado inundar de cocaína los Estados Unidos por aire, mar y tierra, y casi que no sabía que más hacer con su dinero. Siempre se menciona el exótico zoológico que montó en la Hacienda Nápoles, la más famosa de sus propiedades, con innumerables especies de animales que supo traer de esas tierras en barcos y aviones. Pero su afán por tener más y de todo lo que se pudiera imaginar no tenía límites.
Siempre quiso contar con su propia flota para volar. Y su sonrisa explotó en su rostro cuando adquirió sus primeras aeronaves: un avión bimotor y un helicóptero Hughes 500 en el que en el viaje inaugural invitó a varios amigos a tomar un café en uno de sus lugares preferidos luego de una hora de vuelo.
Vivió intensamente las fiestas de fin de aquel año 1977 con gran alegría, ya que en febrero había nacido su hijo varón. Estaba feliz, exultante, y entonces, como se acercaba el cumpleaños número 17 de su mujer, Victoria Eugenia Henao y quería agasajarla, se le ocurrió contratar a Los Chalchaleros sencillamente para que entre otros temas le cantaran una serenata. Ambos además de admirarlos como representativos del folklore argentino de entonces, adoraban y tenían como costumbre entonar sus temas preferidos cada mañana.
Cuando el grupo llegó a la suntuosa vivienda que la familia ocupaba en el barrio Provenza y Victoria los vio, no podía creer lo que estaba sucediendo y tenía ante sus ojos. Les dio una cordial bienvenida y corrió a abrazar y besar a su marido por la amorosa atención que había tenido con ella.
La fiesta fue interminable. Y el grupo musical esperó paciente la orden para entrar en acción, luego de que Pablo se presentara ante ellos, les estrechara la mano, les agradeciera la gentileza de haber ido y ordenara que se los atendiera como reyes, con la mejor bebida y las exquisiteces especialmente preparadas para semejantes invitados.
Así lo contó Pancho Figueroa durante un almuerzo con Mirtha Legrand, ante las miradas sorprendidas de la propia diva y del resto de los comensales: Florencia Peña, Ricardo Moldavsky, Rodrigo Romero, Maite Lanata y Daniel López Rosetti: “Llamaron a nuestra oficina de la calle Lavalle para contratarnos y ahí nos dijeron: ‘se van para Colombia a una fiesta. Viajan el viernes, cantan el sábado y vuelven el domingo’. De Bogotá pasamos a Medellín, subimos a una Van y desandamos un camino de cornisa. Cuando llegamos a la casa estaba lleno de hombres con armas. Pasamos un puente y nos estaban esperando en una mansión espectacular. Nos trajeron de todo para tomar y comer. Hasta que un señor vino y nos dijo que cantábamos a las 12 de la noche. No teníamos la menor idea de dónde estábamos, pero intuímos que era un pescado muy gordo. Casi todos estaban vestidos de blanco. Ambiente muy tranquilo, todos fanas de los Chalchas. Cuando terminamos después de repetir varios temas a pedido, Angélica, El sapo cancionero, Zamba de mi esperanza, Merceditas, nos comentan ‘el jefe los quiere saludar’. Se acerca un señor y nos dice: ‘gracias por estar en mi casa. Soy Pablo Escobar Gaviria, por favor siéntense al lado mío. Nos miramos todos asombrados. Luego escuchamos un helicóptero que se iba. Él mismo nos comentó que ahí en su casa también habían estado Los Rolling Stones para cumpleaños de 15 de su sobrina el año anterior. ‘Me costó un millón de dólares pero los traje’. También comentó que estuvieron Julio Iglesias, Luis Miguel, creo que Frank Sinatra es el único que no fue. Lo único que lamento es no haberle cobrado más. Todavía no se lo conocía demasiado”.
Por esos tiempos Escobar se cansó de traficar cocaína a los Estados Unidos sin peligro alguno. No habían pasado ni dos años de su salida de la cárcel de Pasto donde estuvo preso por comercializar el producto. A su salida de la prisión apenas llevaba lo puesto mientras regresaba a la casa de su madre en el barrio La Paz. Por el camino hizo una llamada en un teléfono público y horas más tarde se encontró con un envío a cuenta que lo volvió a posicionar en el mercado de la droga: una camioneta importante y varios miles de dólares. Ya estaba de regreso.
La formación de Los Chalchaleros desde la década del ’80 hasta su despedida: Facundo Saravia, Juan Carlos Saravia, Polo Román y Pancho Figueroa
Primero movilizó sus contactos con Ecuador para retomar el negocio y numerosos traficantes llegaban a Medellín para llevarse en persona la cocaína al país del norte. Hasta que él mismo halló los sitios por donde colocarla en los Estados Unidos donde las requisas en las terminales de aviones y barcos eran demasiado laxas: no existían los rayos X, ni perros buscadores de droga, ni policías especializados en narcóticos. Así lo cuenta su hijo Juan Pablo Escobar en su libro “Mi padre, las historias que no deberíamos saber”, de Editorial Planeta. “Mi padre me contó que él y su primo Gustavo Gaviria ensayaron un primer envió de cien kilos de coca en un avión bimotor Piper Seneca que llegó sin contratiempo alguno al pequeño aeropuerto de Opa Locka en el corazón de Miami. Una terminal aérea privada a la que solamente acceden las costosas aeronaves de los ricos estadounidenses. Cuando les confirmaron que el cargamento había ‘coronado’, mi padre y él hicieron una gran fiesta de celebración en la discoteca Kevins de Medellín en la que hubo mucho licor y lindas mujeres”, redactó Juan Pablo Escobar refrescando en su trabajo las sorprendentes vivencias de su progenitor.
Luego describe que hallaron más proveedores en el norte del Perú y que no paraban de construir pistas de aterrizaje marginales para acelerar la distribución y multiplicar los ingresos. Los hermanos Castaño, Fidel y Carlos –convertidos luego en sus feroces enemigos al mando del recordado grupo paramilitar Los Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar) que decidió darle caza y muerte-, le acercaron en ese momento rutas con Santa Cruz de la Sierra en Bolivia, territorio con extensas plantaciones de coca.
Pablo fue inteligente y como en esos tiempos no había estallado la guerra con los integrantes del Cartel de Cali, se dividieron territorios: para los de Medellín que él capitaneaba quedó el sur de La Florida, y los de Cali se quedaron con Nueva York.
También operaban desde Bahamas y barcos partían desde el mar Caribe rumbo a Miami para trasladar la cocaína a Boca Ratón y Kendall, principalmente, y también a Fort Lauderdale, Pompano Beach y West Palm Beach. Escobar volaba sin inconvenientes a los Estados Unidos y según cuenta su hijo se alojaba en el opulento hotel Omni como gerente de una compañía petrolera de Fredonia, municipio colombiano ubicado en el departamento de Antioquia, donde si hay algo que no existe es el llamado oro negro. Allí mantenía reuniones con traficantes sin que las autoridades sospecharan nada. Es más, en esos momentos Pablo entraba y salía de las entidades bancarias con sus dólares como si nada y hasta llegó a traficar armas y municiones conjuntamente con droga.
Pablo Escobar y su hijo con la Casa Blanca detrás
Más tarde sumó socios en México, país a través del cual encontró otros huecos para meterse aún más en los Estados Unidos. Existía lo que ellos habían bautizado como “bombardeo”, que era simplemente arrojar la droga al mar perfectamente sellada para luego mandar a recogerla con pequeñas embarcaciones. Y hasta traficaba con jeans impregnados en cocaína, que luego se separaba a través de un especial procedimiento de lavado.
Llegó a instalarse en Miami comprando una mansión de dos pisos en Alton Road que le costó poco menos que un millón de dólares, con muelle privado, piscina y cinco cuartos con vista a la bahía. Se sentía tan poderoso que no dudó en pasearse por Washington y fotografiarse con la Casa Blanca de fondo junto a su esposa y su hijo, imagen que luego recorrió las redacciones del mundo entero.
En la búsqueda de nuevas rutas para multiplicar su fortuna, algo que lo obsesionaba, sumó a la isla de Cuba, adonde enviaron un lugarteniente apodado Cocodrilo que recibía los cargamentos aéreos que luego tenían destino definitivo en Miami. Todo fue exitoso hasta que en Cuba descubrieron a las autoridades cómplices de Pablo y terminaron fusilados.
Juan Pablo relata que en una oportunidad un reconocido y serio empresario le sugirió un negocio legal relacionado con las redes de gas en Miami. La respuesta amable y correcta de Escobar fue certera: “Me da pena con usted, pero no hago negocios lícitos”.
Pablo disfrutaba de ser considerado uno de los hombres más poderosos del planeta. Y como lo hizo con Los Chalchaleros y otros artistas internacionales en su sofisticada Hacienda Nápoles seguía dando fiestas sorprendentes, como la que duró un mes entero con Pastor López y su orquesta, intérprete y compositor venezolano-colombiano reconocido en América como ‘El Rey de la Cumbia’. Por allí además pasaron otros cantantes argentinos con quien el narcotraficante más famoso compartió también divertidas noches de rumba, que será tema de un próximo relato
Por Ángel Chollet-TN