Llegará al Congreso el paquete de reformas del flamante oficialismo libertario, que en dos semanas de gobierno ya doblegó sus banderas fundacionales.
Ganancias volverá a los asalariados de clase media, pero con pérdidas para la relación entre los gobernadores y el flamante presidente. Aunque a priori el aumento del mínimo no imponible para el impuesto a las ganancias de particulares perjudicó a las arcas provinciales, hoy los representantes de los gobiernos subnacionales no respaldarían un retroceso. Esto tiene que ver con el entendimiento de que no tienen que ser ellos quienes paguen el costo político del resarcimiento fiscal, para salvar de culpas a la nueva administración nacional.
Milei hace pocos meses había afirmado enfáticamente que antes de subir un impuesto se “cortaba un brazo”. El brazo será entonces, porque (por suerte) el giro hacía el pragmatismo en el equipo económico, esta es la decisión sobre el aumento de las retenciones y ahora el posibleaumento en ganancias, recae exclusivamente en el flamante presidente.
La negativa de los gobernadores no es exclusivamente al aumento de la recaudación por medio de ganancias, sino a quedar como los responsables de la traición discursiva de los libertarios. La vuelta que le encontraron es optar por conservar la medida de Massa pero abogar por que se coparticipen otros impuestos nacionales, empeorando aún más la situación fiscal del Estado nacional.
El resultado económico de la victoria legislativa del proyecto oficialista es sabido, disminuye los ingresos privados empeorando la caída del consumo y acelerando la estanflación. Desde el gobierno entienden que es un proceso en el que ya nos encontramos, y que “sincerarlo” nos acerca a la solución, que sería la licuación del total del peso para empujarnos a una salida de dolarización. La opinión pública es un actor primordial en este proceso, y aunque la amenaza de la hiperinflación ablanda las barreras para lograr el cometido de campaña, la propia imagen del presidente debe ser preservada para que el programa económico tenga éxito.
En este sentido, Milei ya enfrenta sus primeras tormentas, y no solo las naturales. Los ruidos en las designaciones, la falta de comunicación desde la presidencia y las tensiones con Macri no ayudan a terminar de conquistar ese electorado que lo acompañó el 19 de noviembre. De la otra vereda, el inicio del mandato de Martin Lousteau al frente del partido centenario enfrenta al presidente a un problema en su búsqueda de diagramar la disputa política. La UCR queda descartada de la posibilidad de una cooperación legislativa estable y lo obliga a mantener los coqueteos con los gobernadores peronistas. De cara a una estrategia de polarización, no queda claro cuál es el mejor camino frente a la tensión entre la negociación legislativa y la necesidad de generar consenso social sobre las futuras medidas.
Por Juan Antonio Yannuzzi-El Estadista