Misiones Para Todos

La psicóloga que trabajó en la cárcel y se reinventó en OnlyFans: “Mi profesión me ayuda a entender el deseo de mis clientes”

Durante años, Karina Caden (53) intentó encajar en lo que ella misma define como “la vida normada”. Sin embargo, desde joven sintió una atracción por el trabajo sexual. Tras ejercer como terapeuta en el Servicio Penitenciario, fue escort, filmó películas para adultos y hoy vende contenido erótico sola y con su pareja. “Soy una MILF, una madre muy deseada”, asegura

Karina Caden (53) recuerda con precisión el día en que, con su título de psicóloga recién obtenido, fue a pedir trabajo al Servicio Penitenciario Bonaerense. “Tenía 30 años y lo único que tenía claro era que no quería desempeñarme en un consultorio. Me habían dicho que en las cárceles necesitaban psicólogos y yo, que en esa época era muy impulsiva, me presenté con una carta de recomendación”, cuenta en charla con Infobae.

Aunque no tenía experiencia, la idea de un empleo estable la seducía. Hasta ese momento, Karina arrastraba una doble vida que su círculo íntimo desconocía: era trabajadora sexual. Se hacía llamar Isabella Rosetto y conseguía clientes a través de su blog personal y foros de Internet. “Desde joven, siempre tuve la inquietud de qué se sentiría ser trabajadora sexual. Cuando lo puse en práctica me resultó ambiguo. Por un lado, me otorgaba valor porque me llevaba dinero a cambio de mi cuerpo; por el otro, implicaba someterme al placer ajeno”, analiza.

Ambivalencias como esa la acompañaron durante casi dos décadas. “Sentía que tenía dos caras: era Karina y era Isabella. Dos mujeres antagónicas que no podían vivir una sin la otra. Había momentos en los que predominaba Karina y momentos en los que Isabella tomaba el control”, dice. Por años intentó encontrar un equilibrio, pero el peso de una identidad siempre terminaba imponiéndose sobre la otra. “Había algo en mí que no encajaba con la normativa”, reflexiona.

Karina trabajó en distintas unidades del Servicio Penitenciario Bonaerense, entre ellas, Olmos, Gorina y Sierra Chica

“Viví la cárcel desde cerca”

Karina nació en La Plata, pero se crió en Tolosa. Es la menor de tres hermanos y fue a un colegio de curas del que no conserva un buen recuerdo. En su último año de secundaria, transitó una depresión profunda. “Tenía muy baja autoestima. Me sentía la peor de todas. En el viaje a Bariloche lo pasé recontra mal: mis amigas podían divertirse en el boliche y yo lo sufría. No me animaba a bailar y las veía a ellas, libres, haciendo todo lo que querían. Tenía una fobia social importante”, recuerda.

Esa sensación de aislamiento la llevó a iniciar terapia y, después, a estudiar Psicología en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). “Empecé la carrera más por autoconocimiento que por vocación”, admite. Pero con el tiempo, la licenciatura la atrapó. Lo que nunca imaginó es que su primer trabajo la llevaría a un mundo todavía más hostil que su propia cabeza: el de las cárceles.

Entre los 30 y los 35, Karina trabajó en distintas unidades del Servicio Penitenciario Bonaerense, entre ellas, Olmos, Gorina y Sierra Chica. “Formaba parte de un programa de rehabilitación de adictos. Al principio lo hacía de manera fija, después empecé a viajar por distintas unidades y hacía las pre-admisiones para ver si los internos estaban en condiciones de ingresar al programa. Viví la cárcel de cerca”, dice.

Ser mujer en ese entorno no era fácil. “Muchas veces no se tomaba en cuenta mi opinión. Distinto era cuando alcanzabas determinada jerarquía. Había psicólogas que, con más trayectoria ahí adentro, se hacían valer y hacían valer su palabra”, recuerda Karina y destaca que fueron años de arduo trabajo. “El pedido de asistencia psicológica siempre tenía lista de espera. Si bien algunos internos lo hacían con un interés genuino, muchos otros se anotaban solo para tener contacto con una mujer. Para ellos era como la fantasía hecha realidad”, explica.

Como trabajadora sexual, Karina se hacía llamar Isabella Rosetto y conseguía clientes a través de su blog personal y foros de Internet

Karina vs. Isabella

Durante los cinco años que ejerció como psicóloga, Karina intentó ocultar su identidad como trabajadora sexual. “En ese momento existía ‘La Plata vive’, un chat donde se arreglaban encuentros. Yo lo usaba hasta que entré al Servicio Penitenciario. Lo dejé por miedo a que se enteraran mis jefes y mis compañeros. Pero después volví, empecé a hacerme más conocida y, al final, decidí dedicarme de lleno a ese”, dice. “Era un poco más rentable que ser psicóloga”, admite.

Luego se mudó a Capital Federal donde comenzó a trabajar de escort y a asistir a fiestas swingers. Más adelante, ingresó al mundo del cine para adultos. El porno le permitió posicionarse, pero no la conectaba con su deseo. “Era como que yo no estaba ahí. Mi cuerpo estaba, pero mi cabeza no. Solo pensaba: ‘Esto me va a servir para hacerme más conocida y ganar más plata’”, cuenta.

Esa desconexión se replicó en otras áreas de su vida. Nunca tuvo pareja estable y durante años ni siquiera lo consideró. “No me daban ganas de crear un vínculo amoroso. Toda mi energía se iba en el trabajo sexual”, explica. Para ese momento, llegó a tener un millón de seguidores en Facebook, donde promocionaba su blog, pero un día la plataforma la sancionó. “Me pidieron que pusiera mi nombre real, mi número de documento y otros datos personales. No me animé y se cerró la cuenta”, recuerda.

Ese episodio marcó su retiro del trabajo sexual. Volvió a La Plata y apostó por nuevos emprendimientos. Más allá de lo económico, a nivel emocional hubo otro costo. “Tuve un ataque de pánico cuando tomé esa decisión. Mi analista me hizo ver que yo estaba como desdoblada. No era una sola persona: Karina había sido dejada de lado completamente por Isabella”, describe.

En su cuenta de OnlyFans también ofrece videos con su pareja

“Soy una MILF, una madre muy deseada”

De vuelta en su ciudad, Karina usó sus ahorros para emprender. Primero, abrió un salón de spinning. Luego, montó una zapatería de talles grandes para mujeres. La llamó “Pie Feliz”. “No existía un lugar así en La Plata, así que me convertí en una especie de referente”, cuenta. Pero en 2020, la pandemia cambió las reglas del juego. “Tuve que cerrar el local. Intenté vender barbijos, pijamas, pero nada prosperó. Entonces volví a la venta de contenido erótico”, admite.

Por primera vez, lo hizo sin culpa ni vergüenza. “Sentía que estaba amparada por la situación social que estábamos viviendo”, cuenta. En ese contexto, OnlyFans se convirtió en una nueva fuente de ingresos. “Al principio no entendía cómo funcionaba, pero me fui adaptando. Ahora vendo contenido por esa y otras plataformas”, explica.

—¿Quiénes son tus clientes?

—Por lo general, hombres de entre 25 y 35 años.

—¿Por qué creés que te eligen a vos?

—Porque ellos me tienen como la MILF, una madre muy deseada. Además, ser psicóloga me otorga un plus.

—¿Cuál sería ese plus?

Tengo herramientas para detectar qué fantasía busca cada cliente: si es sádica, masoquista, incestuosa… Me adapto a lo que necesitan. Es como que en ese momento soy actriz y estoy cumpliendo con un guión. Uno de los pedidos más recurrentes es el “dick rate”, que consiste en evaluar el miembro masculino. Ellos quieren que sea objetiva, pero muchas veces lo que buscan es humillación porque es lo que les da placer en verdad. Hay que saber leer qué es lo que quieren realmente.

—¿Cuántas horas por día le dedicás a OnlyFans?

—Entre cuatro y seis horas.

—¿Cuánto ganás por mes?

—Es relativo. En un buen mes puedo llegar a dos mil dólares. Desde que hice público mi Instagram (@karianac) cambió la cosa. Antes lo tenía cerrado por mi familia. Hasta que dije: “Es mi laburo y voy a privilegiarlo”.

“Durante mucho tiempo oculté el trabajo sexual y la venta de contenido erótico porque sentía el peso del qué dirán. Ahora me siento libre y plena”, asegura Karina

De a dos

Después de años de transitar la vida en solitario, hace un tiempo Karina formó pareja con un hombre que conoció en una aplicación de citas. “Le conté que me gustaba mucho cantar y que a veces iba a los karaokes. Como él es cantante, me invitó a su casa a cantar y se generó un vínculo. Empezamos a salir, a compartir cosas y ahí se afianzó la relación”, cuenta.

Con el tiempo, su pareja se convirtió en su compañero de trabajo. “Una vez nos filmamos, le pregunté si podía vender uno de nuestros videos y me dijo que ‘sí’. Empezó a gustar, a ser demandado, y ahora producimos contenido juntos”, explica. “Me da tranquilidad y seguridad. Ya no me siento sola ni juzgada. Lo hago acompañada por la persona que quiero y elegí”, agrega.

Hoy, a sus 53 años, Karina se muestra más segura que nunca de su presente. “Durante mucho tiempo oculté el trabajo sexual y la venta de contenido erótico porque sentía el peso del qué dirán. Ahora me siento libre y plena”, asegura. Y se despide: “Es importante que quienes elegimos este camino podamos hacerlo sin ser señalados, sobre todo cuando llegamos a cierta edad y la sociedad insiste en que deberíamos estar haciendo otra cosa”.

Por Florencia Illbele -Infobae