Isabel Perón cumple 90 años. Derrocada por una Junta Militar que la encarceló durante casi 6 años, que la persiguió y sometió a las más grandes injusticias, al día de hoy su busto no aparece en el “Hall de Honor” en el salón de los ex presidentes constitucionales de la Casa Rosada, como dispone la ley.
El 4 de febrero de 1931, nació en la ciudad de La Rioja, María Estela Martínez Cartas. Hoy celebra sus 90 años de vida, en Madrid, España, Isabel Martínez de Perón, lugar donde decidió residir luego de tantas injusticias y malos tratos que le tocó experimentar en carne propia, en su Argentina natal.
Su padre había sido gerente del Banco Hipotecario Nacional, y sus abuelos fueron españoles inmigrantes. Su familia se radicó en Buenos Aires, donde hizo sus estudios primarios y secundarios; también estudió francés en la Alianza Francesa y se recibió como profesora de piano. Los Martínez-Cartas eran una familia con profundas raíces religiosas.
A los 17 años falleció su padre, y ella fue adoptada por José Cresto y su esposa Isabel Gómez. La señora de Gómez llamaba a María Estela “Isabelita”, por el parecido que veía en la joven con ella, por lo que ahí nació el sobrenombre como se la conoce popularmente.
En 1951 ingresó al ballet del Teatro Nacional Cervantes; en 1952 se incorporó a un grupo folclórico del empresario español Emilio Redondo, y estuvo de gira durante dos años por el interior del país.
En octubre de 1955 otro empresario español llamado Faustino García, la contrató para realizar una gira por Centroamérica. Al poco tiempo, se incorporó a la empresa del bailarín cubano Joe Herald, que había montado una compañía de danzas clásicas y modernas. Isabel fue una de las siete bailarinas que formaban parte del grupo, que desempeñaban distintos ritmos: folclore argentino, danzas clásicas y danzas españolas.
El destino de ser parte de ese grupo de baile, la llevó a conocer a Juan Domingo Perón, precisamente cuando el general se encontraba asilado en Panamá, que fue su segundo destino del exilio, que había comenzado en Paraguay después del derrocamiento el 16 de septiembre de 1955.
Esta breve reseña biográfica de Isabelita, echa por la borda las acusaciones que los enemigos de Perón y del Peronismo levantaron contra ella, al desprestigiarla diciendo que era una copera o una cabaretera. Nada más ajeno de la realidad.
El día que Isabel conoció a Perón
Durante las Navidades de 1955, Perón había asistido el día 23 de diciembre, invitado por su chofer Isaac Gilaberte, a un espectáculo de danzas folclóricas argentinas en un club nocturno de la ciudad de Panamá. Al finalizar el espectáculo, los integrantes del grupo quisieron conocer a Perón, pero ya se había retirado.
Por ese motivo, Gilaberte y Luiggi Romerza (un periodista italiano amigo de Perón desde 1939, cuando estuvo de misión de estudios en Italia), invitaron a todo el ballet a pasar la Nochebuena en el balneario María Chiquita (cerca de Colón), del cubano Armando Parra, uno de los grandes amigos de Perón, para festejar la Navidad. Esa noche del 24 de diciembre de 1955 Perón conoció a Isabelita.
A los pocos días, Perón fue de visita al Hotel Roosevelt, donde estaban hospedados los artistas, y se entera que Isabelita estaba enferma. Acude en su ayuda y a partir de ese instante se consolida una amistad y un mutuo entendimiento que hacen que Isabel se quede en Panamá junto a Perón.
Desde entonces, se convirtió en la persona de mayor confianza, que lo va a acompañar en el duro trance del exilio, transformándose más adelante en su tercera esposa, compañera y confidente.
No tardará en ejercer distintos roles en la vida de Perón. Es tal vez el mejor testigo viviente de casi todos los años del exilio, de su regreso al país y de su última presidencia. Desde Panamá, Caracas, Ciudad Trujillo, Madrid y finalmente Buenos Aires.
Ella supo ganarse la admiración de Perón. Por ese motivo, tal cual lo escribí en la nota Perón y Ava Gardner: la historia que nadie contó, se casaron el 15 de noviembre de 1961, en una ceremonia privada en el domicilio del médico de cabecera de Perón, don Francisco Flórez Tascón. Fueron de la partida el notario Blas Piñar, el sacerdote teatino que celebró el enlace, Luis Moré Serra, el mercedario fray Elías Gómez y Domínguez, y la esposa de Flórez Tascón, que junto a su esposo fueron los testigos de la boda.
Inseparables, Isabel siempre estuvo junto a Perón
Isabel fue la mujer y esposa que estuvo más tiempo al lado de Perón. Aurelia “Potota” Tizón permaneció en total doce años (tres de novia y nueve de casados); Eva Duarte perduró ocho años (dos de novia y seis de casada). En cambio Isabel permaneció 19 años (6 de novia y 13 de casada). Esto la coloca como la mujer que más acompañó a Perón durante su vida, con la particularidad de haber estado diecisiete años en el duro exilio sufriendo tantas privaciones, casi dos años en Argentina (ocho meses como vice presidenta de la República), secundado a su esposo, que fue elegido por tercera vez presidente constitucional.
Fue testigo en Puerta de Hierro, el día viernes 3 de septiembre de 1971, de la entrega del cuerpo de Evita. En una de las agendas de Perón (marca Querfo) que he podido consultar, ese mismo día está escrito: “Citamos a los Padres Mercedarios, vino el P. Provincial y el Padre Vázquez a las 16 hs. La entrega de los restos de Evita fue exactamente a las 21.00 hs española. Se labró un acta que firmaron todos los presentes excepto Isabelita, que no lo hizo por delicadeza. Presentes fueron: General Perón, Isabel de Perón, Embajador argentino Rojas Silveyra, Padre Ángelo (italiano), Coronel Cabanillas (el que escondió el cadáver hace 16 años), los padres mercedarios, Jorge Paladino y López Rega (en acta aparte se detalla todo)” (sic).
En el exilio con Perón, se supo llevar muy bien con algunos de los colaboradores de Perón, como Américo Barrios, Enrique Guerci, y José Ignacio Rucci. En una carta fechada el 25 de enero de 1966 dirigida a Cooke, en respuesta a una suya donde la criticaba, Perón le dice: “Isabelita a la que he preparado durante diez años, está allí en acción y cuidándome. La lucha que la pobre debe desarrollar frente a los descarriados y tramposos, no es para contar. Ella está en claro de la misión que tiene y de los fines que perseguimos”.
Es oportuno destacar, que el regreso de Perón a la Argentina fue para pacificarla. En ningún momento permitió darle cabida a la lucha armada, ni a la venganza contra sus enemigos. Su móvil político fue promover la unión nacional. Para llevarla a cabo, confió plenamente en su esposa, que había dado grandes muestras de estar a la altura de las circunstancias.
Isabel no fue una improvisada, ni un títere de nadie. Prueba de ello, fueron las dos misiones que le encomendó Perón para que viajase a Buenos Aires. Ella se transformó en la embajadora plenipotenciaria del Comando Nacional Peronista.
La primera misión fue en octubre de 1965, con el objetivo de evitar la lucha de los dirigentes peronistas, y poner un fusible entre esos dirigentes que se peleaban y la masa popular, para que no se contamine. Perón a través de Isabel convocó a la lucha, a promover una revolución, pero totalmente alejado de una aventura golpista con el uso de las armas. Durante esa misión, viajó a Córdoba, San Juan, Mendoza, San Luis, La Rioja, Catamarca, Tucumán, Salta, Santiago del Estero, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires. Ese viaje fue un verdadero éxito de Isabel, que logró ampliamente cumplir con los objetivos de Perón.
La segunda misión, fue desde el 7 de diciembre de 1971 al 3 de marzo de 1972. Acompañada por José Ignacio Rucci desde Madrid, es recibida en Ezeiza por más de diez mil militantes. Participó de distintos actos, presidió el Congreso de Mujeres Peronistas; se reunió con dirigentes de las 62 Organizaciones. Inauguró un local partidario de la rama femenina, que bendijo el Padre Carlos Mugica. Visitó la Basílica de Luján y muchas otras acciones en el interior del país. Esta segunda misión fue otro gran éxito, y demostró cabalmente que estaba preparada para el ejercicio de la política.
Por ese motivo Perón la eligió como compañera de fórmula. Tal vez ese lugar lo debería haber ocupado Rucci (que días después fue asesinado por Montoneros el 25 de septiembre de 1973), pues no hay dudas que el gremialista fue el hijo adoptivo que Perón no pudo tener.
El triunfo en las urnas fue aplastante. El 23 de septiembre de 1973, la fórmula Perón-Perón, ganó por el 62 % de los votos. Perón asumió el 12 de octubre. Los meses que gobernó, fueron muy intensos. Para serenar los ánimos contradictorios que estaban en constante enfrentamiento, pensó en consolidar el “Pacto Social” que había sido firmado el 8 de junio de 1973 entre la C.G.T., representada por José Ignacio Rucci, y la Confederación General Económica C.G.E. representada por Gelbard.
Con algunas medidas de carácter económico social, Perón logró poner en marcha el país, que venía sometido por muchos años de frustraciones, de gobiernos militares, persecuciones, confiscaciones, proscripciones, y violencia armada. El intenso esfuerzo que hizo, empeoró su salud, que se fue deteriorando rápidamente.
Meses más tarde, sobre los últimos días de vida del General, Isabel en su carácter de vice presidenta, fue enviada por Perón a una misión en el extranjero, donde visitaría Italia, el Vaticano (donde fue recibida por el Papa Pablo VI), Suiza y España.
La salud de Perón había desmejorado, por lo que Isabel tuvo que adelantar su regreso. Llegó a Buenos Aires el 29 de junio de 1974. Perón le explicó a su esposa que al día siguiente debería asumir la gran responsabilidad que conlleva dirigir los destinos de la República, puesto que los malestares que lo aquejaban le obligaban a pedir licencia médica.
Enrique Pavón Pereyra, relata que Perón una vez más vaticinaba el futuro acertadamente, por desgracia conocía que era su fin. El lunes 1° de julio por la mañana, tomó la mano de Isabel, y mirándola con ternura (…) le dijo: “ahora llega el momento de demostrar tu aprendizaje”.
Isabel fue la tercera mujer en el mundo en llegar a ser presidenta. La tarea que le tocó no fue nada fácil, pues los enemigos de Perón y el Peronismo, estaban dentro y fuera del Movimiento. El 2 de julio de 1974, al tomar posesión de su cargo, la presidenta se dirigió al pueblo con estas palabras: “Asumo constitucionalmente la primera magistratura, para que me ayuden a conducir los destinos de la Patria hacia la meta feliz que Perón soñó para todos los argentinos”.
Con gran claridad lo señala Diego Mazzieri en su libro: “María Estela Martínez, por siempre de Perón” (Fabro, 2020), cuando dice: “Ya había dicho el General, que muchos de los que gritaban “¡Viva Perón!”, estaban deseando que se muera Perón. Y el deseo de esos ambiciosos, para desgracia de toda una soberana nación, se había cumplido. Perón moría y cada cual “abría su kiosco”. Triste realidad histórica. Los subversivos, aquellos que primero asesinaron a un dirigente gremial porque según ellos en su momento éste quiso “un Peronismo sin Perón”, con el General aún en vida, también quisieron lo mismo que el ultimado. Y ahora más que nunca, trabajarían por el “sin Perón”, con el aditamento que para colmo de males, eso ya era físicamente una realidad. Los diputados constituidos en el llamado “Grupo de trabajo” comenzarían a trabajar por todo, menos por el bien de la Patria, ni por el Peronismo y por su doctrina. Argumentaron ser ortodoxos, más Peronistas que Perón, y con esas excusas obstaculizaban todas las políticas que sin lugar a dudas Perón hubiere asentido si hubiese estado vivo”.
La verdad, es que el gobierno de Isabel tuvo algunos aciertos, pero la situación interna del país estaba muy convulsionada, por los enfrentamientos armados, los atentados, la acción de la guerrilla, sumada a algunos fracasos en lo económico social.
Isabel es detenida tras el golpe de Estado
La renuncia de López Rega el 11 de julio de 1975 y la llegada de Videla como Comandante en Jefe del Ejército el 27 de agosto de 1975, fueron un punto de inflexión para que su gobierno se debilitara. Este escenario fue el caldo de cultivo para que los militares comenzaran a conspirar con la complicidad de muchos civiles, algunos de ellos peronistas.
El 24 de marzo de 1976 se produjo el golpe militar que destituyó a Isabel Perón como presidenta, y comenzó la peor etapa que vivió la historia argentina. Resulta paradójico que la señora de Perón, había decidido adelantar las elecciones para octubre de 1976, por lo que seis meses después del golpe de marzo, el pueblo se hubiese podido expedir democráticamente en las urnas nuevamente.
A la hora cero del día 24 de marzo, el General Villarreal le dijo: “usted ha cesado como presidente de la Nación. Señora, está detenida, acompáñenos”.
Ese día comenzó un triste y gravoso derrotero. El juez federal que intervino en el enjuiciamiento de María Estela Martínez de Perón, fue Rafael Sarmiento (fallecido hace pocos días). El magistrado había asumido su cargo el 27 de abril de 1976, un mes después del golpe militar, designado por la Junta Militar. Se la acusó de malversación de caudales y de promover el terrorismo de Estado.
La presidenta de la Nación fue inmediatamente trasladada a la Provincia de Neuquén, a la residencia “El Mesidor”, custodiada por varios centenares de gendarmes. Durante ese lapso, el juez Sarmiento dispuso embargos, inhibiciones de bienes, allanó en dos oportunidades la “Quinta 17 de Octubre” en Puerta de Hierro, la casa de Gaspar Campos, y la quinta “San Vicente”, confiscando todos los bienes, papeles, libros y documentos allí existentes.
Todo ese acervo de gran valor histórico, fue trasladado en varios camiones, y el mismo Sarmiento se los habría entregado sin dejar constancia en la causa, al mismísimo general Jorge Rafael Videla.
De esta forma, parte de la memoria histórica también desapareció en esa trágica etapa. Pues los militares no solo se ocuparon de la desaparición física de los militantes peronistas, sino también de la desaparición cultural del Peronismo, cometiendo un crimen de lesa cultura, del que hasta ahora, sus responsables siguen impunes.
Isabelita estuvo injustamente presa un poco más de cinco años. Fue liberada el 7 de julio de 1981. El 9 de julio dejó nuestro país, para dirigirse a Madrid, España, acompañada de su entrañable amiga Pilar Franco, que viajó a Buenos Aires para garantizar que el viaje se pudiera realizar.
Regresó a la Argentina en distintas oportunidades. En uno de sus viajes fue recibida por Alfonsín. Luego volvió y se reunió con Carlos Menem.
Hoy reside en las afueras de Madrid haciendo una vida austera, alejada de la escena política, haciendo una vida monacal, absolutamente ajena a todas las pompas.
Las falacias de acusarla de protectora de la Triple A, la inexistente participación en el terrorismo de Estado, y el odio generado por los enemigos de Perón, tal vez sean los motivos por los que ningún presidente constitucional, desde Alfonsín, Menem, De la Rúa, Duhalde, Kirchner, Fernández de Kirchner y Fernández, la hayan tenido en cuenta. Su busto (realizado por el escultor Enrique Savio) no aparece en el “Hall de Honor” en el salón de los ex presidentes constitucionales de la Casa Rosada, como dispone la ley.
La Argentina, como nación, tiene una gran deuda con ella. El mejor regalo de cumpleaños sería que se le brinde un gran homenaje y un reconocimiento que lo tiene más que merecido. No solo por haber sido la tercera esposa de Perón, sino también por su condición de presidenta de la Nación, derrocada por una Junta Militar, que la encarceló durante casi 6 años, que la persiguió y sometió a las más grandes injusticias.
Por Ignacio Cloppet -Miembro de la Academia Argentina de Historia.