La agresiones en línea pueden tomar muchas formas, desde comentarios despectivos y amenazas, hasta la difusión de información falsa con el propósito de dañar la reputación de alguien. La mirada del papa Francisco
En el año 2018, durante su tradicional video mensual de oración, el papa Francisco expresó que la red social puede ser una “oportunidad para testimoniar la fe, pero también puede ser una trampa para destruir la reputación de los demás, para difamar, para desacreditar”.
En la era digital, las redes sociales han transformado la forma en que nos comunicamos y conectamos, pero también han dado lugar a un preocupante fenómeno: la violencia en línea. Algunas se han convertido en un escenario donde la agresión, el acoso y el odio pueden propagarse rápidamente.
La violencia en línea puede tomar muchas formas, desde comentarios despectivos y amenazas, hasta la difusión de información falsa con el propósito de dañar la reputación de alguien. Algunos, protegidos por el anonimato que brindan las pantallas, a menudo se sienten libres de expresar opiniones extremas y desagradables, sin considerar las consecuencias reales de sus palabras. Hoy vemos en las redes sociales que alguien puede acusar a una persona de los delitos más aberrantes, y días después decir, “perdón estaba equivocado, me confundí de persona”. ¿Hay algún modo de poder hacerse responsable del daño causado a alguien que durante una jornada entera convivió con una realidad sobre su vida que era mentira?, ¿Qué responsabilidad hay por haber creado una realidad “virtual” ý una persona haya sido agredida o injuriada? Es urgente que se pueda generar legislación frente a la impunidad y dar un marco normativo que proteja a los usuarios en las redes sociales. Puntualmente, normativas que incluyan la moderación de discursos violentos y que protejan de apologías de delitos sexuales y el racismo. Lo mismo que abordar en un marco serio de reflexión las consecuencias de las noticias falsas.
Las repercusiones de esta violencia no deben subestimarse. Estudios sobre salud mental han demostrado que ser víctima de acoso y violencia en las redes puede llevar a altos niveles de estrés, ansiedad, depresión e incluso pensamientos suicidas.
El papa Francisco y su mirada frente a la violencia en las redes sociales
El Santo Padre habló en múltiples ocasiones sobre la importancia de evitar la violencia verbal y el acoso en las redes sociales. Ha condenado enérgicamente el uso de las plataformas digitales para difundir odio, desinformación y mensajes que denigran la dignidad humana. En su mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales en 2018, señaló que “las redes sociales pueden facilitar el encuentro y la solidaridad entre todos, pero también pueden aumentar el sentimiento de soledad y aislamiento, promoviendo formas de violencia verbal”.
El Papa ha alentado a los usuarios de las redes sociales a practicar la empatía y la escucha activa en sus interacciones en línea. En lugar de utilizar las plataformas como herramientas para atacar o denigrar a otros, instó a usarlas como espacios para el diálogo constructivo y el intercambio de ideas respetuoso. También ha advertido sobre el peligro del anonimato que permite que la violencia y el acoso florezcan sin consecuencias. Ha señalado que el anonimato puede llevar a una falta de responsabilidad por las palabras y acciones.
El papa Francisco condenó enérgicamente el uso de las plataformas digitales para difundir odio, desinformación y mensajes que denigran la dignidad humana. (REUTERS/Remo Casilli)
Este planteo que venimos haciendo, y vemos cómo hoy tiene una repercusión profunda en la vida social y política de los pueblos, también podemos trasladarlo al contenido religioso que aparece en las plataformas. También hay experiencias de “religiosidad en redes” que lleva a expresiones de odio y violencia. Me voy a detener en experiencias de la Iglesia Católica, a la cual pertenezco.
Los llamados “influencers digitales” -católicos o de otras religiones- y que hoy son valorados en muchas partes del mundo, pueden desempeñar un papel importante en la difusión de la fe y los valores en el llamado continente digital. Hay una tendencia irreversible de la influencia digital también en este aspecto de la vida.
Ahora bien, no todo el contenido religioso y católico que aparece en las redes sociales podemos considerarlo una buena práctica. Las experiencias con un alto tono narcisista y autorreferenciales marcan un distanciamiento entre la experiencia de la comunidad autentica, el sentido verdadero del evangelio y los modos que se pregonan. También muchas cuentas que expresan contenido religioso, sostienen por encima de la verdad, lógicas para monetizar y para tener audiencias cautivas. Y estamos viendo también cómo las acciones de algunos “influencers” digitales están vinculadas a la radicalización de algunos movimientos de pensamiento extremo y violento con necesidad de instalar una disputa política y una moralización ideológica. Estamos en riesgo de favorecer proyectos que, por mirarlos con cierta superficialidad, no entendemos que están escondiendo intenciones de una insana rigidez como así también acciones que usan el contenido religioso para instalar agendas y presiones a los gobiernos con valores muy lejanos a la dignidad de toda vida.
Por estos extremos terminamos también en formas violentas y mecanismos de odio en el diálogo en las redes. Obispos, sacerdotes y sitios de comunidades parroquiales terminan recibiendo de manera estratégica hordas de trolls y de agresiones por simplemente hablar del Evangelio, buscar una Iglesia que abrace a todos o hablar con firmeza de la doctrina social de la Iglesia.
En el último mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones, el papa Francisco compartió que, a su propia imagen y su propio servicio pastoral, lo han atacado las fake news y el uso indebido de la inteligencia artificial. También hemos registrado que algunos que supuestamente expresan el pensamiento cristiano, después de conseguir ya una importante cantidad de seguidores, sus cuentas empiezan a ser lugar de ataques al Papa, a su magisterio y enseñanza. Y volviendo a lo que decimos más arriba en este artículo, también tenemos “influencers” que detrás de nombres falsos y seudónimos usan el anonimato para fomentar odio y desunión en el seno de la Iglesia.
Esto no pone en duda la importancia de la misión digital, pero sí nos advierte de un discernimiento concreto que se tiene que hacer. ¿Tenemos que estar presentes en las redes sociales? Por supuesto que sí, pero no de cualquier manera. Y como ha planteado un reciente estudio de la Conferencia Episcopal Brasileña, hay que estar atentos a que no se propaguen supuestos evangelizadores digitales que basados en lecturas personales y manipuladoras ejercen una docencia totalmente desordenada y riesgosa, y presentan una moral a través de la pantalla totalmente cruzada por elementos ideológicos y políticos. Además, utilizan la manipulación para exacerbar el pensamiento único que no sabe convivir en la diversidad.
Contar en este artículo que la Iglesia también camina entre la misión digital y las experiencias de odio y violencia es compartir con el mundo una preocupación, y poner la mirada para seguir haciendo de las redes sociales un lugar de verdad, fraternidad y crecimiento que sirva a una vida más digna.
Lo religioso no puede ser sepultado bajo el cinismo que a veces se propaga en las redes. Necesitamos seguir trabajando para una mejor calidad de presencia en el continente digital, eliminar los discursos de odio, terminar con los extremos donde la dignidad de la persona queda opacada, y sobre todo mejorar la comunidad y sus lazos. Todo el proceso debe ser acompañado y fortalecido, tanto por los dueños de las plataformas como por las autoridades de los pueblos, para encontrar los límites y regulaciones que protejan a los más vulnerables y no permitan ningún tipo de violencia.
* El presbítero Máximo Jurcinovic es director de Comunicación y Prensa de la Conferencia Episcopal Argentina.
Por Máximo Jurcinovic-Infobae